Por Margarita Hernández Martínez
Toluca, Estado de México.- Pese a las transformaciones sociales, la literatura persiste en un conjunto de temas que, en plena Guerra Civil Española, Miguel Hernández resumió en términos sencillos: vida, muerte y amor. De esta manera, sus preocupaciones centrales, desde la poesía épica hasta los versos experimentales, radican –en palabras de Octavio Paz– en la apropiación de “nuestra ración de paraíso”; es decir, en los mínimos instantes en los que la existencia abandona su finitud para convertirse en un presente perpetuo.
Estas características se observan en Volver al polvo, un poemario de Juan Carlos Barreto editado por el Instituto Mexiquense de Cultura e incluido en El Corazón y los Confines y la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario. Precedido por un epígrafe de Jaime Sabines, uno de los escritores más influyentes de las letras mexicanas contemporáneas, este volumen explora los pequeños detalles que constituyen “la nostalgia de las cosas simples”.
De este modo, sus páginas inician con “Contraluz”, un texto de largo aliento y actitud introspectiva, oscilante entre la prosa y el verso, en el cual se vislumbra una tendencia definitoria que se prolonga en apartados posteriores. Así, en una atmósfera que tiembla entre la muerte y el sueño, el amor “es nuevo y desconocido”, mientras la ciudad se yergue como un “laberinto descifrado sin sorpresa, árbol caído y olvidado”.
A partir de estos conceptos –que se enriquecen y diversifican a lo largo del libro–, el poeta construye un mundo en el que la reflexión antecede a la acción; así, el ansia contemplativa asociada típicamente con la creación literaria adquiere un tinte contemporáneo, pues los objetos de sus pensamientos son, en efecto, elementos extraídos de la vida cotidiana.
En consecuencia, el paisaje se anima más allá de los movimientos del sujeto lírico: el aire, los edificios, los árboles y los pájaros intervienen activamente para delinear una realidad en la que el vacío cobra la misma importancia que la plenitud. De la misma forma, las estaciones del año, los espejos y las puertas funcionan como símbolos del pasaje entre los acontecimientos más inmediatos –despertar, cocinar, dormir o trabajar– y las regiones del subconsciente, donde habitan los sueños, las esperanzas, los temores y los secretos.
En último término, con un lenguaje fluido y espontáneo, Volver al polvo gira alrededor de la mirada interior, de las posibilidades de diálogo entre la vida –impetuosa y fascinante– y la muerte –angustiante y sigilosa–. Como resultado, se sumerge en la esencia paradójica de la existencia humana, que permite agrupar desde “las cosas de siempre y de nunca” hasta “la luz que sobrevive” tras los gozos y las tormentas. Por estas razones, resulta un volumen de absoluta identificación con sus lectores, pues, a final de cuentas, sólo somos “polvo en este planeta usurpado”.
Juan Carlos Barreto, Volver al polvo, Instituto Mexiquense de Cultura (col. El Corazón y los Confines / Biblioteca Mexiquense del Bicentenario), Toluca, 2008, 83 pp.
* Reseña originalmente publicada en semanas anteriores en Milenio (Estado de México).
Toluca, Estado de México.- Pese a las transformaciones sociales, la literatura persiste en un conjunto de temas que, en plena Guerra Civil Española, Miguel Hernández resumió en términos sencillos: vida, muerte y amor. De esta manera, sus preocupaciones centrales, desde la poesía épica hasta los versos experimentales, radican –en palabras de Octavio Paz– en la apropiación de “nuestra ración de paraíso”; es decir, en los mínimos instantes en los que la existencia abandona su finitud para convertirse en un presente perpetuo.
Estas características se observan en Volver al polvo, un poemario de Juan Carlos Barreto editado por el Instituto Mexiquense de Cultura e incluido en El Corazón y los Confines y la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario. Precedido por un epígrafe de Jaime Sabines, uno de los escritores más influyentes de las letras mexicanas contemporáneas, este volumen explora los pequeños detalles que constituyen “la nostalgia de las cosas simples”.
De este modo, sus páginas inician con “Contraluz”, un texto de largo aliento y actitud introspectiva, oscilante entre la prosa y el verso, en el cual se vislumbra una tendencia definitoria que se prolonga en apartados posteriores. Así, en una atmósfera que tiembla entre la muerte y el sueño, el amor “es nuevo y desconocido”, mientras la ciudad se yergue como un “laberinto descifrado sin sorpresa, árbol caído y olvidado”.
A partir de estos conceptos –que se enriquecen y diversifican a lo largo del libro–, el poeta construye un mundo en el que la reflexión antecede a la acción; así, el ansia contemplativa asociada típicamente con la creación literaria adquiere un tinte contemporáneo, pues los objetos de sus pensamientos son, en efecto, elementos extraídos de la vida cotidiana.
En consecuencia, el paisaje se anima más allá de los movimientos del sujeto lírico: el aire, los edificios, los árboles y los pájaros intervienen activamente para delinear una realidad en la que el vacío cobra la misma importancia que la plenitud. De la misma forma, las estaciones del año, los espejos y las puertas funcionan como símbolos del pasaje entre los acontecimientos más inmediatos –despertar, cocinar, dormir o trabajar– y las regiones del subconsciente, donde habitan los sueños, las esperanzas, los temores y los secretos.
En último término, con un lenguaje fluido y espontáneo, Volver al polvo gira alrededor de la mirada interior, de las posibilidades de diálogo entre la vida –impetuosa y fascinante– y la muerte –angustiante y sigilosa–. Como resultado, se sumerge en la esencia paradójica de la existencia humana, que permite agrupar desde “las cosas de siempre y de nunca” hasta “la luz que sobrevive” tras los gozos y las tormentas. Por estas razones, resulta un volumen de absoluta identificación con sus lectores, pues, a final de cuentas, sólo somos “polvo en este planeta usurpado”.
Juan Carlos Barreto, Volver al polvo, Instituto Mexiquense de Cultura (col. El Corazón y los Confines / Biblioteca Mexiquense del Bicentenario), Toluca, 2008, 83 pp.
* Reseña originalmente publicada en semanas anteriores en Milenio (Estado de México).
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