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30 de junio de 2010

El vuelo de la vida en Hay mucho de Penélope en Ulises, de Vicente Quirarte



Por Margarita Hernández Martínez


Toluca, Estado de México.- El teatro se caracteriza por su calidez: no sólo se desarrolla en estrecha cercanía con el público –que aviva cada elemento de la representación–, sino que recurre directamente a las fuentes de la naturaleza humana: la emoción, las pasiones y la interacción entre los personajes. De este modo, se define como un arte totalitario, cuya esencia perdurable se atisba en la lectura del texto dramático. De ahí surge la importancia de su publicación, pues permite preservarlo más allá de los breves momentos que dura el montaje.

Centrado en estos rasgos, el Instituto Mexiquense de Cultura se ha dedicado a la edición de numerosas obras teatrales, entre las que destaca Hay mucho de Penélope en Ulises, de Vicente Quirarte. Incluido en la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario, este hermoso volumen aspira a capturar el espíritu de una época que transformó radicalmente los puntos de vista alrededor del arte, la vida y la cultura en nuestro país.

Para ello, recurre a las propuestas de una de las generaciones artísticas más importantes del siglo XX: aquélla constituida por los Contemporáneos. De esta manera, Gilberto Owen, Celestino Gorostiza, Manuel Rodríguez Lozano, Antonieta Rivas Mercado y Clementina Otero cobran carta de existencia para evocar la curiosidad y las tendencias críticas propias de su tiempo, contrastantes con el conformismo emanado de un nacionalismo exagerado y paralizante.

Así, la trama se desarrolla entre marzo y julio de 1928, lapso en el cual el también llamado “grupo sin grupo” se dedicó al montaje de El peregrino, de Charles Vildrac. A pesar de su juventud y su inexperiencia como actores, directores, escenógrafos y productores, estos escritores y pintores consagraron su talento a la estructuración de un teatro diferente, más cercano a los ideales de la estética europea –que exploraba temas como el absurdo de la existencia humana, la relatividad de las emociones y la asunción del arte como vía para la renovación del mundo– que a la atmósfera patriótica del muralismo mexicano. Como resultado, Hay mucho de Penélope en Ulises captura, con un lenguaje claro y altamente poético, los instantes más dinámicos del nacimiento de una época que, en la actualidad, se tiñe de relevancia.

Para fortalecer los vínculos con las influencias culturales que alimentan tanto a la ideología de los Contemporáneos como a la estructura de la obra, ésta toma su nombre de una de las frases más populares de André Gide –“hay un poco de Ulises en Simbad”–, escritor francés que transformó la visión del arte y del mundo a través del reconocimiento público –impensable en ese momento histórico– de su homosexualidad. Sin embargo, Vicente Quirarte también recuerda, mediante la sustitución de personajes mitológicos, la presencia de la mujer en las esferas públicas.

En efecto, los diálogos entre Antonieta Rivas Mercado y Clementina Otero atestiguan la galopante evolución de los papeles asignados a la mujer. Así, Penélope no es ya la fémina que espera en casa; tampoco, simplemente, el objeto de inspiración poética o el destino del viaje vital que, hacia un derrotero u otro, emprenden los hombres. De esta manera, se desvela con una personalidad activa, plena de capacidad de decisión para lanzarse a sus propias odiseas. Sin duda, Hay mucho de Penélope en Ulises se constituye como un texto revelador, cuyas bellas ilustraciones –correspondientes al montaje original de la obra, en la Caja Negra del Centro Cultural Universitario de la Universidad Nacional Autónoma de México– contribuyen a una experiencia memorable.



Vicente Quirarte, Hay mucho de Penélope en Ulises, Instituto Mexiquense de Cultura (Biblioteca Mexiquense del Bicentenario), Toluca, 2009, 136 pp.



* Reseña originalmente publicada en semanas anteriores en Milenio (Estado de México).

27 de junio de 2010

El fervor de la crítica literaria en Nostalgia de la unidad natural, de Ignacio Ruiz-Pérez




Por Margarita Hernández Martínez


Toluca, Estado de México.- Mientras la poesía atestigua nuestros deslumbramientos ante el mundo, la crítica desmenuza los mecanismos del asombro. Aguda o simplista; sencilla o provocativa, corre en paralelo a la creatividad y al descubrimiento de la percepción poética. Por estas razones, no resulta extraño que poetas como Octavio Paz y Jorge Luis Borges –al mismo tiempo que filósofos como Gaston Bachelard y ensayistas como Roland Barthes– hayan destinado sus reflexiones a las numerosas vertientes del fenómeno literario, desde la inspiración hasta el hallazgo de la propia voz.

En esta línea de pensamiento se desarrolla Nostalgia de la unidad natural: la poesía de José Carlos Becerra, de Ignacio Ruiz-Pérez, un joven chiapaneco que, en la actualidad, se desempeña como profesor e investigador en la Universidad de Texas en Arlington. Con numerosos premios de poesía en su haber, el también autor de Navegaciones propone un estudio hondo y multidisciplinario, que permite observar la obra de uno de los grandes renovadores del verso hispanoamericano a través de la memoria, la cultura urbana y las trampas del poder.

“José Carlos Becerra creó una de las obras poéticas más singulares, vigorosas y vigentes de la lírica mexicana, al tiempo que, con su ingenio de viejo y sabio poeta conocedor de su oficio, nos impulsó a nosotros, lectores y críticos, a buscar en sus libros el lenguaje del amanecer que ‘desarma los astros’”, señala Ignacio Ruiz-Pérez en el prólogo de este libro, publicado por el Instituto Mexiquense de Cultura e incluido en Raíz del Hombre y en la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario. A partir de esta premisa, el autor conduce a sus lectores por una especie de homenaje en el que la crítica y la celebración confluyen para revelar las características centrales de la obra de Becerra, quien murió trágicamente en 1970, apenas a los 34 años.

De esta manera, Nostalgia de la unidad natural explora el uso de la palabra como origen de la vida, la transformación continua de la materia, la estrecha relación entre el sueño y la vigilia, la íntima contradicción entre la realidad y el deseo, el surgimiento de la ciudad moderna y la presencia del pop y los medios de comunicación masiva. Al mismo tiempo, la poesía de José Carlos Becerra se proyecta como una tentativa por plasmar y recuperar aquello (la infancia, la inocencia y el amor) que, de manera natural, perteneció a los seres humanos y, sin embargo, se disipa con la madurez.

Como resultado, su trabajo aparece como un “canto a la modernidad y al desdén de sus frutos amargos”, cuya lectura, en el contexto de la actualidad, viaja de la lúcida sorpresa hasta la dolorosa reflexión. Entrelazado entre la reproducción de fragmentos de poemas –que desvelan la superabundancia léxica y la tendencia a la creación de metáforas insólitas y herméticas propias de Becerra– y un conjunto de análisis meticulosos y accesibles, este volumen se perfila como una prolongación –y, al mismo tiempo, una reposición– de la tradición crítica que, cada vez con más fuerza, se apropia del fenómeno poético mexicano.



Ignacio Ruiz-Pérez, Nostalgia de la unidad natural: la poesía de José Carlos Becerra, Instituto Mexiquense de Cultura (col. Raíz del Hombre / Biblioteca Mexiquense del Bicentenario), Toluca, 2009, 161 pp.



* Reseña originalmente publicada en semanas anteriores en Milenio (Estado de México).

23 de junio de 2010

Las sucesivas definiciones del amor en Odiseo regresa, de Blanca Álvarez Caballero



Por Margarita Hernández Martínez


Toluca, Estado de México.- Desde la más remota antigüedad, el amor es un viaje y una guerra: así lo describe la literatura, deslumbrada desde la salvaje intimidad de los amantes del Poema de Gilgamesh hasta los clamorosos motivos –y las dolorosas consecuencias– de la Guerra de Troya; desde la enemistad de los Montesco y los Capuleto hasta los largos domingos de las parejas cotidianas. Fugaz y misterioso, territorio de zozobra y claroscuros, tan variable como el mar y sus orillas, aparece, con un aliento renovado e indudablemente contemporáneo, en Odiseo regresa, la más reciente colección de poesía de Blanca Álvarez Caballero.

Publicado por el Instituto Mexiquense de Cultura e incluido en El Corazón y los Confines y la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario, este hermoso volumen abre sus páginas con un epígrafe de José Emilio Pacheco –extraído, a su vez, de Retorno a Sísifo–, que evoca el diálogo constante con las tradiciones literarias y mitológicas de las que emana. Animados por un rotundo aliento narrativo, los poemas que lo constituyen entrelazan una multitud de voces, gracias a la cual Odiseo, Circe y Penélope conviven alternativamente con Morfeo, Sherezada, Polifemo, Polimnia y Calíope.

Al mismo tiempo, los textos se desenvuelven en un paisaje que lo mismo recurre a las latitudes oceánicas –“mar de plomo”, “malecón entristecido”, “ventanas absortas” y “sendas de sal”– que a los territorios urbanos –“asfalto ardiente”, “periódico inmóvil”, “barrotes de plata” y “ojos de rendija”–. De este modo, mientras los rumores de la playa –el oleaje y las tímidas gaviotas– recuerdan el viaje amoroso de Circe y Odiseo, poblado de caricias y de ausencias, los silencios de la ciudad –las noches en los bares y los cuartos desolados– atestiguan las pequeñas guerras, los celos y las esperas de Penélope. En el corazón de estos conflictos, la autora aprovecha para aventurar un conjunto de definiciones poéticas del amor; así, se transforma sucesivamente en “un barco submarino”, “un yate larguísimo”, “urdimbre de lirios pantanosos” y “corazón trenzado por tantas humedades”.

Sin embargo, más allá de su indiscutible fuego amoroso –nacido de contrastes que se hermanan, de contradicciones que se resuelven con un beso–, Odiseo regresa también indaga en “la tímida sombra de las cosas”; es decir, en el universo privado e irrepetible que surge de la convivencia entre dos personas. De esta manera, se detiene en los íntimos rituales que avivan los momentos cotidianos; así, el conjunto de poemas se erige como un canto para prolongar el amor –“tanto los mueve ese silencio de miradas que quieren tomar vuelo”– y para combatir “hasta el hartazgo de los sábados continuos”. Sin duda, destaca como un libro en el que la sensualidad se redescubre desde una óptica moderna, oscilante entre el imaginario de la tradición literaria y la brillante interpretación de Álvarez Caballero.



Blanca Álvarez Caballero, Odiseo regresa, Instituto Mexiquense de Cultura (col. El Corazón y los Confines / Biblioteca Mexiquense del Bicentenario), Toluca, 2008, 79 pp.



* Reseña originalmente publicada en semanas anteriores en Milenio (Estado de México).

19 de junio de 2010

El polvoriento flujo de la vida en Silencios de agua, de Estephani Granda Lamadrid



Por Margarita Hernández Martínez


Toluca, Estado de México.- A pesar de su basamento cultural –que, al mismo tiempo, la restringe y la ilumina– la poesía no se encuentra alejada de la naturaleza. De este modo, se inspira en sus formas y en sus ritmos; en sus tendencias al desorden y a la simetría; en la constancia de sus cantos y en la sabia serenidad de sus silencios. Así, no es extraño que esta relación, tan cercana y complementaria, desemboque en libros como Silencios de agua, de Estephani Granda Lamadrid.

Publicado por el Instituto Mexiquense de Cultura e incluido en Piedra de Fundación y la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario, este breve –pero sustancial– recuento de poemas constituye una búsqueda emotiva alrededor de una multiplicidad de temas, como la vida, el deseo, el amor, el odio, la memoria y las trayectorias por la ciudad. Aunque la mayoría de estos tópicos –tan antiguos como actuales, pues provienen de lo intemporal de la esencia humana– se identifican con diversos estados del agua –desde la llovizna hasta el océano–, para Adriana Tafoya, poeta y editora capitalina, en este volumen “tienen lugar todos los elementos: el mar y su tormenta; el viento soplando al fuego; la tierra hecha de polvo”.

En efecto, a lo largo de Silencios de agua, Granda Lamadrid despliega una capacidad de percepción altamente minuciosa, de sorprendente exactitud, que se traduce en imágenes de aliento adánico y revelador. De esta manera, la voz lírica descubre un mundo nuevo, desenvuelto entre himnos que festejan la sensibilidad –“qué ligera es esta lluvia / qué hermoso ángel te vuelves para tocar mi lengua”– y salmos que custodian la introspección espiritual –“yo canto en mi lengua con la voz escrita / con el polvo de mis huesos arados por el mar”–. Al final, encarna una tentativa por reconciliar el gozo carnal con la elevación espiritual; el amor con las destrucciones del tiempo.

Por estas razones, Silencios de agua también consigue conjuntar el fondo –es decir, los temas y las perspectivas adoptadas por su autora– con la forma –o sea, el lenguaje y la disposición de los versos–. De este modo, los versos fluyen con una naturalidad líquida que, según Oscar Wong, poeta y crítico chiapaneco, encarna “una respiración salmódica, basada en un universo acústico que conduce al lector del plano habitual, cotidiano, a una dimensión estética más dinámica”. En último término, esta primera entrega de Granda Lamadrid gravita con la intensidad de las obras iniciáticas, con la luz de los poemas que anticipan nuevas mañanas.



Estephani Granda Lamadrid, Silencios de agua, Instituto Mexiquense de Cultura (col. Piedra de Fundación / Biblioteca Mexiquense del Bicentenario), Toluca, 2009, 79 pp.



* Reseña originalmente publicada en semanas anteriores en Milenio (Estado de México).

16 de junio de 2010

Tras la deslumbrante identidad en Vértigo y fruto, de Yunuen Esmeralda



Por Margarita Hernández Martínez


Toluca, Estado de México.- Óscar Wong, poeta chiapaneco, sentencia: “entre la libertad de ser y la aspiración de trascender, prevalece la afectividad para transgredir, desafiar y solazarse con las palabras, hasta llegar a la emoción convertida en imagen: he ahí lo que los filósofos conciben como intuición estética”. Efectivamente, un hondo presentimiento por la palabra poética, más allá de sus aspectos formales, constituye el corazón de Vértigo y fruto, la primera entrega literaria de Yunuen Esmeralda.

Publicada por el Instituto Mexiquense de Cultura e incluida en Piedra de Fundación y en la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario, esta colección de poemas concilia el asombro y el descubrimiento de todos los días con el contacto instantáneo y permanente con la verdad del ser humano. Dividida en cuatro apartados –como los cuatro puntos cardinales, los cuatro elementos y las cuatro estaciones: es decir, como la esencia totalizadora de la vida–, se sostiene alrededor de un lenguaje desbordante, fuerte y preciso, repleto de metáforas bellas e inesperadas.

La primera parte, “Cantos de media luna”, reúne siete poemas en los cuales el diálogo entre los amantes deriva en una intensa búsqueda personal, encarnada en la interacción entre versos cortos y largos, que rozan la prosa poética. En segundo lugar, “Coyolxhauqui” engloba cuatro textos de aliento creciente, los cuales tejen su inspiración alrededor de la imaginería prehispánica. De esta manera, se encuentran poblados de aguamiel, espinas de maguey, nombres de divinidades y evocaciones a sitios arqueológicos que, de nueva cuenta, desembocan en la exploración de la identidad personal.

Por otro lado, “Sólo se habita” contiene un único poema, en el cual predomina la experimentación, tanto en el terreno verbal como en el formal; así, las palabras y su disposición en la página guardan una íntima correspondencia con las ideas centrales de cada texto. Finalmente, “Por eso hay que romperse” agrupa dieciséis poemas que, a través de una voz sabia y sentenciosa, plena de humor y cercana al lenguaje coloquial, aspira a indagar otra vez en el origen y a reconocer los fragmentos del caos, sobre todo dentro de la rutina que supone la vida cotidiana.

Así, con construcciones verbales que se acercan al versículo, Yunuen Esmeralda consigue crear poemas de una sonoridad plena y rotunda, provistos de emoción y, al mismo tiempo, de una propuesta estética que invita a detenerse en el poder de las palabras. Impulsadas por un universo de imágenes fecundas, de emotividad y estremecimientos, sus páginas se dejan vislumbrar en “un crecer de eternidades en fuga”, en el cual la luz y la sombra se confunden y se adensan. Por último, sus lectores podrán comprobar que “hay belleza en lo impensado”, pues la propuesta poética de Vértigo y fruto se desarrolla entre la serenidad, la sorpresa y la memoria.



Yunuen Esmeralda, Vértigo y fruto, Instituto Mexiquense de Cultura (col. Piedra de Fundación / Biblioteca Mexiquense del Bicentenario), Toluca, 2008, 74 pp.



* Reseña originalmente publicada en semanas anteriores en Milenio (Estado de México).

14 de junio de 2010

Una exposición (y un poema para desnudarse)



Desnudarse sigue siendo un misterio. Por ello, el arte sigue explorando la secreta perfección del cuerpo humano, construido a la medida del deseo -sereno o tempestuoso- de quien lo mira. En estos días -y hasta el 22 de agosto- el Museo Felipe Santiago Gutiérrez -ubicado en Nicolás Bravo 303, colonia Centro, a un costado del Palacio de Gobierno- aloja Sueños y realidades, una exposición de desnudos en gran formato de Abel Jiménez que se complementa, además, con este bello poema de Vicente Quirarte. Les dejo las dos cosas (una de las pinturas, una transcripción del texto), con una invitación para disfrutarlos en su compañía preferida: la calidez o el silencio.



Preludio para desnudar a una mujer


Que esté, de preferencia, muy vestida.
Por eso es importante que las medias
sigan cada contorno de sus muslos: que disfruten
la pericia, el estilo del tornero
que supo darles curva de manzana,
maduración de fruto al punto de caída.
Goza de la tela perfumada
encima de los jabones y los ríos.
Acaríciala encima: su vestido
es la piel que ha elegido para darte.
Primero las caderas:
es la estación donde mejor preparas
el viaje y sus sorpresas. Cierra los ojos.
ya has pasado el estrecho peligroso
que los manuales llaman la cintura
y tus manos se cierran en los pechos:
cómo saben mirar, las ciegas sabias,
el encaje barroco de la cárcel
que apenas aprisiona dos venados
encendidos al ritmo de la sangre.
Si los broches y el tiempo lo permiten,
anula esa defensa: mientras miras sus ojos
deslízale el sostén. Y si protesta
es tiempo de estrecharla.
Acércala a tu boca y en su oído
dile de las palabras que son mutuas.
En un ritmo creciente, pero lento,
trabaja con los cierres, las hebillas,
los bastiones postreros de la plaza.
Aléjate y admírala: es un fruto
que pronto será parte de tu cuerpo
y tu sed de morderla es tan urgente
como la del fruto que anhela ser comido.
Has esperado mucho
y tienes derecho a la violencia.
Deja que la batalla continúe
y que el amor condene a quien claudique.

11 de junio de 2010

Una vuelta al sol



El primer año se me ha hecho eterno: me han pasado tantas vidas encima. He perdido el objetivo en más de una ocasión: lo he recuperado con más de una certeza. Han callado mis palabras: he coleccionado imágenes, texturas, aromas, sonidos encarnados en nuevas personas. El aire es distinto: pureza, alquitrán y nebulosas. A pesar de todo, sé que existe un destino más o menos fijo. Por eso transcribo este poema que, a pedacitos, leí alguna vez en un libro de Enrique Villada, junto con una foto de Jan Saudek, de esas que saben traducir el asombro y la nostalgia. A sonreír para otra vuelta al sol.


Ítaca
Constantino Cavafis


Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca,
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
o al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones y a Cíclopes,
ni al fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.

Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperla y coral, y ámbar y ébano,
perfumes deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.

Aunque pobre la encuentres, no te engañara Ítaca.
Rico en saber y en vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Ítacas.

10 de junio de 2010

Manifiesto futbolista (colaboración espontánea)



Seamos honestos: a muchos, el Mundial, simplemente, no nos interesa. Sin embargo, eso no es pretexto para dejar de sonreír con los demás. Para muestra, basta observar esta colaboración espontánea, llegada a mi correo hace algunos días.


Manifiesto futbolista


Faltan pocos días para que, como diría Marinetti, “arranque” el Mundial de Futbol Sudáfrica 2010. La comunidad literaria de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de México está consciente de que, durante estas semanas, no se va a hablar ni de libros ni de escritores. No lo deplora. Por el contrario, emite sus respetuosas congratulaciones para con la celebración y, en orden de reparar sus característicos desencuentros con el balompié, se une a los festejos, con la firme intención de salvar carnavalescamente la inmarcesible querella entre la letra y la pata.

Llamamos, pues, humildemente, la atención del respetable: público, jugadores y técnicos directores, pasados, presentes, futuros e imperfectos, sean éstos nacionales o extranjeros, y los conminamos fervientemente a transitar del impresionismo al expresionismo, o lo que es lo mismo: a dejar de torcerle el cuello al cisne de engañoso plumaje.

No sabemos, nos importa un pito, que no hayamos llegado como equipo a una final del Mundial o que siempre fallemos el último penal. ¡Pero eso sí! –y en esto somos irreductibles– no perdonamos una Selección que no sepa volar.

En vista de lo acaecido y sin mayor dilación, el Grupo Organizado de Líricos (GOL, por sus siglas en español) se entigrece al lanzar su más actual


Manifiesto futbolista


Resumido en los siguientes puntos:

1) Reducción del futbol a su elemento primordial: el Gol.
2) Un Gol en movimiento es más hermoso que el Caballito de Reforma (¿La Fuente del Águila, el Monumento al Bicentenario?).
3) Nunca se ha metido un solo Gol en el futbol.
4) ¿Qué es el Gol? Nada, si no se gasta; nada, si se malgasta.
5) Cuauhtémoc es surrealista en el Gol.

Proponemos entonces, a modo de ejemplo y otorgando al lector la libertad de echar a volar su imaginación, el enfrentamiento entre la Selección de la Literatura Latinoamericana vs. Resto del Mundo. He aquí las alineaciones sugeridas.

1) Por la Selección Latinoamericana, con una formación 4-4-2, y una estrategia fundamentada en la ofensiva lírica:

a) Delanteros:
i) Octavio Paz: Ariete de trayectoria equivalente a la de Hugo Sánchez, con petulancia similar, sólo que sin el acento de la finada Rocío Dúrcal.
ii) Vicente Huidobro: Jugador chileno muy creativo y vertical. Va siempre a la vanguardia.

b) Mediocampistas:
i) Juan Rulfo: Central, el capitán del equipo. Está resuelto a llevar al triunfo a su selección a como dé lugar, aunque algunos de sus detractores alemanes lo hayan acusado de “llanero”.
ii) Fernando del Paso: Pasó a ser expulsado en el Mundial anterior, pero ha regresado, según él, para cambiar la historia.
iii) César Vallejo: Lateral derecho, llamado El Cholo. Autor del poemario Los heraldos negros, dedicado a los árbitros, cuyos versos dicen: “¡Hay patadas en las espinillas que duelen, yo no sé!”.
iv) Amado Nervo: Lateral izquierdo. Nunca se acomodó a jugar Derecho.

c) Defensas:
i) Juan Ruiz de Alarcón: Tiene un gran parecido con Cuauhtémoc Blanco, pero él sí logró triunfar en España.
ii) Pablo Neruda: Hizo del deporte un arte, a partir de sus obras Confieso que he jugado y Veinte patadas de futbol y un penalti recuperado.
iii) Jorge Amado: Bahaiano, introductor de la santería en los estadios del mundo.
iv) Juan Carlos Onetti: También apodado El Juntacadáveres, por su técnica para discapacitar al oponente.

d) Guardameta:
i) Julio Manotas Cortázar: Su estatura de más de dos metros lo convirtió en uno de los primeros sudamericanos contratados en ligas europeas.

e) Director técnico: Juan José Arreola, producto de la cantera jalisciense, aplica al futbol tácticas del ajedrez.

2) Por la selección del Resto del Mundo, con una alineación 4-4-2 y una estrategia que apuesta por convertir el medio campo en una verdadera tragedia para el oponente:

a) Delanteros:
i) Marqués Divino Sade: Máximo goleador urbi et orbi. Las mete todas. No hay portería que se le resista. Los defensas prefieren dejarlo pasar antes que darle la espalda.
ii) Charles La máquina de follar Bukowski: De ascendencia alemana, representa la prueba palpable de que los gringos ya reconocen un balón de futbol aun cuando no sea ovoidal.

b) Mediocampistas:
i) William Shakespeare: El capitán del equipo y estrella del canon. Fue suspendido hace algunos juegos, cuando Freud le cometió falta dentro del área, a lo que él simplemente contestó, en un impecable español: “Pues chinga tu madre”.
ii) Sófocles: Elegido por los dioses para mover el balón, con capacidad de provocar situaciones explosivas en el área. Siempre lo siguen sus corifeos.
iii) Víctor Hugo: Excelente medio de contención, surgido de los miserables arrabales parisinos.
iv) Fernando Pessoa: Versátil jugador, puede desempeñar varias funciones en el campo, con el simple expediente de cambiarse el nombre y llamarse, por ejemplo, Leonardo Cuéllar.

c) Defensas:
i) Dante: Jugador del Fiorentina, próxima contratación del Toluca para hacer junto con Edgar Dueñas una auténtica mancuerna infernal en la gélida Bombonera.
ii) Miguel de Cervantes: Seleccionado para echarle una mano al equipo, siempre y cuando no se le atraviesen molinos de viento.
iii) Bertolt Brecht: De origen teutón, autor de la frase “Hay jugadores que juegan una vez y son buenos; hay jugadores que juegan dos temporadas y son muy buenos; hay jugadores que juegan todos los domingos: ésos son los más fauleros”.
iv) Arthur Rimbaud: Precoz crack de origen galo, considerado el eslabón perdido entre el Chicharito Hernández y Gio Dos Santos. Se le toleran sus desmanes públicos y privados, porque se sabe que se va a retirar prematuramente.

d) Guardameta:
i) Franz La Araña Kafka: Famoso portero conocido por sus vistosos uniformes que le dan aspecto de cucaracha. Se rumora que el próximo siempre será su último partido por los achaques crónicos que padece.

e) Director técnico: Fiódor Mijáilovich Dostoievski. Se dice que antes de cada partido, en los vestidores, siempre arenga a su equipo: “Podemos ganar, incluso si somos buenos”.

Finalmente, se propone como árbitro para este encuentro al aeda griego Homero, como abanderados el irlandés James Joyce y el inglés John Milton, y como cuarto árbitro al argentino Jorge Luis Borges, todos ellos nazarenos de nivel internacional reconocidos por su amplitud de miras.

Nota bene: Este ejercicio colectivo de literatura fantástica, hecho al amparo del hálito poético de José Luis Borgues y con menos vacilaciones que las del Vasco Aguirre, fue elaborado con aportaciones del grupo GOL, circunstancial y efímeramente integrado por, en estricto orden alfabético: Jesús Wilfrido del Valle Pérez, Raúl Ferreyra Guzmán, Priscila Galeana Arzate, José Jesús González González, José Luis Herrera Arciniega, Marco Antonio Manjarrez Medina y Daniel Romero Nente.

Una más (para cantar la esquiva identidad)



Las celebraciones del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana comienzan a derivar en actividades concretas, que lo mismo desencadenan la reflexión que sorprenden por sus premisas: México no cumple doscientos años, sino que es el resultado de milenios de historia que, en ocasiones, parecen pasar desapercibidos. Por estas razones, es necesario aprovechar bien las convocatorias relacionadas con estos festejos, convertirlas en una auténtica oportunidad para discutir alrededor de temas tan esquivos como la identidad nacional y regional. En esta ocasión, se trata de la música, un lenguaje que, gracias a su universalidad, consigue penetrar en la consciencia colectiva. Así que, si se dedican a forjar los pasos del sonido sobre el silencio, no dejen de proponer algo nuevo y lean completas las bases. Sólo den clic en la imagen.

8 de junio de 2010

La promoción cultural como política pública



Por Bernardo Aguilar Rodríguez

Una de las funciones del Estado moderno radica en garantizar a sus ciudadanos el acceso a todos los medios que permitan su desarrollo integral, entendiendo por esto desde educación de calidad hasta oportunidades de trabajo. Las herramientas con las que cuenta el Estado para cumplir con este objetivo se asientan en las diversas políticas que se planean y ejecutan persiguiendo fines en concreto. Empero, en nuestro país, aparentemente, la ejecución de éstas se remite exclusivamente a ámbitos económicos, demográficos, empresariales y sociales; así, existe poco o nulo acercamiento a una real promoción de la cultura.

En términos generales, las políticas de Estado que se han enfocado al ámbito cultural –para clarificar la diferencia entre éstas y las políticas públicas, es preciso señalar que, mientras las primeras se formulan desde el gobierno de manera unilateral, las segundas se refieren a las acciones que se realizan conjuntamente; por lo tanto, involucran la intervención del gobierno y los ciudadanos– se han limitado a la divulgación de ciertas esferas del arte, como las escénicas o las de expresión literaria, sin que esto represente un verdadero esfuerzo por hacer que la cultura sea accesible para todos y, aún más, que ésta sea abrevadero para un auténtico crecimiento de la persona. En efecto, se ha impulsado una promoción importante para el teatro, la danza y la poesía, entre otras manifestaciones semejantes, pero no se ha presentado con oportunidad una programación real que encamine una parte de la estructura administrativa hacia el enriquecimiento cultural de todos los ciudadanos.

Ahora bien, valdría la pena interrogarse sobre si esta función es exclusiva del Estado o si, por el contrario, también abre las puertas para la participación no sólo de aquellos que generan y promueven la cultura, sino también para todos aquellos que están interesados en ella. En este sentido, la necesidad imperante estriba en el establecimiento de políticas públicas que, por un lado, activen de manera eficaz el aparato de gobierno diseñado exclusivamente a esta área y, por el otro, sean un canal de constante interacción entre los ciudadanos y el Estado para crear, modificar y ejecutar los planes que se encaminen hacia una verdadera promoción de la cultura.

Lo anterior podría verificarse en un contexto en el cual los impulsores de cultura –sean artistas, gestores culturales o directores de instituciones– y los responsables en la ejecución de la política pública tomaran en cuenta que el arte no es exclusivo de algún estrato social en particular, sino que se debe procurar que abarque al mayor número de personas posibles. Aunado a esto, resultaría conveniente animar a los organismos educativos públicos y privados, en todos los niveles, para que promuevan el interés en sus alumnos de participar en actividades culturales, más no de un modo imperativo, sino como un complemento necesario para su desarrollo.

Finalmente, la responsabilidad cultural tiene que ser compartida. Esperar que el Estado –con todo y su estructura– monopolice el ejercicio de la gestión cultural y que de ello resulte algo eficiente, es históricamente vacuo. Por el contrario, si existe una vinculación constante entre todos los actores sociales y de gobierno para promover con acierto todos los aspectos referentes a la cultura, podremos esperar resultados que satisfagan tanto los planes de la administración en turno como las expectativas ciudadanas que, cada vez con mayor insistencia, reclaman una atención oportuna en el ámbito cultural. Éste, el último de los casos, beneficia a todos e impacta de manera importante en el desarrollo de una nación.



* Artículo originalmente publicado en la plana cultural de El Espectador correspondiente a junio de 2010.

Evoluciones y transformaciones del código teatral



Por Jesús Téllez

¿Realmente el teatro se enfrenta a una decadencia como discurso de comunicación? Es vital debatir alrededor de este tema, a fin de plantearlo desde ópticas distintas. Sabemos que la actividad teatral no puede desaparecer, pues se trata de una expresión innata al ser humano. Sin embargo, en lugar de pensar en reflexiones dirigidas hacia “la muerte del teatro”, pensemos en una posible decadencia de la relación entre el público y el montaje del espectáculo teatral, sobre todo en términos de participación.

Con el transcurso de los siglos, el teatro ha demostrado su capacidad de supervivencia, pero, al mismo tiempo, su lenguaje ha mantenido cambios constantes. Éstos se derivan, por una parte, de su contexto; por otra, de los paradigmas estéticos que rigen su creación o su representación. Esta idea de “supervivencia” puede compararse –aunque parezca un ejemplo un tanto extremo– con razonamientos provenientes de las ciencias biológicas. Así lo hace Ernst von Glasersfeld, quien cita a Jean Piaget para reflexionar sobre la evolución de las especies. Para ello, fundamenta su perspectiva en la negación de la adaptabilidad de los organismos y, en cambio, postula algunas características que les permiten sobrevivir ante su entorno.

Así, el sentido técnico del término empleado por Piaget proviene directamente de la teoría de la evolución. En este contexto, “adaptación” se refiere a un estado de los organismos que se distingue por la generación de condiciones para garantizar su supervivencia en un ambiente determinado. De manera contrastante, las ciencias humanas –y, en especial, las artes– se encuentran en permanente estado de sobrevivencia, no de adaptabilidad, ya que, más allá del determinismo de la biología, no se fundamentan en principios absolutos. De este modo, la forma de representación y exposición en el arte es capaz de destruirse, renovarse y redefinirse; como resultado, su naturaleza está ligada a la deconstrucción de paradigmas.

A partir de estos asertos, Glasersfeld agrega que “en la filogenia, ningún organismo puede modificar activamente su genoma y generar características que le permitan adaptarse a un ambiente específico. Según la teoría de la evolución, la modificación de los genes es siempre un accidente […]. La naturaleza no selecciona al más apto, meramente deja vivir a aquéllos que tienen las características necesarias para manejarse en su entorno”.

En efecto, parece que éste es el caso del teatro y del arte en general. El teatro, entendido como una disciplina humanística, se transforma con cada periodo de la humanidad, pues ésta misma se redefine alrededor del significado de la existencia, la belleza, la muerte y la vida, por mencionar sólo algunos conceptos. Quisiera, entonces, concentrarnos en este punto para llevar estas reflexiones a un plano distinto del discurso teatral. De este modo, nuestro enfoque no se limita al andamiaje de este tipo particular de creación artística, sino que comprende al interlocutor de su discurso, el cual consideramos en pleno proceso de extinción.

Anteriormente, mencionamos que el teatro no puede acabar nunca, pero, ¿qué pasa con el espectador? ¿Puede adaptarse a un ambiente modificado o simplemente es apto para sobrevivir a un entorno en constante movimiento? Frente a estas interrogantes, tenemos la certeza de las distintas variables que han asumido tanto espectadores como discursos teatrales. En efecto, el teatro responde a diversos propósitos, en concordancia con una gran diversidad de aficionados. Este amplio espectro de posibilidades se entrelaza, por un lado, con una búsqueda tanto personal como colectiva; por otro, con un sentido peculiar de la identidad y de la pertenencia. De este modo, la articulación de múltiples discursos para múltiples audiencias contribuye, implícitamente, al sentido de regionalización.

Por otra parte, esta circunstancia ha conducido, desde hace varios siglos, al surgimiento de clases específicas de representación teatral, a las que acude un público igualmente específico. Así, podemos hablar de teatro experimental para especialistas, teatro burgués para burgueses, teatro académico para universitarios. De manera paralela, la diversidad de los discursos teatrales ha desembocado en la puesta en crisis del teatro como agente unificador de sectores políticos, capas sociales y grupos generacionales. Sin embargo, lo más preocupante es que el público de las artes escénicas se ha fragmentado en justa correspondencia con la sociedad actual, lo cual difumina la noción de un entretenimiento o, en todo caso, de una convivencia auténticamente comunitaria.



* Artículo publicado originalmente en la plana cultural de El Espectador, correspondiente a junio de 2010.

6 de junio de 2010

Otra convocatoria (para explorar el agua y el color)



Como cada año, el Museo de la Acuarela se encargará de la organización del Premio Tláloc, un certamen de pintura que ha ganado prestigio y ha conseguido enriquecer el acervo permanente de este espacio. A continuación, el boletín de prensa; además, para leer la convocatoria completa, den clic en la imagen.


El Instituto Mexiquense de Cultura
convoca al Premio Tláloc 2010


Toluca, Estado de México.- El Instituto Mexiquense de Cultura, a través del Museo de la Acuarela del Estado de México, convoca al 4° Concurso de Acuarela “Premio Tláloc 2010”, actividad con la cual aspira a fortalecer, enriquecer y diversificar las expresiones artísticas que, de modo permanente, se renuevan en nuestro país. Al mismo tiempo, este certamen se enmarca en las celebraciones del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana, razón por la cual las obras participantes deberán sujetarse a estas líneas temáticas.

De esta manera, podrán concursar todos los artistas plásticos que trabajen con la acuarela pura, quienes podrán presentar sus propuestas en dos categorías: tendencia tradicional, relacionada con enfoques realistas y naturalistas, y nuevas tendencias, vinculadas con puntos de vista abstractos, expresionistas y experimentales. Habrá un premio único para ambas categorías, consistente en un diploma, un trofeo y $12,000.00. Asimismo, el jurado –conformado por reconocidos artistas y expertos en la materia– designará diez menciones honoríficas. El resto de los concursantes recibirá una constancia y tendrá la oportunidad de participar en la selección de la obra que integrará la exposición correspondiente.

Las obras concursantes deberán haber sido producidas a lo largo de 2010, ser originales y no encontrarse suscritas a ningún otro certamen o exposición. Se presentarán en formato horizontal o vertical, de 53 x 35 centímetros, sobre cualquier soporte con marco sencillo de 6 centímetros y mascarilla o marialuisa de 8 centímetros. En la parte posterior, llevarán una ficha técnica con estos datos: autor, título, fecha, técnica, medidas en centímetros (alto por ancho), reseña de la obra, categoría de participación y precio al público. El incumplimiento de alguno de estos requisitos descalificará la propuesta automáticamente.

La recepción de la obra se llevará a cabo entre el 4 y el 12 de septiembre del año en curso, de las 11:00 a las 17:00 horas, en el Museo de la Acuarela del Estado de México, ubicado en Melchor Ocampo 105, col. La Merced-Alameda, Toluca. Por otro lado, la premiación se efectuará el 26 de septiembre, a las 12:30 horas, en el mismo recinto cultural, en el cual permanecerán expuestas las obras seleccionadas hasta el 31 de octubre.

Finalmente, el costo de inscripción al certamen ascenderá a $350.00, con un descuento de 20% para los socios del museo sede. Asimismo, sólo será posible remitir dos obras por cada artista. Para obtener mayores informes sobre el 4° Concurso de Acuarela “Premio Tláloc 2010”, es posible comunicarse al (722) 2 14 73 04 o enviar un correo electrónico a amaem2006@yahoo.com.mx y a museoacuarela@yahoo.com.mx.

5 de junio de 2010

Una convocatoria (para apropiarse del arte)



La Universidad Autónoma del Estado de México, a través del Museo Leopoldo Flores, acaba de lanzar su convocatoria anual para Arte abierto: arte para todos. Nuevamente, se trata de una buena oportunidad para poner en orden los proyectos, afinar los planes y terminar esas ideas inconclusas que suelen bullir escandalosamente en la cabeza. Para ver la convocatoria completa, den clic en la imagen.

4 de junio de 2010

Oh, París (una invitación muy lejana)



Más allá del idioma, sostengo con Francia una relación de nostalgia y pasión literaria. Así que, cuando leo los periódicos internacionales, no dejo de revisar los acontecimientos culturales de ese lejano –pero hermoso– lado del planeta. Por estos días, se está presentando una exposición curiosamente completa alrededor de una de las figuras icónicas de la poesía europea: Arthur Rimbaud. Aunque –evidentemente– no la voy a ver, me he acordado de un puñado de versos de adolescencias mutuas: pero, mientras Rimbaud se ha quedado en esas antiguas fotografías, yo he seguido creciendo.


La eternidad


Ha sido encontrada.
¿Qué? –La eternidad.
Es la mar enlazada
al sol.

Alma centinela,
la confesión murmuremos
de noche tan nula
y del día en fuego.

De humanos sufragios,
de comunes impulsos,
allá te desprendes
y vuelas según.

Sólo de ustedes,
brasas de satén,
se exhala el Deber
que no dice: al fin.

Allá no hay esperanza,
ningún orietur.
Ciencia con paciencia,
suplicio seguro.

Ha sido encontrada.
¿Qué? –La eternidad.
Es la mar enlazada
al sol.


Sexo, drogas y Arthur Rimbaud


Por Ana Teruel


Apenas se conserva un centenar de páginas de su poesía, el instrumento con el que quiso “cambiar la vida” y que abandonó a los veinte años. Sin embargo, más de un siglo después de su muerte, Arthur Rimbaud parece más presente que nunca. De esa omnipresencia da buena cuenta una deslumbrante exposición en París, acertadamente titulada Rimbaudmanía, la eternidad de un icono –en la Galerie des Bibliothèques–. Disecciona el impacto del poeta maldito en la cultura moderna y, lo que la hace más original, no discrimina entre la alta y la baja cultura.

La muestra, que reúne más de 300 piezas, parte de varios y muy preciados manuscritos del autor. El del poema Vocales, o la carta conocida como “del vidente”, dirigida a Paul Demeny en mayo de 1871. En ella, el escritor le expuso su visión de la poesía. Junto a estos, ediciones de su obra en casi cualquier idioma, y eso incluye el cingalés.

Abarcar el impacto global del poeta no ha sido tarea fácil, asegura Claude Jeancolas, comisario de la muestra y especialista en Rimbaud. Pocos autores pueden presumir de haber inspirado a compositores clásicos variados. Un ejemplo, Las iluminaciones, del británico Benjamin Britten, inspiró una coreografía del maestro Maurice Béjart.

Joan Miró, Fernand Léger o Sonia Delaunay son sólo los más sonoros nombres de la pintura que han ilustrado ediciones especiales de los escritos de Rimbaud, expuestos junto a retratos del artista firmados por Pablo Picasso o Jean Cocteau. También ha sido una fuente de fascinación para fotógrafos, dramaturgos, artistas callejeros o de cómic. ¿Y el cine? A juicio de Jeancolas, aún no se ha rodado la película definitiva sobre Rimbaud. Pier Paolo Pasolini o Carlos Saura coquetearon con la idea, aunque ambos se toparon con problemas de financiación.

La explosión del fenómeno Rimbaud se remonta a los años cincuenta, cuando la figura del poeta salió de los círculos literarios para conquistar la imaginación de generaciones de lectores apasionados. En Francia, el gran salto se produjo en el centenario de su nacimiento; en 1954, la revista Paris Match le dedicó su portada y ocho páginas, bajo el titular de Arthur Rimbaud: ángel o demonio. En Estados Unidos, la figura del poeta en su faceta más irreverente caló en el gran continuo de la contracultura a través de los escritores de la beat generation.

"Lo fascinante de Rimbaud es que cada cual puede reconocerse en él", explica Jeancolas. "Su obra y su vida tienen partes sombrías que cada uno pude rellenar con sus aspiraciones". El Rimbaud relacionado tortuosamente con Paul Verlaine devino icono gay; la prensa juvenil entretiene el mito del adolescente rebelde y los viajeros siempre contarán con el trotamundos que dejó París para explorar las tierras africanas.

Aunque la imagen más presente de todas acaso sea la de la fotografía tomada por Etienne Carjat, que muestra a un Rimbaud adolescente de pelo revuelto y con aspecto de dandy. Un retrato con poderes de seducción planetarios. En la muestra, aparece en camisetas, bodys de bebé, chapas y ¡hasta en un tanga!