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26 de abril de 2010

Una invitación (para nuevos alientos)



Es refrescante saber que la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de México no se duerme en sus laureles. Desde hace varios años, se ha convertido en el epicentro de un conjunto de actividades que reúnen tanto la riqueza de las artes como el rigor de la vida académica. Con este enfoque, entre el 3 y el 7 de mayo, recibirá al Congreso Nacional de Estudiantes de Literatura, que se ha celebrado, desde hace siete años, en diversos espacios universitarios de nuestro país.

Esta séptima edición promete varias sorpresas, pues entrelaza la creatividad con la reflexión de manera más evidente y palpable. Para consultar el programa completo, es posible visitar este blog, que también contiene información importante para planear unos días en Toluca.

22 de abril de 2010

Consejos para escribir (con ironías incluidas)



Tan díficil meterse en un corsé como enfrentar la página en blanco: al final, se trata de enfrentarse a moldes inútiles, a una especie de tortura por gusto. Por eso, he visto esta fotografía con una sonrisa nostálgica, emparejada con este conjunto de observaciones que, a pesar de sus coincidencias -algunas bastante oportunas-, recuerdan que los mejores consejos sólo provienen de la experiencia.



La derrota de la página en blanco



Escritores reflexionan sobre la tarea del escritor y ofrecen algunas recomendaciones a los autores noveles en vísperas de la celebración del Día Internacional del Libro.


Enrique Vila-Matas


Consejos a un principiante para enfrentarse a la página en blanco: tratar de driblar a la plúmbea tradición acumulada y buscar percepciones, ideas nuevas. Ahora bien, para driblar es necesario haber leído previamente mucho. Puede parecer paradójico, pero sólo habiendo leído mucho se puede intentar la aventura de ir en busca de la frescura, del gesto que devuelva al arte la potencia que tuvo en sus orígenes. Por eso me sorprenden los escritores jóvenes que dicen escribir sin previamente haber leído demasiado. A los que dicen pasar de Dickens y Proust quiero advertirles que, como la escritura es una carrera de fondo, a la larga pueden quedarse sin una bombilla en su cerebro literario y convertirse en dibujantes de cómics, pero no en escritores. En resumen: se recomienda leer y ser contemporáneos. Esto último parece obvio, pero téngase en cuenta que en la literatura española algo tan simple como ser contemporáneo ha sido generalmente una rareza.


Esther Tusquets


A los muchos escritores principiantes que como editora he tenido ocasión de tratar les he dicho siempre lo mismo: la única forma de aprender a escribir es leer. Tengo poca fe en los talleres de escritura, o en los cursillos donde te preparan para la profesión de escritor. Su eficacia depende de las personas que los dirigen, si éstas son de gran altura es obvio que podemos sacar provecho de sus consejos, pero, aun en este caso, si además de la docencia son ellos mismos escritores, considero preferible leer su obra que asistir a sus clases. El escritor principiante debe leer tanto como pueda y -es otro punto del que estoy segura- debe leer sobre todo a los clásicos. Les aconsejaría también que no partieran del propósito de ser originales, distintos, de hacer a toda costa algo nuevo. Tal vez lo logren, y será magnífico, pero no debiera ser el objetivo primordial. Y nadie que se tome en serio la profesión estudiará los índices de ventas, cuáles han sido los best sellers, qué incentivos estimulan al comprador. Esas míseras funciones puede dejárselas al editor. Y por último les diría que no se tomen demasiado en serio esa supuesta angustia ante la página en blanco: a lo largo de la creación de una obra, hay múltiples momentos de angustia y surgen en los puntos más inesperados. La última página puede generar tantos problemas e inseguridades como la primera.


Juan Gelman


¿Consejos? Para los jóvenes poetas, ninguno. Los únicos maestros son los grandes en lengua castellana y ayudan a encontrar la propia voz. Se busca, entonces, lo mismo que ellos buscaron y hay que ir a la página en blanco virgen de todo mecanismo adquirido en una escritura anterior: cada nueva obsesión tiene su música. Escribir poesía es abrirse camino en uno mismo.


Santiago Gamboa


Conviene, al inicio, imaginar una novela descomunal, pues la escritura es un proceso de pérdida: se sueña con una catedral y al final se logra una iglesia de provincia. Luego, escribir de forma obsesiva, aunque no siempre escribir significa golpear el teclado. A veces basta con pensar intensamente en lo que se está escribiendo. Pero a veces, pues no hay que olvidar que las novelas tienen muchas páginas y alguien debe hacerlas.


Matilde Asensi


Antes de empezar a escribir hay que disfrutar del proceso de creación. En general, todo el mundo considera que teclear en el ordenador es, de hecho, el trabajo del escritor, que la inspiración guía mágicamente sus dedos y que la narración va saliendo mientras se escribe. Pero cuando ese momento llega, ya se han dejado atrás muchos meses (incluso años) de proceso creativo: tus personajes tienen nombres y vidas, tu argumento está completo, conoces las diferentes historias que se trenzarán a lo largo de la obra y ya has documentado la época histórica en todos sus aspectos. En realidad, la fase de creación es la más amplia e interesante; escribir, lo que se dice escribir, sólo es el final del proceso.


Yuri Herrera


No existe eso que llaman bloqueo de escritor. Si no escribes, o no tienes nada que decir, o no es el momento de decirlo, o eres demasiado perezoso para ponerte a trabajar. En cualquier caso no hay por qué angustiarse, el mundo seguirá girando a pesar de tu silencio. Hacer literatura no es un deber. A nadie le urge un escritor. Si uno entiende eso puede tomarse el tiempo necesario para escribir, sin contentarse con la autoconfesión o la escritura automática, formas de la calistenia. Porque el verbo más importante del oficio es rumiar; la literatura se gesta rumiando. Hay que dejar que a uno se le pudran las historias en la cabeza, que fermenten hasta despedir ese olor que indica que ya están listas para ser puestas en palabras.


Arturo Pérez-Reverte


Escribir no es tanto cuestión de talento como de constancia. El trabajo, la dedicación y las lecturas son el camino más directo para tener éxito en la creación literaria. Con el tiempo, los escritores vamos cambiando y no es la misma novela la que escribes con 20 que la que escribes con 40, o con 60, porque tu corazón cambia con el tiempo, pero creo que todo escritor coherente debe pisar siempre el mismo territorio e ir desarrollándolo con los años. El lector siempre debe reconocer tu territorio. Desconfío del autor que cambia de territorio o que no lo deja claro en sus libros.


Antonio Gamoneda


Parto de una actitud permanente en el sentido de que la manifestación o la presencia del pensamiento poético es una parte de mi vida. Ese pensamiento poético, por decirlo de alguna manera, permanece inmovilizado, pero está conmigo todo el tiempo. Y, en algún momento, una parte de mi cerebro que los científicos están localizando, pone en marcha ese pensamiento poético del que hablo, el cual, a mi entender, difiere de cualquiera otra modalidad de pensamiento. Es un lenguaje interior que se activa rítmicamente, en su aparición hay un desencadenante musical, y ese pensamiento rítmico es identificable como pensamiento poético. Lo que no se debe hacer, sin que esto sea una ley de aplicación general, es crear un proyecto, programar, crear unas metas o significaciones previas con fines de escritura poética. No es precisamente el automatismo puro de los surrealistas, pero sí es una actividad que no debe ser intervenida por otras formas de pensamiento. Finalmente, de manera quizá no perceptible para el poeta hasta el final sí aparece un sentido, un conocimiento que se parte del no saber que decía Juan de Yepes al saber, al conocimiento, pero por mecanismos que no son la indagación, el estudio o la indagación previa.


Rafael Gumucio


¿Se puede enseñar a escribir? Claro, con un buen silabario y una profesora paciente no hay niño que no sepa después de unos meses escribir su nombre y el de sus padres. ¿Aprender a ser escritor? Ser escritor es ser por escrito, ser más intensamente, más completamente por escrito que por cualquier otro medio. Todos tienen la facultad de lograrlo. Las materias que se necesitan aprobar son justamente las que no se enseñan en la universidad, pero las que se imparten en cualquier otra parte: la valentía, la honestidad, el descaro, la oportunidad, la lucidez, la gracia. Por otro hacer de escritor es más simple, basta usar anteojos, leer mucho, encerrarse en alguna universidad americana por un semestre, ser jurado de cuanto concurso hay, vestirse de chaqueta de mezclillas y preocuparse por grandes temas, como el mal, el vacío y la cuarta guerra mundial.


Marcos Giralt


Tener presente que la escritura es una disciplina que exige concentración y rigor; no creer en la inspiración sino en el trabajo; saber que éste empieza antes de ponernos a escribir, en la mirada, y que por eso hay que entrenar la pluma tanto como los ojos con los que vemos el mundo; olvidar en lo posible nuestra propia vida, pero convertir la escritura en una prolongación de ella escribiendo solamente sobre asuntos que nos importan; no conformarnos con la primera versión de un texto, releerlo y corregirlo cuanto consideremos necesario; no hacer caso de consejos que contradigan nuestro propio instinto, y elegir cuidadosamente a nuestros modelos, que sean de verdad grandes. Con esto, que no es poco, y un buen diccionario, cualquiera puede enfrentarse a la escritura. Cómo alcanzar el estado idóneo depende de los hábitos y manías de cada cual. En mi caso necesito música y un número suficiente de horas por delante.


Alberto Manguel


Hay áreas en las que ningún consejo vale: nadie jamás ha podido servirse del consejo de otro para saber cómo hacer que un pan con mantequilla no caiga del lado de la mantequilla hacia abajo, cómo recrear un sueño en todos sus detalles, cómo razonar con el Papa, cómo enamorarse. Woolf dijo que para escribir un buen libro hay tres reglas, pero que, desafortunadamente, nadie sabe cuáles son. Forzado a dar consejo a quien quiere escribir, sugiero seis cosas: 1. Leer. 2. Leer. 3. Leer. 4. Leer. 5. Leer. 6. Leer.

20 de abril de 2010

Los libros que somos (reseña robada)



Tengo una multitud silenciosa: un montón de libros que duermen a mi lado, con sus caras de duda y de certeza; con sus líneas cómplices y austeras. Los amo con ese mismo silencio. Con ése que también me solidariza con Carlos Boyero, en estos párrafos de furiosa nostalgia, que transcribo como un recordatorio de fetiches que duran toda la vida.



Libros somos y seremos



“El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez se han inventado, no se puede hacer nada mejor”, sostienen Eco y Carrière en un libro que se titula osada y numantinamente Nadie acabará con los libros.

Imagino que el Apocalipsis no se ha encaprichado exclusivamente de mi barrio, que somos infinitos los náufragos de los objetos, rituales, costumbres y fetiches que alimentaban nuestra alma, que hacían muy grato abandonar el refugio de tu casa para dirigirse puntualmente o al azar a descubrir los nuevos tesoros que te ofrecían los templos. Donde yo habito las primeras en clausurar su espacio mágico fueron las tiendas de discos, incluido un paraíso del vinilo en el que podías encontrar antes o después cualquier tesoro que tuviera relación con el jazz. Después le llegó el derrumbe a las librerías pequeñas, especializadas o heterodoxas, atendidas por gente que no se dirigía automáticamente al ordenador ni adoptaba gesto de marciano cuando les preguntabas por un libro o un autor, extrovertidos o secos pero siempre profesionales, con los que inevitablemente se creaba bendita complicidad. Y en poco tiempo cerrarán los destartalados cines que me resultaban imprescindibles. Entramos en la temible geografía de la desolación. No existen amenazas serias de que tus bares favoritos se transformen en oficinas bancarias, pero el apaleado y sufrido hígado te suplica duraderas treguas. Demasiadas privaciones de cosas que endulzaban la vida o acorazaban la supervivencia.

Y ya sé que en el arca de Noé hay espacio para renovados prodigios adecuados a los tiempos. Que puedes montar la filmoteca en tu solitario refugio con pantallas maravillosas y la deslumbrante imagen y sonido que transmite el blu-ray, que la mejor historia de la música está al alcance de cualquier bebé familiarizado con Internet, que la angustia ante las bibliotecas desbordadas desaparecerá si aceptas el milagro de que todos los libros que amas o que podrás llegar a amar están agrupados en un aparato diminuto, inodoro e incoloro llamado libro electrónico.

A los ingenuos patológicos y a los arrogantes sin causa nos gustaría creer que será una moda pasajera, invento de un día, juguete de snobs. Pero mi alarma se desata cuando me encuentro en los trenes con gente sin huella de impostura, con una pinta estupenda, concentrados durante horas y con expresión feliz en ese sofisticado artilugio que a mí me provoca terror. O cuando un amigo ilustrado que desprende ancestral pasión por el papel impreso me confiesa con alborozo infantil y sin el menor sentido de culpa que ya dispone de la obra completa de Raymond Chandler almacenada en el jodido e-book. Insiste en que fije la mirada y los sentidos en la nueva razón de su existencia, pero sólo consigue de mí un espeluznado “vade retro, Satanás”. Otra persona muy cercana que asocia el libro de siempre a una de los cosas más hermosas e insustituibles que le ha donado la existencia, a la que desde hace tiempo le tortura una incurable lesión de cervicales, con la consecuente incomodidad a la hora de encontrar postura para mantener un voluminoso libro en sus manos, me escandaliza con su absoluta naturalidad y su esperanza ante las ventajas físicas que le proporcionará el libro electrónico a su eterno éxtasis. Sospecho que acabaré regalándole ese prosaico invento del diablo, aunque siempre lo mantendré lejos de mi vista y de mi tacto. Sólo me faltaba pillar otra adicción indeseada, reemplazar el sagrado crujido de las páginas, los subrayados, las ilustraciones, por la odiosa asepsia de una pantalla diminuta.

Por ello, un libro que se titula osada y numantinamente Nadie acabará con los libros posee valor de militancia. Si lo firman Umberto Eco y Jean-Claude Carrière el festín es previsible. Sabía de los méritos narrativos, ensayísticos y semióticos del autor de esa compleja preciosidad llamada El nombre de la rosa (qué miedo el de los monjes asesinos y el de los inquisidores de cualquier época al subversivo peligro de los libros) y de la capacidad de Carrière (qué envidia haber pasado tantos años en el círculo íntimo de Buñuel) para crear guiones de lujo, pero desconocía su fascinante poder oral, el don de poder hablar entre ellos con profundidad, inteligencia, datos, sabiduría, humor y amenidad de tantas cuestiones humanas y divinas protagonizadas o derivadas de los libros. Su erudición excluye la pedantería, la ironía les permite apasionarse por los delirantes hallazgos de la estupidez, su pensamiento es tan libre como poderosos y entendibles sus argumentos, expresan con fluidez y talento lo que conocen, intuyen y sienten. Lees estas impagables conversaciones de un tirón aunque hagas pausas para darle vueltas a sus certidumbres y sus dudas, te asombra su cultura y su talento, su percepción de las personas y las cosas a través de los viajes, su original interpretación de la Historia, su obsesiva aventura persiguiendo incunables. Te gustaría ser testigo de las inflexiones de su voz, de su expresividad física, de la transparente química que se establece entre dos cerebros y personalidades tan poderosas, pero no se puede tener todo. Para ello, este apasionante encuentro tendría que poseer el formato de un documental o de un programa de televisión. A lo peor, disminuía la magia. Tal vez el espacio natural de una conversación sobre el inacabable universo de los libros debe ser el propio libro.

Eco y Carrière están convencidos de datos tan paradójicos como que las gallinas tardaron un siglo en aprender a no cruzar la calle y de que no hay nada más efímero que los soportes duraderos. También de que “el libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez se han inventado, no se puede hacer nada mejor”. Que venga Dios o los profetas de las nuevas tecnologías a desmentir verdad tan necesaria.

19 de abril de 2010

Una invitación (para despertar los sentidos)



La Alianza Francesa de Toluca, en colaboración con numerosas instancias, continúa desarrollando un programa artístico plural y atractivo. Esta vez, invita a la exhibición de Amanecer, un filme originalmente mudo que se complementa con la propuesta musica de Alain Pennec y Sébastien Bertrand. De este modo -según sentencia la información promocional-, la música se plasma en imágenes y las imágenes bailan formando un círculo poético y sensible, que une la tradición con la modernidad, la luz con la sombra. Así, la película desarrolla su historia entre el sonido de los acordeones tradicionales de Bretaña, con el objetivo de compartir emociones entre un público a la vez cinéfilo, amante de la música y la curiosidad. Habrá que darse una vuelta, despertar los sentidos, compartir las emociones.

18 de abril de 2010

Una convocatoria (motivante y persistente)



Nuevamente, el Instituto Mexiquense de Cultura convoca a los escritores en lengua española a participar en su Fondo Editorial, uno de los más extensos y extrañamente variados del país. Para leer las bases completas (y tener, por lo menos, un pretexto para terminar de escribir esas páginas pendientes), den clic en la imagen.

6 de abril de 2010

Una invitación (con sabor al futuro)



Hace unas semanas, el Museo de Arte Moderno del Estado de México inauguró una magnífica exposición centrada en el paisaje mexiquense. Aunque giraba alrededor de un tema conservador, la calidad de su ejecución, sumada a su creatividad en la exploración de la luz, la convirtió en una experiencia verdaderamente memorable.

En esta ocasión, el mismo recinto museográfico invita a contemplar Percepción, una muestra de Judy Milazzo que, a través de la luz y la sombra; del flujo y la solidez; del color y la transparencia, salta de la lo figurativo a lo abstracto, para expresar una idea muy concreta sobre el espacio urbano y el mundo interno. La inauguración -cuya entrada es libre- se llevará a cabo el próximo 9 de abril, a las 13:00 horas, en el Centro Cultural Mexiquense (Boulevard Jesús Reyes Heroles 302, delegación San Buenaventura, a un costado del Parque Alameda 2000). Para observar una probadita de estas obras, es posible visitar este enlace, aunque, por supuesto, no sustituye el contacto directo entre la obra y el espectador.

5 de abril de 2010

En el mar de las naciones: el Museo Modelo de Ciencias e Industria



Por Margarita Hernández Martínez

El Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana se han transformado en una confusa marea de festejos. Desde la construcción de nuevos museos –provistos de un difícil y, en ocasiones, dudoso planteamiento– hasta la edición de bibliotecas consagradas al tema –colmadas, sin embargo, de numerosas digresiones–, han inspirado una confluencia de actos esencialmente culturales que, a pesar de sus buenas intenciones, extravían su significado en aras de un sentimiento patriótico que, para bien o para mal, se ausenta de nuestra percepción nacional el resto del tiempo. De este modo, las celebraciones vinculadas con estos temas se encuentran atadas a la subjetividad de las instituciones que las organizan, con lo cual corren el riesgo de convertirse, desafortunadamente, en expresiones de autocomplacencia irreflexiva.

Por estos motivos –más allá de la efervescencia de los centenarios, sólo comparable con la rica extravagancia afrancesada desplegada durante el Porfiriato–, merece la pena contrastar las experiencias culturales mexicanas con aquéllas que se desarrollan en otras latitudes. En noviembre del año pasado, el Museo Modelo de Ciencias e Industria (Miguel Hidalgo y Costilla 201, en el centro histórico de Toluca) anunció la inauguración de la Exposición de las Naciones, un ciclo de muestras mensuales destinado a desvelar la mirada de España, Francia, Alemania, Chile, Estados Unidos, Filipinas, Cuba, Guatemala, Japón, Líbano y Argentina alrededor de nuestro país.

De este modo, encarna un ejercicio multidisciplinario, que engloba desde expresiones artísticas hasta revaloraciones científicas, pasando por manifestaciones pictóricas, escultóricas y musicales; ciclos cinematográficos y degustaciones gastronómicas que, en último término, resumen las raíces del intenso folclor que, inevitablemente, florece en las sociedades contemporáneas. Así, aspira a establecer un lazo más sólido con las afinidades históricas y los constantes intercambios que –también, más allá de la diplomacia– ha mantenido México con las naciones invitadas, tanto en los ámbitos culturales como en sus implicaciones étnicas. Según explica Rocío García Gómez, directora de este espacio museográfico, “la intención radica en que cada país enseñe cómo ve su relación y su influencia con el nuestro. Cada uno contará con un mes completo para presentar su regalo de cumpleaños para México”.

No obstante, más que un regalo amistoso y halagador, esta serie de exposiciones constituye una amplia interrogación acerca del papel que desempeña la cultura mexicana en el complejo panorama internacional. Surcada por las íntimas contradicciones que caracterizan a la auténtica belleza, muchas veces permanece ignorada por sus propios forjadores. Así, frente a la carencia general de educación y de difusión mediática, no existe un interés genuino y duradero por sus múltiples vertientes; tampoco ha surgido un sistema de análisis, interpretación y disfrute que permita desde su abordaje académico hasta su arraigo entre el público no especializado. Por estas razones, las disparidades adquieren un tinte más violento: por ejemplo, mientras en Francia, España, Alemania, Cuba y Argentina los índices de lectura se mantienen elevados y estables, México sigue luchando contra un analfabetismo funcional de raíces profundas; paralelamente, la asistencia a los museos –no sólo en nuestra entidad, sino en todo el país– ocupa un lugar exiguo entre nuestras actividades de esparcimiento.

Más allá de emprender una búsqueda de culpables –empresa que se antoja complicada e inútil, pues involucra la intervención de incontables factores, desde productores y consumidores de arte hasta gestores y promotores de cultura–, la honda diversidad que puebla la Exposición de las Naciones invita a encontrar soluciones acordes con nuestra realidad. Por un lado, ha apostado por una óptica selectiva y cuidadosa, encaminada a ofrecer exhibiciones y espectáculos de calidad que respeten la naturaleza de las celebraciones del Bicentenario. Por otra parte, ha procurado una estrategia de publicidad fundada tanto en las alternativas habituales, como la prensa, la radio y la televisión, como en los medios electrónicos, como los sitios de internet y las redes sociales. Éstas últimas se han distinguido por su coherencia: sin perder su enfoque moderno e inmediato, presentan información bastante completa, con una redacción limpia y accesible, en la cual se trasluce un necesario respeto por la lengua española.

De esta manera, el ciclo de exposiciones arrancó, durante enero y febrero, con 300% Spanish Design, un recuento de la aportación ibérica a la cultura del diseño internacional a lo largo del último siglo. El acervo, que incluyó muebles, carteles y pinturas en distintas técnicas, combinó una rica nómina de artistas plásticos, entre quienes destacaron Antoni Gaudí (Ruidoms, 1852 - Barcelona, 1926), Pablo Picasso (Málaga, 1881 - Mougins, 1973), Joan Miró (Barcelona, 1893 - Mallorca, 1983) y Salvador Dalí (Figueras, 1904 - 1989); además, ya había protagonizado exhibiciones en distintos espacios de Atenas, Lisboa, Pekín, Shangai, Sao Paulo, Bogotá y Costa Rica. Con una tendencia menos inclinada hacia la densidad de los íconos –pero igualmente transversal y revisionista–, se ha prolongado, en marzo y abril, con Cultura francoalemana, un conjunto de exposiciones artísticas, conciertos, conferencias, proyecciones de cine y muestras gastronómicas que entrecruzan la delicada sensualidad francesa con el inquisitivo espíritu alemán.

Inspirada en los antiguos gabinetes de ciencia –que lo mismo albergaban modelos de anatomía animal que posibles concepciones del universo–, Cultura francoalemana comprende algunas cuestiones ligadas con la astronomía, la salud y el medio ambiente; en idéntico sentido, engloba los últimos avances de las investigaciones relacionadas con el descubrimiento del sistema solar, la lucha contra el paludismo y el calentamiento global. De manera paralela, propone una visión particular de la fauna y la flora latinoamericanas, a través de los estudios de Alexander Von Humboldt (Berlín, 1769 - 1859) y Aimé Bonpland (La Rochelle, 1773 - Santa Ana, 1858), exploradores y naturalistas que –quizás sólo de forma tangencial– atestiguaron los movimientos independentistas del subcontinente.

La veta artística se imbrica, de manera delicada y altamente evocativa, con esta excepcional temporada de agitaciones y hallazgos. En primera instancia, Ruth Tesmar (Postdam, 1951) ofrece El ascenso al Chimborazo, una interpretación pictórica de las aventuradas expediciones de Von Humboldt. En una aproximación lúdica, oscilante entre la gracia ornamental y la sutileza introspectiva, esta profesora alemana configura un juego de collage, montaje y caligrafía, en el cual el equilibro de la estética se funde con la ardiente vitalidad que emana de todo descubrimiento.

Por otro lado, Willy Ronis (París, 1910 - 2009) explora las calles y las intimidades de su ciudad natal en Al filo del azar, una exposición retrospectiva que gira alrededor de la luz y la sombra; lo público y lo privado; la ausencia y la presencia; la lucha social y los instantes solitarios. Centrada en el cambiante rostro de Francia desde la década de 1930, se desenvuelve en sesenta y tres fotografías rigurosas y sensibles, en las cuales la fluidez de los ritmos se entrelaza con una composición tan bella como estricta. Así, el desfile del 14 de julio de 1936, el retorno de un prisionero en abril de 1945 y la Plaza des Vosges en 1985 conviven con niños que corren por los barrios populares de la capital y que se esconden para jugar debajo de unas escaleras; con enamorados que se besan y se separan en silencio; con obreros que trabajan y protestan. A pesar de esta extraordinaria variedad, es notoria la ausencia de retratos posados. “Me gustaba mucho más el movimiento, la gente, los hechos, las cosas que se mueven”, afirmó alguna vez este artista de la segunda posguerra, cuyo sentido de la naturaleza humana se trasmina a la propia definición del arte moderno. Para consultar más información alrededor de esta serie de actividades –que continuarán a lo largo de abril–, es posible visitar www.culturafrancoalemana.htm.mx.



* Artículo originalmente publicado en la página cultural de El Espectador, correspondiente a abril de 2010.