RSS

16 de diciembre de 2011

De la figuración a la abstracción: una trayectoria por Holistic Landscape. Variantes del paisaje, de Juan Luis Rita



Por Margarita Hernández Martínez


Desde el siglo XVII –con su consagración como género autónomo, entre las delicadas pinceladas flamencas y holandesas–, la pintura del paisaje se ha desenvuelto en una tradición tan sólida como contrastante: marcada por los vaivenes de la barbarie a la civilización; de la memoria bucólica a la inmediatez urbana; de la objetividad absoluta a las digresiones de la interpretación, encarna una de las vertientes con mayor permanencia y transformaciones artísticas, que ha superado su simple papel de acompañamiento –como fondo de escenas y retratos– para configurar una tendencia con características y propósitos propios –capaz de pervivir más allá de los detalles instantáneos de la fotografía–. Así, ejemplifica dos preocupaciones esenciales del ser humano –y, por extensión, de las expresiones visuales–: la identificación individual con el entorno –oscilante entre el reconocimiento y el asombro– y su transfiguración mediante la experiencia y la mirada –tan diversa y, al mismo tiempo, tan consistente con los planteamientos historiográficos, desde los trepidantes búfalos de las cuevas de Altamira hasta la imbricación material e ideológica de las manifestaciones actuales, con desiguales resultados–.

Heredero –y, tangencialmente, transgresor– de este amplio bagaje de significados, Juan Luis Rita (Ciudad de México, 1972) presenta Holistic Landscape. Variantes del paisaje, una serie de acrílicos y óleos que, conceptualmente, recurre a este género pictórico para explorar las confluencias entre la realidad y sus metamorfosis estéticas; la percepción individual y la emoción colectiva; la figuración y la abstracción. Abierta en el Museo de Arte Moderno del Estado de México –Boulevard Jesús Reyes Heroles 302, delegación San Buenaventura, Toluca– hasta el próximo 29 de enero, esta exposición recorre –en veinticinco eclécticas piezas de mediano y pequeño formato– las facetas sucesivas de la descomposición de una variedad de escenarios campestres y citadinos, desde volcanes inmersos en niebla hasta edificios coronados de luna y de smog, pasando por árboles bañados de luz, senderos extraviados en la perspectiva horizontal y colores superpuestos que apenas insinúan la presencia vegetal. De esta manera, consigue ilustrar –más allá del afán eminentemente didáctico– la evolución lógica de los procesos creativos desde un panorama doble: como la apropiación de una tradición –que persiste más allá de su propuesta, aunque se enriquece con ella– y como la probabilidad de integración introspectiva del paisaje –en la cual radican tanto su innegable subjetividad como su acendrada belleza–.

De este modo, la muestra del también fotógrafo, museógrafo, crítico y promotor cultural asciende a una configuración holística que justifica tanto su nombre como sus intenciones: reúne las dispersiones interpretativas del paisaje, la naturaleza y la intervención humana –ineludiblemente ligadas a sus más de veinte años de trayectoria multidisciplinaria– y les concede un sentido distinto, relacionado, por un lado, con la composición interna de las piezas –en las cuales los elementos se desatienden o se exageran, para profundizar en sus posibilidades expresivas– y, por otro, con la proyección de su conjunto en el espacio –la cual construye un discurso estético que dialoga con la historia y la tradición–. En consecuencia, recursos como la luz y la sombra; los contrastes y los claroscuros; la sugerencia de volúmenes y texturas, se condensan en la gestación de ambientes que, impregnados por una paleta que roza la monocromía o estalla en colores intensos, encuentran su impresión última en la apreciación de los espectadores.

Así, desprovistas de cédulas y montadas directamente sobre muros de tonos discretos, en una sala pequeña con iluminación natural, las obras que constituyen Holistic Landscape. Variantes del paisaje despliegan la transgresión de lo meramente fidedigno y sorprenden por su ductilidad visual. Mientras conservan la espontaneidad fundamental de la primera intención, también transmiten la delicada depuración de los detalles planificados. Como resultado, la exposición se define por un indiscutible aliento experimental que, según su autor, “pretende la trascendencia del cambio y del atrevimiento, puesto que reúne aspectos visuales, conceptuales y hasta filosóficos, en una misma proposición”. En efecto, una muestra con estas características –presentada con humildad, pero sustentada en un vasto conocimiento, teórico y práctico, de las generalidades de la pintura y las particularidades del paisaje– rememora los principios genésicos y evolutivos del arte –en toda su amplitud, más allá del sonido y el silencio; del movimiento y la quietud; de las palabras y el hallazgo de nuevos lenguajes–: la transformación del exterior al interior; la mediación de la subjetividad en la aprehensión de las figuras cotidianas.


* Texto originalmente publicado en la página cultural de El Espectador, correspondiente a diciembre de 2011.