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26 de mayo de 2010

Una invitación (para viajar con los ojos)



Desde hace varios años, la Alianza Francesa de Toluca fortalece su oferta cultural con propuestas relacionadas con una visión global de la identidad europea. Así, a lo largo de junio, exhibirá treinta cortometrajes animados por un aliento plural, desde las técnicas tradicionales hasta las líneas temáticas más polémicas. A continuación, la invitación y el programa, con la esperanza de que puedan darse una vuelta y viajar con los ojos. Para información más reciente, es posible visitar esta página.


Segundo Tour de Europa en Corto


Una vez más, Eurochannel supera las fronteras europeas y ofrece un panorama de paisajes, rostros y destinos gracias a la cámara de varios directores europeos: treinta cortometrajes que constituyen puntos de vista diferentes de Europa hoy. Algunos son intimistas, otros polémicos. A través de la ficción se desarrollan múltiples perspectivas. Treinta realizaciones de una generación de cineastas reconocidos por su talento, su originalidad e independencia. Treinta hombres y mujeres cuyas obras son el reflejo de sus diferencias y de sus similitudes, de su identidad nacional y de su pertenencia europea. La fuerza de estos cortometrajes proviene de la presentación de personajes, rostros y destinos cruzados de una Europa autentica y original.


Miércoles 2 de junio

Países: Finlandia, Bielorrusia, Lituania, Irlanda y Rumania
Cortometrajes: Últimos fragmentos, Fanya, El niño y el mar, Frankie y Bricostory
Duración total: 79 minutos



Miércoles 9 de junio

Países: Albania, Alemania, República Checa, Holanda, Italia y Letonia
Cortometrajes: El túnel, Dentissimo, Baba, Haciendo falta, El substituto y Sesils
Duración total: 79 minutos


Miércoles 16 de junio

Países: Hungría, Francia, Reino Unido, Austria y Bulgaria
Cortometrajes: La historia de la aviación, La merienda, Día de pesca, Punch de navidad y El mensajero
Duración total: 79 minutos


Miércoles 23 de junio

Países: Bélgica, Flandes, Grecia, Suecia, Turquía y Suiza
Cortometrajes: Phone story, Pilala, George, Mi madre aprende cine y En el café Romand
Duración total: 79 minutos

15 de mayo de 2010

Una invitación (para mirar con ojos nuevos)



El Museo de Arte Moderno se unirá a las celebraciones del Día Internacional de los Museos con una exposición que me es doblemente querida: primero, por que se trata de una muestra fotográfica -y, en últimas fechas, estoy fascinada con los mecanismos y los discursos de la foto-; segundo, por que conozco desde hace tiempo a los expositores y sé, de primera mano, que hacen su trabajo con pasión y creatividad.

De este modo, "Cuatro miradas", de Lesley González Cisneros, Elizabeth Flores, Fernando Oscar Martín y Juan Luis Rita, reúne treinta y cinco fotografías de diversas perspectivas, que lo mismo se detienen en el paisaje urbano que en las celebraciones prehispánicas; en puertas marcadas por el tiempo que en comunidades signadas por sus tradiciones. Con una técnica impecable y una abierta tendencia hacia el encuadre novedoso, estas piezas aspiran a establecer un diálogo entre ellas y, de manera fundamental, entre los espectadores. La variedad, así, confluye para fomentar el debate y el gozo estético: la apertura hacia nuevas formas de percibir la realidad.

"Cuatro miradas" se inaugurará el 18 se mayo, a las 16:00 horas, en el Museo de Arte Moderno del Estado de México, ubicado en el Centro Cultural Mexiquense (Boulevard Jesús Reyes Heroles 302, delegación San Buenaventura, a un costado del Parque Alameda 2000). Allá los esperamos.

14 de mayo de 2010

Lectura y lectores (parte 1)



Desde que trabajo en una institución cultural, lo escucho todos los días: es necesario fomentar el hábito de la lectura. Y todos los días, también, me interrogo sobre la lógica de un propósito tan desaforado, no sólo por que exije que leamos de manera rutinaria, de la misma manera en la que comemos con cubiertos y nos lavamos los dientes tres veces al día, sino por que despoja a la lectura de esas vetas de placer que la convierten en un descubrimiento personal. Y, sin embargo, también existe la otra cara de la moneda: millones de personas con la sensibilidad empobrecida debido a que la lectura no ocupa un lugar en su existencia, ni siquiera en las necesidades prácticas, como leer un instructivo o una receta médica. Sigo pensando que sólo es posible predicar con el ejemplo: enamorarse a solas e irradiar esa pasión a los pocos o muchos que nos rodean. Mientras tanto, me quedo con dos reflexiones alrededor de la lectura: la primera de ellas, escrita desde España y publicada en El País, discute el concepto de lectura que transmina los planes de estudio; la segunda, escrita por un estudiante de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de México, examina las características de la lectura en nuestro país.


Cómo convertir el Quijote en un ladrillo


Por Rosa Montero


Cada vez que llegamos al 23 de abril, Día del Libro, se nos llena la boca de proclamas de encendido amor a la lectura. Este año también ha sido así, naturalmente, y la fiesta ha mostrado su habitual catálogo de libreros quejosos, editores dolientes, escritores ansiosos de lectores. Somos un gremio algo llorica, el gremio de las letras, y todo el tiempo repetimos obsesivamente la misma canción: tenemos que fomentar el gusto por los libros, debemos inculcar el amor a la literatura en las nuevas generaciones, hay que hacer más lectores. Objetivos que comparto, desde luego, y que me parecen de perlas. El problema es que no sé cómo se compaginan todos esos propósitos tan buenos con los planes de estudio vigentes, que parecen diseñados maquiavélicamente para crear aborrecimiento hacia la lectura.

Para empezar por el principio: siempre me ha parecido una barbaridad obligar a los adolescentes a leer el Quijote. Y no sólo eso: la enseñanza de la literatura en la educación secundaria española es un completo disparate. Por ejemplo, en 3º de la ESO (catorce años) tienen que estudiar el periodo comprendido entre la Edad Media y el siglo XVIII. Chavales que no han leído jamás una novela por propio placer y que no han descubierto todavía que entre las páginas de un libro cabe el Universo, tienen que tragarse por narices el Mio Cid, que no sé si ustedes lo recuerdan o lo han leído, pero que desde luego es considerablemente espeso. “Con el agravante de que los programas de Historia y de Literatura no están coordinados, de manera que se les habla de épocas que ni siquiera han estudiado antes, lo que genera situaciones entre absurdas y grotescas”, dice Fernando López, un joven dramaturgo y narrador que además lleva cuatro años dando clases de literatura en un instituto.

Hace unos días mantuve con Fernando una larga, instructiva y llorosa conversación: ya he dicho que las gentes de letras somos un poco plañideros. Pero es que la situación es como para soltar lágrimas gordas. Porque además entre estos chicos y chicas que tienen que leer literatura medieval a los catorce años hay numerosos emigrantes con grandes dificultades para hablar en español correctamente. Me imagino que para ellos sumergirse en el Cid debe de ser como aterrizar en Marte. Claro que a los españoles veteranos no les va mucho mejor, porque tampoco entienden una palabra del lenguaje y porque les importa un pimiento ese mundo tan raro y tan ajeno. Por otro lado, los planes de estudio están tan apretados y tan concentrados en cosas como la morfología y la sintaxis que los profesores que quieren dar otros contenidos y recomendar además otras lecturas no tienen casi espacio para moverse. Y encima se ven obligados a luchar contra la burricie de las familias: “Aunque sólo llevo cuatro años dando clase, ya ha venido algún padre indignado a preguntarme por qué su hijo pierde el tiempo leyendo cuando debería estar estudiando”, dice Fernando.

Luego entramos en el Bachillerato y la cosa sigue empeorando. Porque ahí, a los 17 y 18 años, es cuando se tienen que meter entre pecho y espalda el Quijote y La Celestina, dos textos verdaderamente maravillosos pero dificilísimos de digerir a esa edad. Los clásicos son una estación de llegada, no de partida. Hace falta haber leído y haber vivido bastante para poder gozarlos. La obligatoriedad de estas lecturas sólo convierte esas joyas en un muermo espantable, en un plúmbeo recuerdo que será una losa para toda la vida. Para peor, además, existe el general y apabullante consenso de que esos textos son lo mejor de la literatura española. De manera que a los chavales les dicen que se van a leer lo mejor de nuestra literatura y luego les obligan a meterse en vena esos ladrillos. Con lo cual, como señala Fernando agudamente, no es de extrañar que el pequeño porcentaje de muchachos que, a pesar de este tratamiento de shock, desarrollan un amor por la lectura, huyan todos en tropel despavoridos a leer a los autores extranjeros, y que den por sentado que los españoles somos unos pestiños y escribimos de cosas que no guardan relación alguna con sus vidas. En fin, me pregunto quiénes son los responsables de estos planes de estudio demenciales. Y me respondo: gente que no lee y que no ama los libros. De otro modo no se entiende semejante empecinamiento en la catástrofe.

Lectura y lectores (parte 2)



Hábitos de lectura entre los mexicanos:
¿cuestión de calidad o de cantidad?


Por Marco Antonio Manjarrez Medina


De acuerdo con cifras de la UNESCO, la población mexicana tiene un índice de lectura pobrísimo. Según estos datos, en México, el promedio de libros leídos por persona anualmente es de apenas 1.2 ejemplares. Como el estudio no aclara en qué tipo de libros está basando su encuesta, es difícil saber si consideró obras literarias, de corte clásico –entiéndase Shakespeare, Dostoievski, Paz o Arreola–, u obras de cualquier clase, en el formato de libro.

Lo preocupante de este tipo de análisis no es en sí el dato que aporta, sino el que no explicita, aquél del cual sólo deja ver la punta del iceberg, de modo que tenemos que imaginar de qué tamaño será lo que se esconde bajo la superficie del agua.

El complemento de los datos ofrecidos por la UNESCO, el cuerpo del iceberg, es lo que nos permite apreciar la gravedad de la situación. Según la versión electrónica del diario La Crónica de Hoy, es inexacto decir que los mexicanos no leemos, pero las publicaciones más leídas en el país son El libro vaquero, TVynovelas y TVNotas, las cuales alcanzarían en conjunto los treinta millones de ejemplares impresos al mes, sin soslayar que cada uno de esos ejemplares sería leído por al menos cinco personas. Más allá de que estas publicaciones tengan una gran circulación, es cuestionable que algunas personas las lleguen a considerar como “literatura popular”.

De acuerdo con esto, los mexicanos sí leemos, aunque no aquello que los señores de la UNESCO tal vez quisieran. Habría que comentar cuáles son los principales obstáculos con que se topa una persona interesada en la literatura, para tener acceso a los libros. Pondría el énfasis en dos: 1) el elevado costo del libro impreso y 2) la deficiente infraestructura bibliotecaria del país. A estos factores podríamos agregar otros de tipo cultural, sobre todo ciertas costumbres que nos hacen ver la lectura como algo extraño y difícil.

En cuanto al primer punto, convendría distinguir que no es la lectura la que tiene un costo en sí, sino su material de soporte, cuya producción obedece a las leyes del valor de mercado. Comparemos dos productos aparentemente dispares en cuanto a consumo: el libro y los alimentos. Más allá de su obvia diferencia en cuanto a necesidad, reflexionemos sobre el modelo económico al que se supedita su valor. Pronto llegaremos a la conclusión de que ambos han alcanzado una relación desproporcionada entre su costo y su valor. El mercado determina el valor de las mercancías, que supera por mucho su costo de producción, lo cual es alarmante tratándose de los productos más básicos para el hombre. Así, la comida ha pasado a ser un objeto de consumismo, en ocasiones suntuoso.

Así como la producción y venta de alimentos ha pasado a convertirse en negocio, las más veces privado o controlado por grandes grupos empresariales, la producción y venta del libro está controlada por empresas editoriales. Casi todas extranjeras. Cuando la UNESCO afirma que los mexicanos no leemos, quiere decir que no estamos integrados al mercado de la industria editorial. Doble preocupación: no leemos y, si lo hacemos, aumentamos la riqueza de alguien más.

Por otra parte, elevar cuantitativamente nuestro nivel de lectura puede incidir poco o nada en el aprovechamiento que hagamos de ese incremento. Ese aprovechamiento es lo que Alfonso Reyes denomina la experiencia literaria, que no se reduce al acto mecánico de leer, sino que se amplía al de reflexionar sobre el acto mismo de leer, pues cualquier texto puede ser leído sin ser considerado literatura.

La cualidad específica de este producto cultural llamado literatura es su dialéctica. A través de la lectura, el ser es capaz de autoconocerse y de relacionar con mayor amplitud las experiencias de su realidad. El beneficio directo e incuestionable, para cada persona, es el desarrollo de una capacidad crítica individual, cualidad de responsabilidad y compromiso con el mundo y los demás hombres.

La transformación para el aspirante a lector ha de ser en diversos órdenes. La meta será lograr el acceso al libro impreso a la vez que disminuir el consumo de propaganda mediática, como las revistas del tipo de las citadas en líneas atrás. Dicho cambio en favor de la lectura no se realizará sin considerar sus implicaciones económicas. Propongo algunas medidas al respecto:

Primero, buscar el menor costo. Visitar algún bazar o librería de libros usados. Si de entrada no se sabe qué se quiere leer, pedir al encargado alguna recomendación. El precio de un libro usado va de los diez a los cincuenta pesos en promedio. Cuando se termine de leer el volumen, regresar a la librería y cambiarlo por otro. Esto reducirá el costo anterior hasta los cinco pesos o al trueque mismo.

Segundo, reducir gastos innecesarios. Si se paga un servicio de televisión por cable para ver sólo el noticiero de las noches, se lo puede ver lo mismo a través de un canal de señal abierta. Esto haría posible ahorrar de doscientos a quinientos pesos mensuales. Además, se dispondría de más tiempo para leer.

Tercero, caminar. Ahorrar de vez en cuando en transporte y gasolina. Mejorará la salud y se verá por qué algunas personas dicen que “hay libros que se leen mejor caminando”, aunque no hay que dejar de fijarse en el camino. La fila del supermercado o el camión son buenos para leer cuentos breves.

Respecto al punto relacionado con la deficiente infraestructura bibliotecaria, hay sólo una forma de revertir el proceso de decadencia en que hemos caído. Informarse y participar de las actividades programadas y los servicios que ofrecen las bibliotecas públicas. Llevar a tres miembros de la familia al cine actualmente cuesta entre doscientos y cuatrocientos pesos. Resulta mejor obtener un libro prestado por la biblioteca, es gratuito y funciona del mismo modo que el cine, pero en la cabeza.

Un último consejo sería compartir la lectura con alguien más.



* La imagen que acompaña a esta entrada proviene de las campañas publicitarias de Librerías Gandhi. Para ver más, es posible visitar esta dirección.

9 de mayo de 2010

Las paredes de la nostalgia (texto robado con canción apropiada)



Con la intermitente tentación de cambiar de nido, miro mi casa con melancolías adelantadas. Sus paredes, sus puertas, sus tantaleantes ventanas, sus cálidos silencios me abrigan con ganas de marcharse. Y, sin embargo, mi casa y yo permanecemos ancladas, expectantes e inflamadas de recuerdos, en la calle de siempre. Quién sabe hasta cuándo. Por eso me he apropiado de este breve texto -quizás un poco descontextualizado, pero una sola es la guerra- de Maruja Torres. Y me he robado, también, una canción de Depeche Mode que me acompaña en los trayectos de ida y de vuelta.



Los lugares que fuimos



Envolveré el balcón en un lienzo blanco y lo colocaré en la estantería del pasado reciente. Los geranios, el gardenio, el jazmín. Doy vueltas por la casa, como Greta Garbo en aquella secuencia inolvidable de La reina Cristina de Suecia en que se despedía de la habitación que había compartido con su amante. Acaricio el vacío. Los amigos se han llevado los objetos que acumulé durante los últimos años, los jarros de cristal y los espejos comprados en Damasco, las lámparas adquiridas o heredadas de otros que también se marcharon de esta ciudad. Quedan los muebles que venían con el apartamento y que me apresuré a cubrir con tapices. Ahora también están desnudos, no son míos. Yo no pasé por aquí, puedo decirme.

Acaricio el vacío. Recuerdo quién fui aquí y qué fue este lugar que fue yo misma desde el primer momento en que pisé las baldosas hidráulicas y me vi circundada por ventanas y balcones. El aire entraba por todas partes, era la casa del aire y también de la fragilidad, la mejor casa que se podía tener en Beirut para habitar en lo precario. Cuando la ciudad se ponía bronca –ninguna tontería: con RPG al hombro–, no hace demasiado tiempo, la casa temblaba y yo me sentaba a hablar con los amigos por teléfono o a pintarme las uñas. Nada entretiene más a una –o a uno, puesto el caso–, en esos momentos en que no puede hacer nada por salir de su situación de conejo atrapado, que pintarse las uñas. Y acertar, claro.

Ustedes han vivido también, sin duda, esta sensación. La de abandonar un lugar en el que alcanzamos cierta plenitud, y comprender que la persona que ocupe nuestra plaza ni siquiera sabrá quiénes fuimos, ni apreciará la huella de tantas risas y lágrimas como goteamos… Cuando esa persona despierte, ¿lo hará por el zumbido del despertador, la voz de un locutor de radio? ¿O, como yo, dejará las contraventanas abiertas para que sea la luz, acompañada por el diálogo de los pájaros, lo que le abra el día, poco antes de que se reinicie al cotidiano apocalipsis de las excavadoras? El blanqueo de dinero a través del negocio inmobiliario arruinará este barrio, sus casas antiguas y nobles, derrumbará estos muros que tanto han soportado.

Corrupción, mafias, políticos ineptos. Me ha costado tiempo comprender –y he hecho este aprendizaje muy a gusto– que este país, Líbano, no es muy diferente del mío. En la España a la que regreso también hay voluntad de desmemoria y rencor acumulados.

Mi melancólica reflexión de hoy se relaciona con esa pregunta que tarde o temprano nos hacemos todos: ¿qué dejo detrás de mí? Mi marcha de Beirut es la metáfora del adiós definitivo, de esa muerte grande que nos espera al final, y que se nutre de muchas muertes pequeñas como ésta. ¿Qué le he dado a esta ciudad, además de una parte notable de mis ingresos? Quizá un poco de esperanza, cuando nadie la amaba, y ni ella misma se quería, y mis vecinos me veían salir a la calle pese al jolgorio armado. “¿Por qué no se va? ¡Usted que puede!”. Qué vecina sería si me fuera cuando vienen las verdes, solía responderles.

Pero contra ese sitio sin huellas que queda detrás de mí, contra el olvido –citando al poeta palestino Mahmud Darwish–, existen los lugares en los que uno ha estado sin saberlo. Dejen que acabe este artículo con una historia feliz. Mientras daba vueltas por la casa recibí el mensaje de un amigo comunicándome que Judith Torrea, periodista española de corazón mexicano, ha sido galardonada con el Ortega y Gasset por su blog Ciudad Juárez, en la sombra del narcotráfico. Se lo recomiendo. Tiene un estilo contundente y tan nítido como la luz del desierto: es una reportera nata. Bien, esa mujer de 37 años creció en el periodismo leyéndome, y, al serle comunicado el premio, quiso que mi amigo supiera que mi libro Mujer en guerra la acompaña en todas partes. Se lo cuento a ustedes sin vanidad, pero con gran orgullo.

De modo que, en forma amablemente vicaria, he estado en Ciudad Juárez, desde donde Judith le grita al mundo el horror de aquel infierno.

Siempre hay otra vida, en otra parte, que nos da algo suyo cuando más lo necesitamos.



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Here is the house



Here is the house
Where it all happened
Those tender moments
Under this roof
Body and soul come together
As we come closer together
And as it happens
It happens here
In this house

And I feel your warmth
And it feels like home
And there's someone
Calling on the telephone
Let's stay home
It's cold outside
And I have so much
To confide to you

With or without words
I'll confide everything

Here is the house
Where it all happened
Those tender moments
Under this roof
Body and soul come together
As we come closer together
And as it happens
It happens here
In this house

So we stay at home
And I'm by your side
And you know
What's going on inside
Inside my heart
Inside this house
And I just want to
Let it out for you

And I feel your warmth
And it feels like home
And I feel your warmth
And it feels like home

Here is the house
Where it all happened
Those tender moments
Under this roof
Body and soul come together
As we come closer together



* La versión original de la fotografía que acompaña a esta entrada puede verse aquí.

4 de mayo de 2010

El Centro Toluqueño de Escritores: 27 años, nuevas propuestas



Por Margarita Hernández Martínez

A mediados de febrero, en la columna Hormigas –que aparece cotidianamente en Milenio Diario (Estado de México)–, Porfirio Hernández, actual presidente del Centro Toluqueño de Escritores (CTE), anunció un ambicioso programa artístico para este año: “a partir de un conjunto de al menos treinta y cinco actividades articuladas, integradas por publicaciones, presentación de autores, certámenes literarios, diálogos internacionales y nuevos servicios, este centro cultural, ubicado en la Plaza Fray Andrés de Castro, habrá de impulsar opciones de recreación y formación estética, en vinculación permanente con las expresiones artísticas que la sociedad está produciendo en el estado y el país”.

En efecto, el CTE celebrará sus 27 años de existencia con una oleada refrescante, caracterizada por la continuidad, la renovación y la expansión. Por un lado, aspira a reafirmar los vasos comunicantes entre esta asociación y otras instituciones –como el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, la Universidad Autónoma del Estado de México, el Instituto Mexiquense de Cultura y el Ayuntamiento de Toluca–; por otro, pretende diversificar sus propuestas, contactar con otros espacios similares y llegar a sectores del público que, por distintas razones, aún permanecen ajenos a las labores del Centro. De este modo, según afirma el propio Hernández, “el CTE está trabajando para fortalecer todos sus ámbitos, como los talleres gratuitos y los talleres realizados con donativos. Además, está por definir su programa editorial y sus nuevas convocatorias para premios y becas. A la par, está nutriendo su capacidad de diálogo, tanto interno como externo”.

De manera paralela, prepara un mes de festejos múltiples, enfocados a refrendar los objetivos primordiales del Centro: promover la creación y el disfrute de la literatura y dar voz y espacio a los autores emergentes. Con este espíritu, organizará la décima edición del Festival Internacional de Cuento Brevísimo: Los mil y un insomnios, que, confirma Hernández, “iniciará el 6 de mayo e incluirá presentaciones en el CTE, en algunos municipios de la entidad –tanto del Valle de Toluca como del Valle de México– y en otros estados de la República”. Al mismo tiempo, se convertirá en “una motivación creativa, que consistirá en un premio todavía por definir. De este modo, los resultados del Festival se reflejarán en un estímulo económico y en una antología que reúna la narrativa breve leída y generada durante su curso. Por otro lado, la publicación se efectuará en conjunto con Editorial Jus, lo cual nos permitirá irradiar nuestro potencial hacia otros terrenos”.

Sin embargo, las transformaciones de este Festival no se limitarán a sus alcances y sus frutos, sino que se dirigirán hacia nuevas modalidades de expresión: “también explorará los cuentos que se puedan escribir en 140 caracteres; es decir, en el espacio máximo de publicación para el microblog twitter. Así, intentaremos compartir esta experiencia con escritores y lectores de otros lugares, no necesariamente del Estado de México”.

Además, los 27 años del Centro coincidirán “con una velada en homenaje a Francisco Paniagua Gurría, fundador del CTE recientemente fallecido, y con una serie de presentaciones con autores de otros grupos, quienes conversarán con los artistas del Centro”. Más allá de estas actividades –destinadas a vincular a los creadores con sus audiencias–, la asociación dará a conocer la convocatoria para el Certamen Sucedió en un "Vallejo-Hospitales”, “que se abrirá a todos los nacidos o residentes en el Estado de México que deseen escribir su propia versión de este cuento, publicado por Alejandro Ariceaga en Suma de palabras y en Ciudad tan bella como cualquiera. Como complemento, el libro surgido de este concurso comprenderá una parte crítica, encaminada a contribuir al conocimiento y la justipreciación de la obra de uno de los autores más representativos de la capital. Finalmente, a través de este trabajo, se fortalecerá la relación entre el Centro y la Facultad de Humanidades”.

“Por otro lado, en coordinación con el Ayuntamiento de Toluca, publicaremos una convocatoria sobre historias de Toluca. En este caso, haremos un llamado al público en general –no necesariamente a escritores o investigadores–, para que nos cuente las anécdotas, vivencias, experiencias y personajes que, entre otros elementos, constituyen la identidad de nuestra ciudad. Por supuesto, nos interesa publicar un volumen con estos materiales, pues representan el compromiso social que sostenemos con la gente con la que convivimos todos los días”.

No obstante, de acuerdo con las palabras de Hernández, más allá de las celebraciones de aniversario, el CTE también procura transformar sus programas permanentes: “estamos incrementando y renovando los talleres. Prácticamente, tenemos ocupada toda la semana. Los lunes, por ejemplo, coordinamos un taller de lectura; los martes y los miércoles, dos de poesía; los jueves, el de narrativa de Eduardo Osorio; los viernes, un taller de microhistorias que corre a cargo de Omar Ménez Espinosa y que se enmarca en nuestra convocatoria sobre historias de Toluca. Por otro lado, los sábados tenemos un taller de apreciación del arte actual, dirigido a niños de siete a once años e impartido por José Luis Vera y Angélica Lavalley, y un taller de teatro, que cuenta con la participación de Israel Hernández y se encamina a formar un grupo de teatro del Centro. Este último es especialmente interesante, pues busca cubrir una necesidad implícita: necesitamos acercarnos al lenguaje dramático, pues es uno de los géneros artísticos que posee más expresividad y que contribuye de forma más contundente a la manifestación general de las ideas”.

En un sentido similar, ha proyectado el establecimiento de una sala de lectura, que operará en coordinación con el programa correspondiente de Conaculta, y la instalación de círculos de lectura, en colaboración con el Ayuntamiento local y la Universidad Autónoma del Estado de México. Ambos se encuentran dirigidos a las poblaciones marginadas, que no tienen acceso directo a bibliotecas ni internet, pero sí muestran la disposición necesaria para acercarse a las artes. Aunque la concreción de estas innovaciones implica recurrir a la solidaridad y al compromiso de muchas personas –“no necesariamente vinculadas con la literatura, pero que valoran su ejercicio”–, Hernández se muestra optimista: la experiencia le ha demostrado que el diálogo y la conciliación resultan fundamentales para transitar del ensueño de los planes –abundantes e inesperados– al dinamismo de la realidad –variable e incierta–. Por ello, valdrá la pena atestiguar esta tercera etapa del CTE, que luce mucho más madura, abierta y dispuesta a la interacción. Para continuar al tanto de estas y otras actividades por venir, es posible visitar www.ctescritores.org.mx, hormigas.wordpress.com y twitter.com/porfirioh. Asimismo, es conveniente llamar al (722) 2 14 95 68.



* Artículo originalmente publicado en la página cultural de El Espectador, correspondiente a mayo de 2010.

1 de mayo de 2010

Una convocatoria (para las pasiones académicas)



Dentro de sus tradiciones editoriales, el Estado de México cuenta con un corpus académico en constante crecimiento, que ha viajado desde la exploración de la literatura latinoamericana hasta la formulación del -posible- sistema literario mexiquense. Con ese aliento, nos hemos encontrado con esta invitación, que suena bastante bien por su apertura y su ambiciosa diversidad.



Antípodas
La novela mexicana contemporánea de 1958 a la fecha



Antípodas y la Universidad Autónoma del Estado de México invitan a todos los especialistas e investigadores de la literatura mexicana para que participen en un próximo volumen dedicado a la novela mexicana contemporánea de 1958 a la fecha.

Antípodas pretende ofrecer a sus lectores novedades críticas en torno al tema; además de presentar un panorama detallado de los diferentes autores que se desempeñan en este contexto.

Desearíamos contar con artículos originales que autoricen miradas novedosas, desde un enfoque crítico actualizado y versátil. La fecha elegida corresponde a la publicación por parte del escritor Carlos Fuentes de su novela La región más transparente (1958), en donde empieza a expresarse el mundo urbano de Fuentes al mismo tiempo que se manifiesta el espíritu universalista de la novela mexicana.

Marcar líneas temáticas representa un intento imperfecto en donde muchas ausencias reclamarían reflexiones de variada índole. Esto último es lo que pretende alcanzar Antípodas, la cual está tras la búsqueda de planteamientos que conlleven renovada energía crítica a través de la reflexión sobre temas que impliquen, ya sea una carga conceptual trascendente, así como también que resulten expresivos de la literatura testimonial, manifestantes de la Onda Mexicana, representantes del Boom y del Post-Boom, por mencionar sólo algunos aspectos del complejo fenómeno que imbrica esta literatura; del mismo modo se podrá llegar a desentrañar a la narrativa mexicana como reflexión o contradicción histórica, como indagación del yo y como fantasía y juego estético.

Todo lo anterior sin descuidar el surgimiento de una joven tradición narrativa que abarca campos muy diversos que los investigadores interesados en ellos podrán extraer, analizar y comentar.

Las colaboraciones deberán tener un mínimo de 4 000 palabras y un máximo de 6 000. En primera instancia corresponde enviarlas como archivo adjunto a las direcciones electrónicas que aparecen al pie de página. Los artículos estarán elaborados mediante el programa Word y el formato de la letra corresponderá a Times New Roman, fuente 12. El formato de página es A-4 escritas a doble espacio, siguiendo las normas de la última edición de la MLA.

En la primera página del trabajo, el autor deberá incluir su nombre completo, el título del artículo, la institución académica a la que pertenece y la dirección postal junto con la dirección electrónica. Los textos podrán estar en castellano o en inglés. Todas las notas deben ir al final del trabajo y no se admiten más de diez notas por artículo y un máximo de cinco líneas por nota. La versión electrónica del artículo y cualquier otro mensaje debe ir dirigido a las siguientes direcciones electrónicas: editor@antipodas.com.au y coloquioshumanidades@hotmail.com.

Los coordinadores de la presente publicación son Roy Boland, de Antípodas, y Luis Quintana Tejera, de la Universidad Autónoma del Estado de México.

Esta publicación es revisada por pares. Una vez aceptado el manuscrito para su publicación, los autores pueden ser contactados para que realicen posibles cambios recomendados en sus textos.

El período para la recepción de los artículos será a partir de la publicación de esta convocatoria hasta el 30 de octubre de 2010.



* La versión original de esta fotografía, sumada a una galería antigua de la Ciudad de México, puede verse aquí.