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28 de septiembre de 2009

Demasiada felicidad (ensayito robado)


En estos meses –tal vez los más dolorosos y los más bellos de mi vida–, me he preguntado acerca de la felicidad. De dónde viene. A dónde va. Para qué sirve. A qué huele. Por qué se aferra al tiempo muerto y nunca sabe a presente.

La respuesta se me vuelve simple cuando tarareo Happiness is a warm gun y leo artículos como éste, de Antonio Muñoz Molina. Lo reproduzco aquí como un recordatorio ácido, como una brizna de sol para todos aquellos que nos sentimos fuera de lugar y de tiempo: demasiado cerca o demasiado lejos; demasiado tarde o demasiado temprano. Para quienes comprendemos que la felicidad, más allá de las apariencias, transcurre a solas, en paz, en silencio.


Ida y vuelta:
Demasiada felicidad


Nunca he tenido la certeza de vivir en un solo mundo, la tranquilidad de una sola pertenencia indudable. Creo que en parte ése es el destino de muchas personas de mi generación y de mi clase social. Nos hicimos adultos en un mundo que se parecía muy poco al de nuestra infancia. El instituto, la universidad, nos dieron unas posibilidades de progreso social que habían estado cerradas para nuestros padres, pero también confirmaron nuestra extrañeza. Durante el curso éramos universitarios, pero en las vacaciones volvíamos al campo, y el resultado era que ni en el tajo ni en la facultad nos sentíamos del todo en nuestro sitio. Los pasos avanzados no eran irreversibles: el fracaso en un curso, un revés económico en la familia, la pérdida de la beca, nos podían devolver al punto de partida, a la necesidad de trabajar con las manos o de resignarnos a una colocación sin lustre en nuestra provincia. Uno se iba, y antes de irse soñaba con hacerlo, y ese sueño ya lo situaba a una cierta distancia de lo que tenía alrededor. Pensábamos que estábamos divididos entre el mundo antiguo del origen y otro mundo del presente en el que a pesar de todo éramos ciudadanos. Si teníamos un trabajo aceptable, soñábamos con otro, en el que podríamos manifestar nuestra vocación verdadera. Si vivíamos en una ciudad, el descontento íntimo o tan sólo el hábito de la imaginación nos hacían desear irnos a otra, siguiendo el precepto de Rimbaud de que la vida siempre está en otra parte. Los espías de Le Carré, de Chesterton y de Graham Greene eran nuestros héroes morales: gente que parece irreprochablemente una cosa y resulta que es otra, un profesor que cuida las colecciones de arte de la Reina de Inglaterra pero que también es espía soviético, un detective que se disfraza tan por completo para investigar un crimen en el mundo del hampa que podría ser con éxito un asesino o un ladrón, el jefe de una logia secreta anarquista que en realidad es el policía infiltrado para desbaratarla, etcétera. Yo trabajaba en una oficina pero en mi otra vida era un novelista, aunque nadie lo sabía. Publiqué una novela y la escisión, en vez de remediarse, se hizo todavía más profunda. Tomaba un tren o un avión para ir a Madrid a algún encuentro literario y me sentía tan raro entre mis hipotéticos colegas como un funcionario municipal que se ha equivocado de reunión. Pero volvía a Granada y a mi oficina y entre los demás funcionarios me sentía más raro aún. Y en ambos lugares me veía rodeado de gente que parecía tener una idea mucho más sólida de su posición en el mundo. Habían publicado una sola novela en una editorial pequeña y ya hablaban con la suficiencia, con el vocabulario y el aplomo que uno imaginaba propios de los novelistas profesionales. Llevaban menos tiempo que yo trabajando como empleados municipales pero ya se les veía asentados en la seguridad, en el sosiego de las costumbres regulares y los trienios futuros.

Yo pensaba que sería una cuestión de tiempo, de madurez. Pero el sentimiento de incertidumbre y provisionalidad me ha seguido acompañando en cada sitio donde he estado, en cada cosa que he hecho. Cobra otras dimensiones con el paso de los años. De joven tenía una idea más heroica de la vocación literaria, que convertía cada libro nuevo en una especie de fatalidad, el fruto de un arrebato cuya misma vehemencia era su justificación y de algún modo excluía la posibilidad del error. Ahora sé que ni el esfuerzo de los cinco sentidos ni la disciplina ni la convicción ni la experiencia bastan muchas veces para salvarlo a uno de la equivocación, y que se puede fracasar y tener éxito al mismo tiempo, y que el significado de cada una de esas dos palabras puede ser tan tramposo, tan equívoco, que más vale no usarlas.

Una mañana de septiembre me encuentro de vuelta en la Morgan Library de Nueva York y otra vez noto la discordia entre dos mundos, la imposibilidad de instalarme tranquilamente en uno solo. En las vitrinas, en las paredes, está el mundo antiguo del papel, que hasta hace muy poco, no mucho más de diez años, parecía que fuera a durar para siempre: una carta mecanografiada de T. S. Eliot a un amigo suyo, con fecha de 1928; un cuaderno de bocetos de Edgar Degas; la primera carta, a lápiz, con membrete de un hotel, que le escribió Oscar Wilde a lord Alfred Douglas; un pequeño cuaderno en el que William Blake copió esmeradamente sus Songs of innocence; unas cuartillas de líneas a lápiz muy separadas entre sí que contienen el borrador de un cuento de Ernest Hemingway, así como una lista garabateada de tareas domésticas; la carta en la que Van Gogh invitaba a Gauguin a unirse a él en Provenza y le dibujaba el boceto del cuadro que acababa de pintar, que era el de su habitación; el manuscrito de letra apretada y muy pequeña de un poema de Dylan Thomas; una carta en la que Henry James defiende con vigor la inocencia del capitán Dreyfuss y declara su admiración por la valentía de Zola; el telegrama en el que Puccini anuncia al editor Ricordi el éxito de un estreno.

Palabras escritas con tinta o lápiz sobre papel, hojas en las que perduran los dobleces con que fueron guardadas en sobres, confiadas al correo, recibidas con expectación o sorpresa, trayendo consigo no sólo su contenido literal sino también el roce de las manos de alguien, el rastro de su saliva en el pegamento del sobre: la sugestión de presencia de una caligrafía, tan reconocible y singular como una voz. Muchos de nosotros hemos vivido en ese mundo, que terminó hace nada, que para los más jóvenes es tan antiguo como las locomotoras de vapor: ahora estamos en éste, y nos hemos habituado razonablemente a él, y ya no sabemos vivir sin la instantaneidad del correo electrónico. Pero qué bien nos acordamos de la parte de aventura y de tarea material que había en escribir cartas, de la impaciencia de la espera, del instante en que reconocíamos una escritura deseada en un sobre. Nos da vergüenza la tentación de la nostalgia. Yo me conmuevo leyendo la nota apresurada de Oscar Wilde al hombre joven que no sabe que le traerá la ruina, pero un momento después he notado la vibración del Blackberry y ya estoy sacándolo subrepticiamente del bolsillo para saber quién me ha escrito, para leer la carta intangible que ha tardado unos segundos en llegar a mí, cruzando medio mundo.

Salgo luego a la calle, y como es temprano para la cita del almuerzo, me siento en un banco de un pequeño parque a tomar el sol suave de septiembre leyendo el último libro de Alice Munro. El título resuena inesperadamente en mi estado de ánimo: Too much happiness. A veces es posible sentir demasiada felicidad. En el banco, a la una de la tarde, entre indigentes adormecidos y madres jóvenes que hablan por el móvil, leyendo al sol a Alice Munro –papel y tinta olorosa, encuadernación firme entre las manos–, me encuentro del todo en mi lugar.




* La imagen que acompaña esta entrada proviene de Flickr y puede observarse aquí.

24 de septiembre de 2009

Una invitación




El Ballet Folclórico del Estado de México es, quizás, el grupo artístico más consistente del Instituto Mexiquense de Cultura: sus coreografías se han prolongado durante más de veinte años, durante los cuales han conquistado diversos escenarios de España, Israel, Estados Unidos, Grecia, Italia, Alemania, Hungría, Turquía, Yugoslavia, Canadá, Brasil, Chile, Argentina, Uruguay y Japón. Además, desde Tabasco hasta Hidalgo, ha participado en numerosos festivales culturales mexicanos.

Con un vestuario impecable y un repertorio emanado de una intensa labor de investigación, el Ballet Folclórico se presenta frecuentemente en casa; sin embargo, pocas veces aparece en un foro adecuado, con un montaje que incluye iluminación y música en vivo. Por eso, no hay que perderse, el próximo 30 de septiembre a las 19:00 horas, el espectáculo Alma mexiquense, con el cual ya festejó su aniversario en el Teatro Esperanza Iris. En esta ocasión, sin embargo, la cita será en la Sala de Conciertos Felipe Villanueva (José María Morelos s/n, esquina Andrés Quintana Roo, colonia La Merced, a unas cuadras de La Alameda). Vale la pena atestiguar esta muestra de bailes regionales y, así, conjurar uno de los pasatiempos favoritos de los mexicanos: despreciar nuestra propia cultura.

21 de septiembre de 2009

Otra antojolía (y un descubrimiento)


Hace justamente un año, Félix Suárez entregó a la imprenta También la noche es claridad, una antología personal que refleja, precisamente, las contradicciones de este tipo de libros: por un lado, recogen líneas dispersas y ofrecen una visión panorámica; por otro, su perspectiva sintética contribuye a ocultar textos con los que el autor –o, en todo caso, el compilador– ya no se identifica. Así, También la noche es claridad abunda en Legiones y descarta Peleas; reconfigura En señal del cuerpo y se olvida de La mordedura del caimán. Al mismo tiempo, su evidente austeridad subraya la vocación epigramática de Suárez, para quien “corregir es siempre recortar”.

Así, con la curiosidad de saber lo que quedó dentro y fuera de veinticinco años de luminosa trayectoria poética, vale la pena darse una vuelta por la presentación en Toluca, que se llevará a cabo el 24 de septiembre, a las 18:00 horas, en el Museo de Numismática (Miguel Hidalgo 506, colonia Centro, a una cuadra de la Alameda). Vale la pena, también, acercarse a El Celta Miserable, una colección de antologías que, también con la brevedad por delante, pretende reunir el trabajo de los mejores escritores mexicanos contemporáneos. Aunque la consigna puede sonar ambiciosa, esta editorial veracruzana muestra inteligencia y variedad; tanto así que concilia, justamente, la poesía de Suárez con las creaciones de Luis Armenta Malpica, Mariana Bernárdez, José Luis Domínguez, Adriana Tafoya y Circe Vela.

20 de septiembre de 2009

Antojolías


A veces lo digo con pena: me encantan las antologías. Aunque fragmentan momentáneamente la estructura original de los textos, ofrecen un panorama -eso sí, personal, discutible y subjetivo- de temas, enfoques, tendencias, innovaciones y posibles generaciones literarias, lo cual las convierte en un punto de partida específico, en posibles asideros frente a un mar de ofertas. Las antologías, además, tienen la ventaja de ponernos a discutir: aunque algunos se rindieron, presas del encanto, frente a las propuestas de Grandes hits, de Tryno Maldonado, otros, simplemente, no comulgamos con su selección. Lo mismo puede suceder con Nosotros que nos queremos tanto -que no he leído-, este interesante recuento electrónico o No aceptamos ser iguales: 25 años, 25 poetas, una compilación de Sergio Ernesto Ríos que recoge algunos momentos de la producción poética de los becarios del Centro Toluqueño de Escritores. La antología resulta interesante, pues construye lazos y contrastes con otras -como aquellas seleccionadas por Alejandro Ariceaga, ya hace más de quince años-; además, invita a revisar los criterios de selección que han regido a la beca literaria más antigua de nuestro estado, prolífico en libros independientes e institucionales.



Sergio Ernesto Ríos (2008), No aceptamos ser iguales: 25 años, 25 poetas, Centro Toluqueño de Escritores, Toluca.

15 de septiembre de 2009

¿Por qué? ¿Hasta cuándo?


Mientras la crisis financiera -en consecuencia, la tempestad social y laboral- galopa en otros sitios (con nefastos resultados, leímos ayer), México subsiste en una tibia calma de pésimo sabor. Agobiados, aprendemos a lidiar con los resabios de la influenza, los estragos de una guerra imposible y un sistema educativo francamente vergonzoso. Encima, las condiciones laborales se caen a pedazos, como consigna El Universal en el reportaje que transcribimos aquí. Y no se trata de un problema hecho de rumores e incertidumbre: todos conocemos a alguien que trabaja todo el día por un salario insignificante, de alguien que recurre a dos empleos para vivir a medias, de alguien que labora sin seguridad social, sin cumplir con su perfil profesional ni esperanzas de ascender algún día. Mientras, nos arrojan un impuesto nuevo a la cara. La fórmula resulta sencilla: la pobreza en México va a terminarse, por que los pobres, que a estas alturas no tienen acceso a medicamentos, vivienda propia y alimentación, se van a morir de hambre. La clase media, mientras tanto, verá su capacidad de ahorro en la basura. Quién sabe por qué. Quién sabe hasta cuando.


Menos empleo y de mala calidad


Por Ixel Yutzil González Ruiz


La calidad del empleo en México se deteriora constantemente ante las recurrentes crisis internas, que, además, se exacerban con la mayor recesión global del siglo.

Para Mario Chávez, de 26 años, su porvenir comienza a resultar profundamente preocupante: “Tengo algunos años trabajando y he tenido prestaciones de forma intermitente. Me doy cuenta de que cada vez hay menos empleos que te ofrezcan prestaciones, incluso las de la ley, y esto me preocupa mucho, pues veo que tengo menos oportunidades de tener apoyo para comprar una casa”, expresa.

Actualmente, de los 45.7 millones de mexicanos en edad de trabajar, 2.4 millones están desempleados y cerca de 27.7 millones están ocupados, pero no tienen acceso a instituciones de salud. Mientras, 12 millones más laboran en el sector económico informal, el máximo número de personas registradas en las estadísticas del INEGI. En tanto, 4.8 millones de mexicanos recurrieron al subempleo; es decir, desempeñaron trabajos adicionales para nivelar su ingreso en el hogar.

Desafortunadamente, la presente recesión mundial ha intensificado las precarias condiciones laborales en México. Respecto al año pasado, el desempleo aumentó en 772 mil personas, el número de personas en la informalidad se incrementó en 127 mil y el subempleo reportó un alza de 1.8 millones de mexicanos.

“Estamos viendo una dramática recomposición de la calidad del empleo. El desempleo y la informalidad han aumentado, los salarios son menores y las horas trabajadas han aumentado. En tanto, la gente más preparada busca emplearse más para compensar su nivel de ingreso”, expresa José Luis de la Cruz Gallegos, investigador del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (campus Estado de México).

Robert Duval, académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas, afirma que la población asalariada está tendiendo más hacia la informalidad y el autoempleo. “Con o sin crisis económica, el empleo formal está disminuyendo, y la crisis actual está acelerando tanto el desempleo como la subocupación”, comenta.

Al respecto, cifras de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social muestran que se revirtió la caída registrada por la informalidad entre 2006 y 2007. Así, está regresando a los niveles de 2005. Pero, antes de la recesión económica global que inició en 2008, la tendencia reportada desde la crisis de 1995 apunta que el empleo temporal o eventual crece al doble que el permanente. De este modo, entre 1995 y julio de 2009, el empleo formal creció a un ritmo promedio de 2.4%; el trabajo eventual lo hizo a una tasa de 3.6% y el permanente aumentó a una tasa de 2.5%, en promedio.


Sin calidad en el empleo


La estructura laboral y económica del país profundiza su deterioro, pues la población tiene que trabajar cada vez más horas, incluso en fines de semana, tener más trabajos a la vez o emplearse bajo condiciones precarias, sin prestaciones y menores ingresos.

En el lapso del último año, el número de personas que buscó un empleo adicional para compensar su nivel de ingreso aumentó en 1.8 millones, y casi 100 mil personas más laboraron por su cuenta, creando un universo de 9.97 millones de mexicanos de trabajadores por cuenta propia en el país.

En contraste, 428 mil trabajadores subordinados dejaron de tener prestaciones como acceso a instituciones públicas de salud entre el segundo trimestre de 2008 e igual periodo de 2009. Así, 13 millones de trabajadores subordinados o remunerados no tuvieron cobertura de salud pública.

“Otro indicador de la menor calidad del empleo en el país se refleja en los menores salarios obtenidos, problema que afecta sobre todo a las personas que ganan menos de dos salarios mínimos al mes”, afirma De la Cruz, académico del Tecnológico de Monterrey.

En un año, el rango de ingresos se redujo considerablemente, pues 334 mil personas más ganan cuando mucho mil 500 pesos al mes, o un salario mínimo, sumando un total de 5.6 millones de mexicanos; mientras que las personas que ganan entre mil 500 y 3 mil pesos mensuales, o de uno a dos salarios mínimos, aumentó en 650 mil personas, con lo que 9.6 millones de personas se situaron en este rango salarial.

En tanto, las personas que ganan entre dos y tres salarios mínimos, es decir, entre 3 mil y 4 mil 500 pesos al mes, disminuyeron en 1.6 millones, a un total de 8.56 millones de trabajadores en el último año.

“En los últimos años, no se ha visto un incremento en los salarios reales de los trabajadores en el país, y ahora con la crisis se han empezado a ver caídas de 4% y 5% en los salarios hasta el momento, pero podría ser peor. México lleva décadas con un crecimiento moderado del Producto Interno Bruto, pero los salarios han fluctuado, mas no con una tendencia creciente de largo plazo”, señala Robert Duval.

Actualmente, 64% de la población trabajadora mexicana no cuenta con acceso a las instituciones de salud, y 5.55 millones de los ocupados laboran en condiciones críticas de ocupación, es decir, menos de 35 horas semanales por razones ajenas a su voluntad, o más de 35 horas pero percibiendo menos de un salario mínimo, o laborando más de 48 horas a la semana, pero ganan entre uno y dos salarios mínimos.


Efecto cascada


Ante el cierre de empresas y los recortes laborales, la población, especialmente la de mayor nivel educativo, ha tenido que buscar empleos adicionales. “El capital humano más preparado es el que está teniendo que buscar empleos complementarios, lo que nos refleja una seria descomposición del mercado laboral que incide en el bienestar de la población y que se reflejará en los niveles de pobreza en el país”, comenta el catedrático José Luis de la Cruz.

En consecuencia, se observa a personas preparadas trabajando en actividades de menor productividad como una primera o segunda opción laboral. “La reducción del mercado formal implica que la productividad de la fuerza laboral vaya también a la baja, y esto tiene un efecto negativo sobre el crecimiento económico del país”, indica Robert Duval.


Discriminación


Por si fuera poco, en el país siguen ocurriendo situaciones discriminatorias, tales como diferencias en los sueldos pagados, de acuerdo con el sexo y la condición social.

“Mi ex jefe contrataba a diseñadores con perfil fresita”, comenta Rosario Valdés, profesionista. Adela Gutiérrez también vivió en carne propia la discriminación laboral. “En dos de los trabajos donde he estado, gano menos que los hombres que realizan actividades similares”. Y agrega: “En lo único que no ha habido diferencia de género es en la pérdida de prestaciones y en la sensación de terrorismo laboral, que crece y crece cada día”.



* La caricatura que acompaña esta entrada proviene de este sitio, que, a veces -sólo a veces-, ayuda a poner en la balanza la información oficial del gobierno mexicano.

10 de septiembre de 2009

A la caza de las palabras


Hace algunos años -antes, incluso, de que existiera este espacio-, los colaboradores de El Espectador nos preguntábamos si sería posible encontrar un escritor valioso en Caza de letras, un virtuality que, copiando al carbón algunas dinámicas propias de los reality shows, se propone mostrar el funcionamiento de un taller literario y eliminar a los participantes mediante la superación de retos escriturales. Los vouyeurs, simplemente, podemos visitar el blog en que se publican los trabajos, hacer comentarios y -como si se tratara de Big Brother- pelearnos con los demás para defender a nuestro autor favorito. Al final, el blog continúa expuesto unos meses, mientras el ganador prepara su libro inaugural.

En un país como el nuestro, tan propicio a desdeñar las artes y a olvidar los acontecimientos importantes, resulta difícil seguirle la pista a los concursantes de las primeras dos ediciones. Sin embargo, en El País, Guadalupe Nettel ofrece un breve recuento, acompañado con las mismas antiguas dudas. Al mismo tiempo, su crónica es una invitación para seguir al virtuality que comenzará en unos meses.


Crónicas de América Latina:
Virtuality literario Caza de letras


¿Dónde y cómo se adquiere el oficio de escritor? ¿Sirven de algo los talleres literarios o son, como muchos imaginan, lugares ominosos donde se pierden la autoestima y la fe en uno mismo? ¿Será cierto, como afirman algunos, que sólo la lectura en soledad confiere las herramientas necesarias para escribir una buena novela? El inicio de Palíndromos, la inquietante película de Todd Solondz, recrea perfectamente la atmósfera de matadero, un poco sádica, un poco abochornada, que suele haber en este tipo de lugares. Debo admitir que en la adolescencia yo era más que afecta a este tipo de tertulias. Entre más crueles, mejor. Me gustaba asistir a las sesiones en que un texto era analizado frase por frase, para extirparle las rimas, las cacofonías y los lugares comunes. Recuerdo que uno de esos profesores tenía por costumbre quedarse dormido en plena clase, mientras sus alumnos leían con tartamudeante timidez su más reciente relato. Otro aseguraba con fingido entusiasmo que el texto sólo necesitaba dos cortes, uno transversal y otro vertical, antes de romper el manuscrito ante la mirada atónita de los participantes. Sin embargo, el hecho de frecuentar estos lugares me permitió descubrir que no todos los talleres son de tipo castrante y despiadado. Algunos sí enseñan con mesura la verdadera autocrítica -tan indispensable a la labor del escritor-; otros, incluso, propician la creatividad.

Son muchos los escritores que frecuentaron durante su juventud talleres literarios y salieron no sólo indemnes, sino victoriosos de ellos. Raymond Carver, por ejemplo, se formó en el taller de John Gardner, quien a partir de entonces se convirtió en su mentor. Muchos poetas asistieron al de Rafael Alberti, quien disfrutaba organizando tertulias para poetas incipientes, tanto en España antes de la guerra como en Argentina y en su visita a México, donde uno de los participantes, por cierto, fue Octavio Paz. Entre los talleres más interesantes de los que he escuchado hablar, está el seminario de escritura creativa que dirigía Allen Ginsberg en el Instituto Naropa de Colorado y el OuLiPo (cuyas siglas significan Taller de Literatura Potencial), uno de los fenómenos más interesantes que han dado las letras francesas del siglo XX, iniciado por Raymond Queneau y el matemático François Le Lyonnais.

Los concursos han jugado también un papel importante en los inicios literarios. Uno de los casos más sonados es el de Cabrera Infante, quien obtuvo con su primera novela, Tres tristes tigres, el Premio Biblioteca Breve. Eduardo Lago debutó como novelista de una forma similar, presentándose al Premio Nadal. No olvidemos que Andrés Neuman se dio a conocer a la edad de veintidós años con la novela Bariloche, finalista del Premio Herralde. Gracias al concurso de nueva novela que organiza el diario Página 12 surgió recientemente Aurora Venturini, autora de Las Primas, novela magnífica y desconcertante, reeditada en España en 2009 por la editorial Caballo de Troya. Esta autora de ochenta y cinco años, que atesora varias novelas inéditas y ya es celebrada por la crítica internacional, habría permanecido en el anonimato hasta el final de sus días de no haber mandado su libro a concurso.

Dentro de las propuestas más novedosas que hay actualmente en nuestro idioma está el Virtuality literario Caza de letras, que inventó el escritor mexicano Sealtiel Alatriste en colaboración con la Dirección de Literatura de la Universidad Nacional Autónoma de México. Se trata de un concurso-taller online en el que pueden participar todas las personas de habla hispana, menores de cuarenta años, sin importar su nacionalidad ni su lugar de residencia. Aparte de la edad y la lengua, el requisito indispensable es contar con un libro de cuentos aún sin terminar, pero avanzado por lo menos en un setenta por ciento. Este Gran Hermano literario, cuya convocatoria está abierta hasta el 14 de septiembre, tiene varias etapas de selección. Los libros y los autores se van descartando poco a poco, de modo que los participantes deben intentar permanecer en activo el mayor tiempo posible. El taller también tiene algo de Second Life, pues para participar en él no sólo es necesario inventar un seudónimo, sino también una biografía apócrifa; es decir, la historia imaginada del personaje que representará al escritor durante su participación en el taller. Como su nombre lo indica, Caza de letras tiene por objetivo descubrir talentos aún desconocidos, darles la oportunidad de trabajar su manuscrito y, quizás, publicar un libro al final del certamen (la edición corre a cuenta de Alfaguara México en coedición con la UNAM). Pero sólo uno de ellos se llevará el premio final, que consiste en cien mil pesos mexicanos.

A diferencia de los talleres literarios clásicos en los que los participantes deben aparecer físicamente, en éste lo único que cuenta es la palabra escrita, incluso la identidad del escritor es ficticia y es probable que esta circunstancia aminore la timidez y el miedo, razones principales que desaniman a un escritor en ciernes a inscribirse en un taller. Todos los editores sueñan con descubrir a esos novelistas de inigualable talento que aún no han publicado nada y los novelistas que aún no han publicado nada suspiran por un editor que reconozca el valor de sus manuscritos y apueste por ellos. ¿Cómo pueden estas dos figuras encontrarse? ¿Existen espacios para ello? Internet, que ha demostrado ser de gran ayuda para la formación de parejas de enamorados, quizás sirva también para propiciar este tipo de encuentros.

Una más (casi urgente)


Cuando el libro está escrito, hay que abandonarlo en el viento. Mandarlo a habitar otros ojos; dejarlo fragmentar y resolverse en otras lecturas. Por eso, esta convocatoria resulta especialmente interesante: más allá del primer premio, ofrece la oportunidad de enriquecer los estantes de las bibliotecas públicas argentinas -que, como en México, suspiran por libros nuevos-. Les dejo, entonces, los requisitos de este concurso internacional, acompañados por la fotografía de un poeta que, de este lado de América, es prácticamente desconocido.


La Biblioteca Alternativa Tilo Wenner,
la Asociación de Teatro Metamorfosis de Paraná
y el Área Articular de la Casa de Cultura de Entre Ríos
convocan a la primera edición del
Premio Internacional de Poesía Juan Laurentino Ortiz
para libros de poesía publicados, según las siguientes


BASES


1) Con el propósito de reconocer la edición de libros de poesía en castellano e incrementar el patrimonio de cinco bibliotecas de la provincia de Entre Ríos, se convoca a todos los escritores y editores interesados a participar en el Premio Internacional de Poesía Juan Laurentino Ortiz. El presente premio, cuyo nombre recuerda a uno de los más finos poetas de la lengua castellana, cuenta con el patrocinio del Área Articular del gobierno entrerriano y establece para esta primera edición una recompensa consistente en:

- Una obra de arte inspirada en el libro ganador, cuya confección se encargará luego del fallo del jurado a un reconocido artista plástico, y

- Una suma en efectivo de 2 000 pesos (dos mil pesos argentinos), o su equivalente en dólares, si el autor ganador resultase no argentino.

El premio, que no podrá ser declarado desierto, se otorgará al mejor libro de poesía editado en papel que sea enviado al certamen.

2) Podrán participar todos los autores que así lo deseen, sin restricciones de sexo, edad, nacionalidad o residencia, con libros de poesía impresos en cualquier fecha y lugar, con o sin ISBN y sin límites de extensión, siempre y cuando envíen sus volúmenes impresos en castellano. No se aceptarán volúmenes sin encuadernar.

3) Cada escritor deberá enviar cinco ejemplares de tantos títulos como desee. Una vez concluido el concurso, la totalidad de los ejemplares recibidos será donada a cinco bibliotecas de la provincia de Entre Ríos: la Biblioteca Popular Luz Obrera, de Basavilbaso; la Biblioteca del Instituto de Formación Docente 715, de La Paz; la Biblioteca de la Casa de la Cultura; la Biblioteca Alternativa Tilo Wenner y la Biblioteca Comisión Vecinal Barrio 33 Orientales, éstas últimas de Paraná.

4) El Premio Internacional de Poesía Juan Laurentino Ortiz se otorgará a un libro de autor individual. Sin embargo, se aceptarán antologías y otras publicaciones colectivas (de grupos, de talleres, etcétera). De hecho, se otorgará como mínimo:

- Un diploma de honor al mejor libro de más de un autor.

- Un diploma de honor al mejor libro de poesía para niños.

- Un diploma de honor al mejor libro de poesía con ilustraciones.

- Un diploma de honor al libro de edición más original (para libros-objeto que se destaquen formal y conceptualmente). El jurado tendrá la libertad de establecer otras distinciones, extendiéndose diplomas de honor por cada una de ellas.

5) Podrán participar toda clase de libros, aún los que se encuentren concursando en otro certamen o que hayan obtenido galardones de cualquier índole con anterioridad.

6) La recepción de obras cerrará el 21 de septiembre de 2009. Se tomará en cuenta la fecha del matasellos. Los envíos deberán dirigirse a:

Premio Internacional de Poesía Juan Laurentino Ortiz
25 de Mayo no. 518,
C.P. (3100), Paraná, Entre Ríos,
Argentina

Los organizadores no se responsabilizarán por las pérdidas o daños que pudiera sufrir el material remitido. Por ello, se recomienda efectuar el despacho a través de correo certificado. Se acusará recibo de las obras mediante un mensaje de correo electrónico.

7) El jurado, que producirá su fallo antes del 21 de noviembre de 2009, estará integrado por cinco escritores y expertos en literatura de la región y sus nombres se harán públicos una vez emitido su veredicto, el cual será inapelable.

8) Cada autor deberá adjuntar una hoja que contenga los siguientes datos: nombre completo, dirección postal, dirección electrónica, teléfono, breve currículo y firma. Respecto a los libros de varios autores, bastará con enumerar los mismos datos de al menos un autor o del editor. Los autores que envíen más de un libro deberán remitir sus datos sólo una vez.

9) La remisión de los libros a la dirección indicada implica la plena aceptación de las bases de este certamen y consiente automáticamente la donación de los ejemplares recibidos a las bibliotecas mencionadas. Las situaciones imprevistas se resolverán según el leal saber y entender de los convocantes y el jurado.

10) Para consultas, es posible dirigirse a: bibliowenner@gmail.com.

9 de septiembre de 2009

Y, sin embargo, dos convocatorias


A pesar del Juan Rulfo y de otras convocatorias aquí publicadas, jamás he confiado en los certámenes literarios. Hay algo, quizás en sus planteamientos, que me inclina a desconfiar del juicio humano, por naturaleza voluble e influenciable. Sin embargo, también poseen un factor estimulante: si uno tiene ganas de participar, se obliga a terminar los proyectos viejos, a veces oxidados por la prisa y la rutina. Antes del polvo nació así: empezó entre los talleres, se agrupó, se acomodó y se descartó al calor de concursos fallidos. Al final, se convirtió en un libro demasiado corto para cumplir con requisitos, demasiado compacto para admitir más modificaciones. Por eso desembocó en Cosmoción.

No obstante, hay días en los que sé que volverá a aparecer una convocatoria, volveré a fijarme un plazo para escribir, volveré a vivir en un libro móvil e interminable, volveré a esperar las fechas con ardor y anticipaciones. Aún no sé cuándo. Mientras tanto, les dejo la Convocatoria para Publicación de Obra 2010, de la Subdirección de Publicaciones del Instituto Mexiquense de Cultura, y un escueto anuncio del Premio Internacional de Poesía Gilberto Owen, de la Universidad Autónoma del Estado de México (por alguna razón, no encuentro la versión completa, aunque las bases no deben ser muy distintas a las de años anteriores). Buena suerte. Y a escribir.

6 de septiembre de 2009

De vuelta a la poesía: el primer ciclo de Cosmoción


El 18 de agosto, en el Museo - Taller Luis Nishizawa, Cosmoción cerró, al fin, su primer ciclo editorial. Ha sido una temporada llena de sorpresas: desde la posibilidad de publicar un conjunto de libros inaugurales hasta la concreción -imprevista- de un sueño que requirió mucho más que esfuerzo y talento. En el camino, x7 se ocupó de escribir esta nota, mientras que el comunicado oficial del Instituto Mexiquense de Cultura puede leerse aquí. Además, en la página cultural de El Espectador de septiembre, Isabel Estambul recoge la inspiración, las motivaciones, los logros y las experiencias que han trazado estos meses. Dejamos, entonces, sus palabras, acompañadas de agradecimientos a quienes nos han ayudado a completar este trayecto, desde nuestros colegas del Centro Toluqueño de Escritores hasta nuestros lectores, conocidos o extraños.


De vuelta a la poesía:
el primer ciclo de Cosmoción


“Ante el advenimiento del iluminismo –o sea, del oscurantismo mediático propio de una baja edad media civilizada–, es necesaria una cosmoción que nos conduzca al renacimiento. Así, nos proponemos aportar lo necesario para que esta cosmoción implote. El único límite para publicar en esta editorial es, precisamente, no tener ninguno. Lo que nos mueve, nos decide y determina es el descubrimiento de que todos los caminos conducen a la poesía. Dejemos, entonces, que corra por nuestras venas y desate su fuerza liberadora, en defensa de la condición humana”.

Con estas enérgicas palabras, Ezequiel Cortés cerró, el pasado 18 de agosto, el primer ciclo de presentaciones de Cosmoción, una editorial independiente que, desde julio de 2008, se ha dedicado a consolidar un conjunto de canales destinados a “atrapar la consciencia lúcida y la inconsciencia reveladora”. Basada en un espíritu provocativo y emprendedor, lejano a la rigidez de los círculos literarios vigentes, esta iniciativa pretende “incluir a los excluidos” y propagar la gestión autónoma en un sector cultural cercado por las exigencias de las convocatorias, los programas y los presupuestos estatales.

En consecuencia, también intenta redefinir los alcances del trabajo poético, entendido como el empleo creativo y desautomatizado del lenguaje, abierto a las coincidencias –y los contrastes– entre la imaginación y los sueños; entre el juego y la crítica; entre la tradición y la ruptura. De este modo, el proyecto propone centrar la atención del arte en la propia expresión artística, más allá de las perspectivas patrimoniales e identitarias promovidas por las instancias oficiales.

Para ello, Cosmoción ha recurrido a una confluencia de escritores, pintores, fotógrafos, cineastas y actores que, de forma simultánea, se dedican al periodismo, la edición y la docencia. Así, con la colaboración inicial del Centro Toluqueño de Escritores –una de las organizaciones literarias más relevantes de la región–, el proyecto ha conseguido apuntalarse como una entidad cooperativa y plural, capaz de administrar la captación, el registro, la formación, la corrección y la impresión de sus libros. Paralelamente, se ha ocupado de la obtención de recursos propios, enfocados a la difusión, la proyección y la distribución de los ejemplares.

Este largo proceso, luminoso e intrincado a un tiempo, se desarrolla exclusivamente alrededor de las aspiraciones del autor. De esta manera, Cosmoción busca restaurar una suma de relaciones que, en la impersonalidad de los caminos institucionales, han terminado por debilitarse: la complementariedad entre las visiones del escritor, el editor y el diseñador; las correspondencias entre el contenido del libro y las expectativas del lector. Por lo tanto, implica un regreso a la definición del libro como portador intemporal de un sustrato ideológico y estético específico, cuya elaboración entrecruza el rigor, la belleza y el placer. A partir de esta estructura, en febrero de este año, aparecieron Gajos de humo, de Elías Jaramillo, y Antes del polvo, de Margarita Hernández.

Con estos volúmenes, Cosmoción inauguró un catálogo doblemente especializado: en el género literario, se interesa por la lírica; en la experiencia de los autores, se decanta por la ópera prima. Empero, cada colección de poemas posee un carácter distintivo: mientras Gajos de humo pasó por tres décadas de depuración intermitente, en las que permaneció prácticamente inédito, Antes del polvo representa el resultado de cinco años de trabajo continuo, cuyas fases preliminares se publicaron en Molino de Letras y merecieron el Premio Universitario de Poesía 2007, otorgado por la Universidad Autónoma del Estado de México.

Por otro lado, mientras Jaramillo se detiene en una vertiente poética conversacional, vigorosa y descriptiva, hija de “la mala educación” –pues proviene de una sensibilidad ajena a las convenciones–; Hernández prefiere la pulcritud formal, la precisión léxica y la contención emocional, herramientas que considera esenciales para la construcción de “un libro amoroso fuera de los lugares comunes, pensando, sobre todo, en que lo escribe una mujer y la poesía femenina suele identificarse con la intimidad y la dulzura”. Revolucionarios desde trincheras divergentes, ambos defienden una concepción de la poesía más cercana a la exploración consciente –y estructurada, aun desde la posibilidad del caos– de la naturaleza humana; además, se muestran contra la consagración de las corrientes esteticistas y la manifestación irreflexiva de la sensiblería.

A pesar de su actitud libre frente a la literatura y la edición –han asegurado que la obligación de la auténtica poesía radica en “reclamar todas las licencias y todos los fueros”–, los integrantes de Cosmoción han comprendido la importancia de estimular un lazo simbiótico entre los artistas y las instituciones. Tras una participación espontánea en la Feria Alternativa del Libro en Guadalajara –que acoge, de manera paralela, las actividades descartadas de la Feria Internacional del Libro–, el primer ciclo de presentaciones arrancó formalmente en el Foro Camaleón Antiguo, ubicado en el sótano de la sede del Centro Toluqueño de Escritores. Durante seis meses, continuó en los centros regionales de cultura de Texcoco y Ocoyoacac, en el Museo de Numismática del Estado de México y en el Museo-Taller Luis Nishizawa, espacios históricos adscritos al Instituto Mexiquense de Cultura. Simultáneamente, la distribución de los libros ha establecido sus puntos medulares en las librerías dependientes de la Universidad Autónoma del Estado de México.

Con estas labores iniciales, Cosmoción ha entrelazado su independencia –afincada en la facultad de elegir sus criterios, sus publicaciones, su equipo de trabajo y sus vías de contacto con el público– con el aparato institucional –cimentado en la coordinación de los escenarios necesarios para las próximas presentaciones–; así, ha conjugado la frescura de los márgenes con la solidez del canon. En esta atmósfera, se encuentra preparando la publicación de El verde tren de marzo, de Mario Natal, y Alba del tiempo, de Ezequiel Cortés; a la vez, abre su catálogo a los escritores experimentados, que podrán incorporarse a este esfuerzo editorial a partir del año que viene.



Pensando o tomando notas, a media presentación



Leyendo, por última vez, algunas páginas de Antes del polvo



Relajada, casi al final de la presentación




* Las fotografías que acompañan a esta entrada son cortesía de Damariz Bautista para x7.