Por Margarita Hernández Martínez
Toluca, Estado de México.- El bien y el mal se complementan, de la misma manera que el silencio y el sonido; la luz y la oscuridad; el orden y el caos. Sus relaciones, misteriosas y contradictorias por momentos, no sólo intrigan a los seres humanos: también les revelan emociones como el placer y la culpa; la iluminación y el vacío; el estremecimiento sagrado y la delectación profana. Más allá de las dicotomías, este conglomerado de contrastes es responsable de la fundación de dos disciplinas esenciales para la civilización: la filosofía y la religión. Tan antiguas como la propia conciencia humana, se han desarrollado alrededor de una historia que aborda tanto el sentido de la vida como sus opciones de trascendencia.
De este modo, sus enfoques se han transformado a lo largo de las centurias y, a partir del siglo XX, han adquirido un tono tan disperso como la fe y las ideas personales. Pese a ello, continúan propagándose pensamientos como los recogidos en Y Dios dijo “Yo soy el diablo”, un libro de Jaime García Granados editado por el Instituto Mexiquense de Cultura e incluido en Raíz del Hombre y la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario. Este volumen expone, con términos sencillos y argumentos contundentes, una concepción diferente de la filosofía idealista y del racionalismo trágico.
Para ello, comienza con una cita de Arthur Schopenhauer, quien afirma que “una auténtica filosofía será aquella que muestre el dolor, el sufrimiento y la tragedia que habitan en el corazón de la existencia”. No obstante, desde la perspectiva del autor –quien, además, es doctor en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México–, también contiene un elemento gozoso, que conduce inexorablemente a “liberarse de toda ilusión creada por el pensamiento”. Así, mediante el estudio de lenguas y religiones orientales, particularmente de la India, Tíbet, Tailandia, China y Japón, invita a sus lectores a sumergirse sin temores en la realidad, a ir más allá del bálsamo que ofrecen los dogmas para adentrarse en sus enigmas.
De esta manera, Y Dios dijo “Yo soy el Diablo” aspira a formular una filosofía que, lejos de negar el dolor y la miseria humana, se encuentra abierta a la belleza y al placer. Como resultado, “el arte, la ciencia y la filosofía sólo deben ser puentes capaces de encaminar al hombre a su libertad y su realización”; simultáneamente, “éstos consisten en vivir aquí y ahora, sin cielo, sin eternidad, sin salvación, sin premio ni castigo”. Con una perspectiva concreta, sólo centrada en los sucesos presentes, García Granados repasa un espectro de temas contemporáneos, desde el futuro y la inteligencia hasta el arte y el lenguaje, a través de una tendencia integral que, sin duda, se conectará con la participación activa de sus lectores.
Jaime García Granados, Y Dios dijo “Yo soy el Diablo”, Instituto Mexiquense de Cultura (col. Raíz del Hombre / Biblioteca Mexiquense del Bicentenario), Toluca, 2009, 201 pp.
* Reseña originalmente publicada en semanas anteriores en Milenio (Estado de México).
Toluca, Estado de México.- El bien y el mal se complementan, de la misma manera que el silencio y el sonido; la luz y la oscuridad; el orden y el caos. Sus relaciones, misteriosas y contradictorias por momentos, no sólo intrigan a los seres humanos: también les revelan emociones como el placer y la culpa; la iluminación y el vacío; el estremecimiento sagrado y la delectación profana. Más allá de las dicotomías, este conglomerado de contrastes es responsable de la fundación de dos disciplinas esenciales para la civilización: la filosofía y la religión. Tan antiguas como la propia conciencia humana, se han desarrollado alrededor de una historia que aborda tanto el sentido de la vida como sus opciones de trascendencia.
De este modo, sus enfoques se han transformado a lo largo de las centurias y, a partir del siglo XX, han adquirido un tono tan disperso como la fe y las ideas personales. Pese a ello, continúan propagándose pensamientos como los recogidos en Y Dios dijo “Yo soy el diablo”, un libro de Jaime García Granados editado por el Instituto Mexiquense de Cultura e incluido en Raíz del Hombre y la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario. Este volumen expone, con términos sencillos y argumentos contundentes, una concepción diferente de la filosofía idealista y del racionalismo trágico.
Para ello, comienza con una cita de Arthur Schopenhauer, quien afirma que “una auténtica filosofía será aquella que muestre el dolor, el sufrimiento y la tragedia que habitan en el corazón de la existencia”. No obstante, desde la perspectiva del autor –quien, además, es doctor en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México–, también contiene un elemento gozoso, que conduce inexorablemente a “liberarse de toda ilusión creada por el pensamiento”. Así, mediante el estudio de lenguas y religiones orientales, particularmente de la India, Tíbet, Tailandia, China y Japón, invita a sus lectores a sumergirse sin temores en la realidad, a ir más allá del bálsamo que ofrecen los dogmas para adentrarse en sus enigmas.
De esta manera, Y Dios dijo “Yo soy el Diablo” aspira a formular una filosofía que, lejos de negar el dolor y la miseria humana, se encuentra abierta a la belleza y al placer. Como resultado, “el arte, la ciencia y la filosofía sólo deben ser puentes capaces de encaminar al hombre a su libertad y su realización”; simultáneamente, “éstos consisten en vivir aquí y ahora, sin cielo, sin eternidad, sin salvación, sin premio ni castigo”. Con una perspectiva concreta, sólo centrada en los sucesos presentes, García Granados repasa un espectro de temas contemporáneos, desde el futuro y la inteligencia hasta el arte y el lenguaje, a través de una tendencia integral que, sin duda, se conectará con la participación activa de sus lectores.
Jaime García Granados, Y Dios dijo “Yo soy el Diablo”, Instituto Mexiquense de Cultura (col. Raíz del Hombre / Biblioteca Mexiquense del Bicentenario), Toluca, 2009, 201 pp.
* Reseña originalmente publicada en semanas anteriores en Milenio (Estado de México).
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