Por Margarita Hernández Martínez
Toluca, Estado de México.- La naturaleza nos alecciona: la implacabilidad de sus leyes nos recuerdan la maravillosa fragilidad de nuestra existencia. Más allá de las tentativas de la civilización, seguimos siendo criaturas certeramente finitas, al arbitrio de ciclos de vida y de muerte. Alrededor de estas premisas, luminosas y angustiantes a un tiempo, Umberto Almanza ofrece El jardín de los eucaliptos, una primera novela que recoge una historia de amor misterioso y, de manera paralela, atestigua una intensa pasión por los movimientos interiores de un árbol tan simbólico como el eucalipto.
Publicado por el Instituto Mexiquense de Cultura e incluido en Piedra de Fundación y la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario, este libro reúne, en un relato breve y de enorme belleza, la vasta experiencia de Almanza. Su trato constante con la palabra lo ha llevado a desempeñarse como cantautor, actor, locutor y musicalizador; además, ha sido promotor cultural y docente.
De esta manera, no es extraño que El jardín de los eucaliptos posea un espíritu cercano a la canción popular, sumado a un ritmo lírico que, por momentos, se resuelve en la misma seducción del lenguaje. Así lo señala Marco Aurelio Chávezmaya en el prólogo correspondiente, en el cual también profundiza en las características centrales del texto; de este modo, añade que no se trata solamente de “una bien aceitada pieza verbal, sino de un entramado narrativo pleno de resonancias sensuales”.
Éstas se verifican en un sentido muy amplio, pues remiten al espectro de la sensibilidad humana. Los primeros dos apartados, “Caldo de camarón” y “Té de eucalipto”, presentan un repertorio de aromas, sonidos, provocaciones visuales y alusiones táctiles que derivan en un ambiente íntimo, cálido y confesional. Mientras el primero de ellos captura la visión cotidiana de tres voces entrelazadas, apenas diferenciadas por la tipografía y el estilo del discurso, el segundo reproduce un diario agonizante, centrado en la silenciosa evolución de un jardín poblado de recuerdos. En el trayecto, el autor recuerda el descubrimiento del mundo; de esta manera, explora las interacciones entre la vida y la muerte, vinculadas, de acuerdo con los personajes, con “el ritmo dionisiaco de la vida”.
A su vez, éste se traslada de forma simbólica en el eucalipto, que nunca nace ni muere por completo; así, el paisaje cobra una autonomía que también se propaga por “Eucaliptos decapitados”, la tercera parte del libro. En ella, una investigación policial revela los últimos retazos de un relato desgarrador y, en un juego de paralelismos, intenta dilucidar los acontecimientos desarrollados en el jardín, desde la muerte de los amantes hasta el hallazgo de un tercer cuerpo, curiosamente embalsamado.
Con estos elementos, Almanza construye un texto esencialmente dialéctico, en el cual la participación del lector resulta fundamental, no sólo para aprehender un despliegue de evocaciones y metáforas que ponen de manifiesto las expresiones de su sensibilidad, sino para resolver el corazón de los misterios de la trama. Así, El jardín de los eucaliptos se erige como una lectura memorable, que contiene los mejores elementos de la tradición literaria mexicana, desde la relación mística entre la vida y la muerte hasta su superación por medio del amor.
Umberto Almanza, El jardín de los eucaliptos, Instituto Mexiquense de Cultura (col. Piedra de Fundación / Biblioteca Mexiquense del Bicentenario), Toluca, 2009, 74 pp.
* Reseña originalmente publicada en semanas anteriores en Milenio (Estado de México).
Toluca, Estado de México.- La naturaleza nos alecciona: la implacabilidad de sus leyes nos recuerdan la maravillosa fragilidad de nuestra existencia. Más allá de las tentativas de la civilización, seguimos siendo criaturas certeramente finitas, al arbitrio de ciclos de vida y de muerte. Alrededor de estas premisas, luminosas y angustiantes a un tiempo, Umberto Almanza ofrece El jardín de los eucaliptos, una primera novela que recoge una historia de amor misterioso y, de manera paralela, atestigua una intensa pasión por los movimientos interiores de un árbol tan simbólico como el eucalipto.
Publicado por el Instituto Mexiquense de Cultura e incluido en Piedra de Fundación y la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario, este libro reúne, en un relato breve y de enorme belleza, la vasta experiencia de Almanza. Su trato constante con la palabra lo ha llevado a desempeñarse como cantautor, actor, locutor y musicalizador; además, ha sido promotor cultural y docente.
De esta manera, no es extraño que El jardín de los eucaliptos posea un espíritu cercano a la canción popular, sumado a un ritmo lírico que, por momentos, se resuelve en la misma seducción del lenguaje. Así lo señala Marco Aurelio Chávezmaya en el prólogo correspondiente, en el cual también profundiza en las características centrales del texto; de este modo, añade que no se trata solamente de “una bien aceitada pieza verbal, sino de un entramado narrativo pleno de resonancias sensuales”.
Éstas se verifican en un sentido muy amplio, pues remiten al espectro de la sensibilidad humana. Los primeros dos apartados, “Caldo de camarón” y “Té de eucalipto”, presentan un repertorio de aromas, sonidos, provocaciones visuales y alusiones táctiles que derivan en un ambiente íntimo, cálido y confesional. Mientras el primero de ellos captura la visión cotidiana de tres voces entrelazadas, apenas diferenciadas por la tipografía y el estilo del discurso, el segundo reproduce un diario agonizante, centrado en la silenciosa evolución de un jardín poblado de recuerdos. En el trayecto, el autor recuerda el descubrimiento del mundo; de esta manera, explora las interacciones entre la vida y la muerte, vinculadas, de acuerdo con los personajes, con “el ritmo dionisiaco de la vida”.
A su vez, éste se traslada de forma simbólica en el eucalipto, que nunca nace ni muere por completo; así, el paisaje cobra una autonomía que también se propaga por “Eucaliptos decapitados”, la tercera parte del libro. En ella, una investigación policial revela los últimos retazos de un relato desgarrador y, en un juego de paralelismos, intenta dilucidar los acontecimientos desarrollados en el jardín, desde la muerte de los amantes hasta el hallazgo de un tercer cuerpo, curiosamente embalsamado.
Con estos elementos, Almanza construye un texto esencialmente dialéctico, en el cual la participación del lector resulta fundamental, no sólo para aprehender un despliegue de evocaciones y metáforas que ponen de manifiesto las expresiones de su sensibilidad, sino para resolver el corazón de los misterios de la trama. Así, El jardín de los eucaliptos se erige como una lectura memorable, que contiene los mejores elementos de la tradición literaria mexicana, desde la relación mística entre la vida y la muerte hasta su superación por medio del amor.
Umberto Almanza, El jardín de los eucaliptos, Instituto Mexiquense de Cultura (col. Piedra de Fundación / Biblioteca Mexiquense del Bicentenario), Toluca, 2009, 74 pp.
* Reseña originalmente publicada en semanas anteriores en Milenio (Estado de México).
2 comentarios:
adoro este blog, en serio, apenas pude platicar un poco con la arquitecta Bianconi (y de paso cortamos unas ramas en la facultad) y recordaba mucho el primer acercamiento a ella que fue desde este blog. Gracias
¡Hola, Niamm!
Me alegra mucho que te siga gustando este blog y que haya servido de puente entre la arquitecta Bianconi y tú. No hay nada que agradecer: vocesfragmentarias existe para eso, para unir los pedacitos volátiles que somos.
Un abrazo y esperamos continúes visitándonos.
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