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31 de agosto de 2008

El descanso y la pereza



El pasado 20 de agosto, la sección cultural de El País incluyó este brevísimo texto acerca de la pereza, un lujo que nunca me doy con frecuencia. Lo pongo aquí como preludio a un necesario descanso, del que habrá noticias más adelante. Mientras tanto, vuelvo a invitarlos a que colaboren con El Espectador y con vocesfragmentarias a través de los caminos que ustedes ya conocen: sus colaboraciones y sus comentarios. O, por lo menos, la experiencia cotidiana de la cultura, indispensable en un mundo tan agrisado como el nuestro.


Qué pereza

Por Manuel Rodríguez Rivero

Supongo que Carlos Marx se arrepintió toda su vida de haber “entregado” a su hija Laura al apuesto médico mulato Paul Lafargue, más rabelesiano que militante. Y, sin embargo, El derecho a la pereza (1880), la obra por la que su yerno es recordado, es posiblemente el panfleto anticapitalista más corrosivo desde el Manifiesto Comunista (1848). Su objeto es, precisamente, la desacralización del trabajo, que, lejos de ser un derecho de los obreros -sostiene Lafargue- es, más bien, un deber que les imponen sus explotadores; el único derecho verdaderamente revolucionario es el de la pereza, del que gozarán los antiguos esclavos asalariados en un estado colectivista en que podrán dedicarse a hacer “correr las botellas, trotar los jamones y volar los vasos”. En fin, Jauja.

La pereza. Neruda la representa desnuda y prodigiosa:

“Me llevó deslumbrado

y soñoliento,

me descubrió en la arena

pequeños trozos rotos

de sustancias oceánicas,

maderas, algas, piedras

plumas de aves marinas”

Y Georg Simmel señala en su hermoso artículo “Metafísica de la pereza” (Imágenes momentáneas, Gedisa) que “toda actividad no es más que el puente entre dos perezas, y toda cultura se afana para hacerlo cada vez más corto”.

Así lo experimentamos en vacaciones, cuando el relajamiento de la maldición bíblica nos hace sentirnos, durante el tiempo de un suspiro, próximos a otra vida posible. Nos fijamos, como el poeta, en lo que nos había ocultado la arena del trabajo. Y retomamos -también por un instante- aficiones o deseos que la rutina laboral había relegado al olvido. A toda esa beatitud, sin embargo, otros le sacan partido. Por eso la vuelta de las vacaciones es el momento que aprovechan los editores de coleccionables para “lanzamientos” que apuntan a los buenos propósitos que nos habíamos hecho durante el verano: aprender idiomas, pintar al óleo, construir aviones por piezas, hacernos nuestros propios vestidos. Pereza, qué trabajo.



* La imagen, perteneciente a una magnífica serie sobre los siete pecados capitales, puede verse completa aquí.

Las caras de Arte Moderno




Hace poco más de un mes, mi jefa de prensa me asignó la tarea de entrevistar al director del Museo de Arte Moderno del Estado de México, Carlos Olvera Avelar. Por lo general, las entrevistas me resultan difíciles y desgastantes: en medio de la trepidante rutina diaria, es complicado lograr el entrevistado, siempre con cosas más interesantes por hacer, y yo coincidamos; además, en muchas ocasiones, ni él ni yo tenemos muy claro cuál es el objetivo de nuestra charla. Sin embargo, en esta ocasión ocurrió todo lo contrario: Olvera se mostró muy accesible y, de una manera sorprendente, me ayudó a descubrir las maravillas de un museo que, hasta entonces, sólo había visitado por motivos de trabajo. Vale la pena visitarlo. Como invitación, les dejo este comunicado, que, no obstante, apenas refleja el resultado de la entrevista.


Toluca, Estado de México.- A primera vista, el Museo de Arte Moderno del Estado de México se distingue por su peculiar disposición: situado en un terreno levemente elevado, sobresale a un costado de la explanada del Centro Cultural Mexiquense. Su forma circular evoca toda clase de objetos: desde un platillo forrado de aluminio hasta una curiosa nave espacial; de esta manera, revela sus propósitos iniciales: antes de convertirse en un foro destinado a resguardar algunas de las manifestaciones artísticas contemporáneas más relevantes, fue concebido como un planetario. El objetivo sigue siendo semejante: presentar al público un fragmento del cosmos; en este caso, una fracción del universo plástico mexicano.

En efecto, este recinto museográfico ofrece, más allá del célebre mural atmosférico de Leopoldo Flores y de sus frecuentes exposiciones temporales, un acervo rico y variado, que se mantiene en movimiento continuo. Acostumbradas a interactuar con un amplio conjunto de obras itinerantes, sus casi 800 piezas engloban un grupo particular, constituido por alrededor de 60 trabajos que pueden considerarse verdaderos tesoros artísticos del siglo XX.

De acuerdo con Carlos Olvera Avelar, director del Museo, dicha afirmación se sostiene en dos criterios: la importancia del autor y la trascendencia de su obra. En este caso, la valoración depende del segundo de estos factores, pues “si bien el Museo cuenta con un inventario de autores muy importantes, éstos tienen presencia en otros museos de arte moderno del país”. No obstante, desde la perspectiva de Bertha Taracena, una de las críticas de arte más respetadas de la República, el Museo de Arte Moderno del Estado de México exhibe numerosas obras maestras de estos autores; por lo tanto, destaca en el panorama pictórico nacional.

Entre las obras que le confieren este reconocimiento resaltan “Me mato por una mujer traidora” (1924), acuarela sobre papel de Abraham Ángel; “Presagio” (sin fecha), óleo sobre tela de Guillermo Fernández Ledesma; “Ofrenda” (sin fecha), óleo sobre tela de Francisco Goitia, y “Sin título” (1924), temple sobre papel de Rufino Tamayo. Asimismo, llaman la atención “Coloquio de la niña y la muerte” (1959), óleo sobre masoquite de Gabriel Fernández Ledesma y “Mujer mexicana” (1943) óleo sobre tela de María Izquierdo. El primero de ellos ha viajado por distintos continentes; el segundo encarna toda una escuela de trazos vigorosos y colores brillantes.

Además, esta suma de manifestaciones pictóricas comparte algunos rasgos comunes, que convierten su contenido en obras cumbres del arte mexicano. Según Olvera Avelar, éstas fueron realizadas en una época caracterizada por la consolidación de la visión de los pintores sobre la realidad social de México; es decir, en un momento en el cual la identidad nacional comenzaba a cobrar sentido. Esta transformación colectiva se transfirió, inevitablemente, al terreno artístico: después del movimiento revolucionario, los pintores abandonaron la imitación de la iconografía europea; así, volvieron la mirada a las riquezas visuales de nuestro país: “antes de la Revolución, los motivos populares mexicanos, como los colores que Diego Rivera empezó a emplear, eran considerados de mal gusto”. Sin embargo, en la actualidad, representan una fracción de nuestra historia y nuestra tradición.

Otra convocatoria (del IMC)




Hace unos días, el Instituto Mexiquense de Cultura dio a conocer la convocatoria para el Segundo Concurso de Acuarela: Premio Tlaloc 2008. Aunque no disponemos de las bases completas, ponemos aquí el comunicado de prensa correspondiente. Ojalá que les interese participar, pues este tipo de certámenes tienen, lamentablemente, una participación escasa.


Toluca, Estado de México.- Como parte de las actividades destinadas al fomento, a la promoción y al impulso de la creación artística, el Instituto Mexiquense de Cultura, a través del Museo de la Acuarela, y la Asociación de Amigos del Museo de la Acuarela convocan a los artistas plásticos en general a participar en el Segundo Concurso de Acuarela: Premio Tlaloc 2008, que se fallará a finales de septiembre de este año.

Los participantes deberán inscribirse –con un costo de $200.00– y presentar una acuarela pura y original, realizada a partir de 2007, con tema libre. El formato podrá ser horizontal o vertical; no obstante, deberá medir 53 x 35 cm, con marco sencillo de 6 cm de ancho y mascarilla o maría luisa de 8 cm. Asimismo, las obras irán acompañadas de una ficha técnica que especifique claramente los siguientes datos: autor, título, fecha, técnica y medidas en centímetros. Por último, es necesario destacar que no se admitirán las obras que presenten técnicas mixtas; tampoco aquéllas que hayan tomado parte en otros certámenes o exposiciones.

El jurado, que será integrado por reconocidos artistas, emitirá un fallo inapelable, a través del cual se concederán tres primeros lugares y diversas menciones honoríficas, que conformarán una exposición especial. De este modo, el primer lugar recibirá, por conducto del Instituto Mexiquense de Cultura, un diploma y $10 000.00; además, se hará acreedor al Trofeo Tlaloc, patrocinado por la Secretaría de Turismo del Estado de México. Por su parte, el segundo lugar obtendrá, a instancias de la Secretaría de Turismo del Estado de México, un diploma y $5 000.00. Finalmente, el tercer lugar obtendrá, con el auspicio del Ayuntamiento de Lerma, un diploma y $3 000.00. El resto de los concursantes recibirá una constancia de participación.

La premiación se llevará a cabo el sábado 27 de septiembre, en punto de las 12:30 horas, en el Museo de la Acuarela. La exposición derivada del certamen, por su parte, permanecerá abierta hasta el 2 de noviembre. Mientras tanto, las obras podrán remitirse del 9 al 14 de septiembre, de las 11:00 a las 17:00 horas, a las instalaciones del Museo de la Acuarela, ubicado en Melchor Ocampo 105, colonia Merced y Alameda, en el centro de Toluca. Para mayores informes, es posible comunicarse al 01 (722) 2 14 73 04.



* La acuarela que ilustra esta entrada pertenece a Guillermo Busch. La versión original puede verse aquí.

8 de agosto de 2008

Claroscuros de la Ley del libro


El pasado 2 de agosto, el suplemento Laberinto publicó este excelente análisis de Héctor González, que gira en torno a las múltiples caras de esa moneda al aire que es la Ley del libro, recientemente aprobada en nuestro país. Creemos que es necesario establecer un debate serio al respecto, puesto que la información ahí vertida contrasta con esta entrada, que publicamos hace ya bastantes meses.

Claroscuros de la ley del libro

Por Héctor González

Hay algo más en la Ley del Fomento a la Lectura y el Libro aparte del precio único? ¿Habrá más lectores con esta norma? Preguntas más, preguntas menos, lo cierto es que la ley es un hecho. Sólo resta hacer el reglamento para que se concrete su aplicación. No obstante, conviene recordar que este último requisito no es cualquier cosa. Poco antes de abandonar la Presidencia, Ernesto Zedillo aprobó una ley del libro que nunca llegó a funcionar, debido a que no contó con la normatividad interna que la pusiera en marcha. Al entrar Vicente Fox se hizo un nuevo intento por crear una legislación que impulsara la industria editorial, entonces nació la idea del precio fijo en los libros. Cuando todo parecía ir viento en popa, surgió un nuevo contratiempo: el ex mandatario vetó la iniciativa, por considerar que afectaba la Ley Federal de Competencia. Una vez más, la propuesta se quedó en el aire. Tras una azarosa historia y después de que el presidente Felipe Calderón la promulgara públicamente, todo indica que ahora sí entrará vigor en cuestión de semanas o unos cuantos meses.

La propuesta estelar de la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro es el precio único, que como su nombre indica, implica que la misma edición de un título tenga igual costo en cualquier librería del país. A lo largo de los 27 artículos que conforman el documento también se propone la creación de un Consejo Nacional de Fomento para el Libro y la Lectura; la elaboración del Programa de Fomento para el Libro y la Lectura; garantizar el abasto en los acervos para las bibliotecas de aula y escolares; impulsar la distribución y producción editorial; y obliga al gobierno federal a utilizar parte de los tiempos oficiales para el fomento a la lectura, entre otras cosas.

Dentro de la cadena editorial, la norma no ha estado exenta de controversia. Juan Arzos, presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), se muestra satisfecho con el resultado: “Toda ley es perfectible. En un tiempo se asentará y luego vendrán mejoras, pero por el momento no quedó nada en el tintero”. Otro de los principales impulsores de esta ley es el escritor y editor Alberto Ruy Sánchez: “Fue una iniciativa de un grupo muy plural de personas de distintos sectores cercanos a la lectura, pero sin ninguna experiencia para hacer leyes. Nos reunimos varios años y luego buscamos la asesoría de quienes sí saben hacerlas. Lo primero que nos dijeron fue que hay cosas en las que no te puedes meter porque pertenecen a ámbitos de otras normatividades”.

Para Guillermo Quijas, director general de Editorial Almadía, lo más interesante está por venir, pues hay que sacar el reglamento e iniciar el proceso que fortalezca a la industria: “Me parece importante tener una plataforma legal que permita el desarrollo y el impulso de las librerías y el libro. Hay más cosas por hacer, no es sólo cuestión de aprobar una ley. A partir de ahora viene lo más interesante: armar el reglamento y crear un programa de fomento a la lectura”.

Menos optimista es Paco Ignacio Taibo II: “Me parece una ley extremadamente pobre. No incluye la obligación del colofón, por lo tanto los editores pueden imprimir sin certificar cuántos ejemplares están imprimiendo. No tiene nada sobre derecho de autor. El argumento de que protege a las pequeñas librerías al igualar el precio, no considera el problema de que desprotege a los lectores al eliminar todas las ofertas. No incluye nada sobre la destrucción de libros. No plantea al libro como sujeto cultural y por lo tanto no plantea argumentos para que se le den exenciones en tarifas postales, ni fiscales. No plantea recursos fiscales para que las empresas puedan regalar o donar libros”. El juicio del escritor de novela policíaca pone varios puntos sobre la mesa y abre el debate.

No todo es precio único

Buenas intenciones y pocas medidas concretas conforman la estructura de la ley del libro. Para quienes la defienden esto obedece a una serie de limitaciones legales. Guillermo Quijas reconoce: “Estoy de acuerdo con que puede parecer pobre. En efecto, hay más cosas por hacer, tal vez haya que ampliarla. Pero lo rescatable es que es el inicio de todo un proceso para desarrollar la industria. Faltan cosas en cuestiones fiscales. Ahora es fácil publicar un libro porque existen los apoyos, pero en términos de distribución existe un buen número de inconsistencias: el precio, la competencia desleal o lo difícil que puede resultar para una editorial distribuir. Como editorial y librero de provincia, me parece importante que se arranque así”.

Ruy Sánchez no comparte la idea de la pobreza de la ley, todo lo contrario. Si existen limitaciones obedecen a que la Constitución prohíbe entrar en la competencia de otras leyes: “Todos nos advirtieron que en el momento en que propusiéramos algo así, la iniciativa iba para atrás. En materia de derecho de autor es lo mismo. Porque buena parte de este terreno es fiscal. Aquí urge resolver algo: los autores somos los únicos que pagamos ingresos totales en lugar de pagarlos por las ganancias. ¿Cómo deduces las horas que le dedicas a una novela? Eso es fundamental. El colofón en los libros es algo que sí se puede hacer, son cosas pequeñas de operación. Pero en realidad un editor que quiere hacer trampa lo hará de todos modos. Ésa no es mi preocupación principal, tal vez porque he tenido editores honestos”.

Vicente Herrasti, director editorial de Norma y hasta hace unos meses titular de la Dirección Nacional de Publicaciones del INBA, apunta que por centralizar el contenido en el precio único se descuidaron otros flancos: “Por ejemplo, el consejo creado por dicha ley no tiene capacidad de sanción, constitucionalmente hablando. Desde la perspectiva de algunos editores, este tipo de asuntos eran ‘menores’, pues se consideró que lo importante era lograr la aceptación del precio único, dejando los factores ‘secundarios’ para una revisión posterior”.

De acuerdo con lo estipulado por la ley, se tienen 120 días a partir de la publicación de la misma en el Diario Oficial, para la creación del Consejo Nacional para el Fomento de la Cultura y el Libro, instancia que fungirá como órgano consultivo de la SEP. Crítico, el editor Miguel Ángel Porrúa sostiene: “Es una pena porque lo único que se consigue con esto es crear más burocracia. Es una ley que apoya únicamente a los transnacionales. No creo que sea producto del desconocimiento del oficio, sino que emana de la iniciativa de los transnacionales y a la industria nacional no beneficia absolutamente en nada, ni a los consumidores, ni a los libreros”.

La incertidumbre ante la ausencia de políticas concretas genera incertidumbre entre quienes critican la legislación, entre ellas revisar las sanciones que se aplicarán a los infractores y que no aparecen estipuladas. Aun así, el director general de Almadía se muestra confiado: “Hay muchas cosas en las que trabajar, en México hay leyes que no se cumplen. Creo que la industria editorial permitirá un beneficio para la formación de lectores”.

Precio único: ¿mito o realidad?

Francia lo aplica desde hace 25 años. En Inglaterra se utilizó, pero posteriormente se hizo a un lado. Desde 2006, México se ha visto envuelto en un acalorado debate sobre el precio fijo en los libros. Con la entrada en vigor de la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, su aplicación es un hecho. Durante 18 meses las novedades editoriales deberán mantener su mismo costo en las librerías de todo el país. ¿Servirá para crear más librerías?, ¿bajarán los precios?, ¿será en beneficio de los lectores? Hablan detractores y defensores.

Para Vivian Abenshushan, editora de Tumbona Ediciones, esta medida era necesaria para “resucitar a una moribunda industria editorial. Es imprescindible para terminar con los monopolios de las grandes cadenas de librerías que han arrasado con las pequeñas librerías de barrio y han impuesto una lógica de supermercado. Gracias a esta ley se reanimará la diversidad, es decir, la apertura de nuevas librerías que competirán no a través de los falsos descuentos impuestos por Gandhi o Sanborns, sino a través del servicio de sus libreros”. En el mismo tenor coincide Diego Rabasa, editor de Sexto Piso: “En la industria de los libros el 80 por ciento de las ventas corresponde al 20 por ciento de la oferta de los libros. Esto hace que el sostén de las librerías se centre en unos cuantos títulos. Si las grandes cadenas ofrecen estos grandes títulos un 25 o 30 por ciento más barato que las pequeñas librerías, éstas difícilmente podrán tener la rotación necesaria de estos títulos altamente demandados, de tal suerte que el negocio se vuelve inviable. Estoy convencido de que esto estimulará la creación de pequeñas librerías que podrán diferenciarse de las grandes cadenas mediante una oferta editorial amplia y cuidada, mediante libreros profesionales y dedicados”.

En el otro extremo se encuentra Miguel Ángel Porrúa. Comenta: “Una medida como ésta no hará más que promover la aparición de grandes librerías y desaparecerán las pequeñas. Se los van a comer los fletes. No podemos comparar la extensión territorial de México con la de España o Alemania. Los distribuidores traen los libros con una serie de beneficios que emanan desde el país de origen de los libros. Ellos tienen apoyos para la exportación, para la compra de papel, en fin. Como sucede en otros países, hay que buscar subsidios para los envíos”.

De acuerdo con la Caniem existe un acuerdo con Multipack para que haga descuentos hasta de 60 por ciento en el flete de los títulos. Sin embargo, para Porrúa la medida es insuficiente y engañosa, pues no se tendría que depender de la iniciativa privada.

Un punto central de la discusión es el futuro de los precios. Los ajustes que propicie el precio único se tendrán que debatir entre subir o bajar, la decisión estará en manos de los editores. Guillermo Quijas, de Almadía, adelanta: “En Oaxaca no nos afectan tanto los fletes, pero entiendo que en Tijuana y Mérida sí. El descuento que dan las editoriales se lo come el flete, entonces ellos tienen que subir los precios. La geografía de México sí tiene ciertas limitantes en este sentido por ser tan extensa. Me parece que ahí hay que buscar soluciones específicas. Quizá en este caso la ley puede ser contraproducente en lo que a crecimiento de librerías se refiere, pero en la medida que exista una cuestión legal que regule esto, puedes buscar los beneficios porque la iniciativa de esta ley no ha sido dejar fuera a estas librerías. En lo que respecta a los precios, creo que la tendencia será a la baja. Como editorial, al no tener que dar descuentos tan grandes a las librerías, podremos bajar el precio al público”.

De acuerdo con datos de la Caniem, en México hay una librería por cada 275 mil habitantes, mientras que en España hay una por cada 15 mil y en Alemania, una por cada 10 mil. Para Paco Ignacio Taibo II esta relación se puede mantener con la aplicación de esta ley: “Con el precio único los libros se van a encarecer. Al no existir descuentos en las librerías grandes y los grandes almacenes, de entrada ya te encarece el libro de primera salida. Otra cosa importante, la ley establece el precio único marcado por las editoriales, pero no establece los descuentos. Por lo tanto, la injusticia que existe en cuanto a las grandes cadenas libreras, respecto a las librerías chicas, seguirá existiendo. Las grandes editoriales van a dar descuentos más altos o más bajos a las pequeñas librerías y más altos o más bajos a las grandes que les compran mayores cantidades. ¿En qué favorece esto a las pequeñas librerías? El problema es que el precio único se fija en la salida a la venta al público, que es el más perjudicado, no en la salida de venta de la editorial”.

A la vista de Alberto Ruy Sánchez, la ecuación es diferente 180 grados: “Se trata de un dispositivo que consigue eliminar uno de los vicios del mercado: el régimen de los precios inflados. Antes, si un libro valía cien pesos al público: diez por ciento iba para el autor; 35 para la impresión, fabricación, etc.; 15 para el editor; 40 para el distribuidor, de los cuales 30 eran para librería, es decir, el distribuidor gana diez. Así era hasta que llegan los supermercados. Wal-Mart exige 80 por ciento de descuento. Entonces para seguir recibiendo el 60 por ciento y cumplir con los otros compromisos, como editor subes el precio de cien a 300. Luego Wal-Mart decide dar un 50 por ciento de descuento, entonces el precio al público se fija en 300, y el supermercado lo da en 150. Pero la realidad es que el costo debería de ser cien. Ése es un régimen de precios inflados. Las librerías, al competir con ese precio, comienzan a desaparecer, en tanto que los supermercados tienen menos surtido de libros y pésimo servicio. No es que los libros vayan a costar la mitad, simplemente no van a seguir inflándose los precios, y en ese sentido bajarán los costos. Es un mecanismo que ha funcionado. El resultado no se verá inmediatamente, pero sí se dará”.

Insuficiente

Más allá de las interpretaciones, que sólo se verán ratificadas o desmentidas con el paso del tiempo, una realidad es que la “ley del libro” no generará lectores de no implementarse políticas reales en materia de difusión y acercamiento a la lectura. Funcione o no el precio único, la ley debe acompañar una serie de acciones que por el momento no parecen estar a la vista. Opina Diego Rabasa: “Me parece que la cuestión de los lectores pasa por terrenos que implican variables mucho más complejas. Estoy convencido de que el estímulo hacia la lectura debe de partir desde el ámbito familiar. Si desde chicos estamos acostumbrados a percibir como únicas fuentes de entretenimiento internet, las películas de Disney, las caricaturas o el contenido del Canal de las Estrellas, aunque cada Starbucks se convirtiera en una librería no tendríamos personas interesadas en cultivar dicho hábito”.

Para Vivian Abenshushan, un verdadero cambio en este sentido atraviesa por una verdadera reforma educativa, y concluye: “Generar nuevos lectores es una labor mucho más compleja, una labor del Estado, que sólo será posible cuando la educación pública deje de ser botín de sindicatos corruptos para el acarreo electoral, cuando el magisterio recupere el placer de la lectura, cuando la televisión se democratice y devuelva un espacio a la cultura, cuando leer deje de ser una obligación cuantificable”.

Dos convocatorias



Como cada año, el Instituto Mexiquense de Cultura convoca a todos los escritores –sí, a todos: nacionales y extranjeros– a enviar sus obras al Fondo Editorial, con la finalidad de publicarlas el año que viene. Vale la pena aprovechar la oportunidad, pues, con sus aciertos y sus errores, se trata de uno de los espacios editoriales más prolíficos de nuestro país.

Por otro lado, el Centro Toluqueño de Escritores –que continúa, por cierto, festejando sus veinticinco años– invita al público en general a su curso “Del guión escrito al guión filmado”, que impartirá Gerardo Lara, del 21 de agosto al 21 de octubre. Las clases tendrán un costo de mil pesos y las inscripciones permanecen abiertas. Para mayores informes, es posible llamar al 2 14 95 68.

3 de agosto de 2008

Jan Hendrix: al rojo caos y de regreso


Por Margarita Hernández Martínez

I

Una hoja caída murmura el bosque entero. Una leve ondulación del agua pronuncia al mar. Y el balbuceo de los corales anuncia sal lenta en las vértebras, gotas que transfieren su humedad entre esqueletos.

La historia de cada objeto resume la misteriosa completud del mundo: predica, en esa íntima concentración, una clave de intensidad cósmica y un rasgo que, visto de cerca, suspende –o vuelve a proclamar– el caos del universo. Así, la realidad –nunca definitiva y siempre variable– no queda constituida sólo por fragmentos, sino que funciona como un todo plural y dinámico, abierto a la conjunción entre síntesis y formas.

II

Sin embargo, más allá del constante susurro de las cosas, Jan Hendrix (Maasbree, 1949) opina que “la forma no tiene realidad sin el espíritu”. Para este artista plástico, originario de Holanda y avecindado en México desde 1978, ello significa el paso por un proceso creativo destinado a atraer –mediante técnicas que, si bien no resultan sorprendentes de manera aislada, producen una impresión perdurable– la primera voz de los objetos. Así, su obra recurre a la aproximación y al alejamiento; a la concordancia entre forma y fondo; a la diversificación y el enriquecimiento de los materiales; a un modo de mirar que colinda con el acecho; en suma, a un viaje continuo del lenguaje implícito en la imagen al caos y de regreso.

Con estas premisas, su producción se caracteriza por la presencia y el diálogo de dos elementos esenciales: la metáfora –entendida en su sentido primigenio: “traducir o trasladar a otra parte”– y la metamorfosis –definida como “alterar o convertir algo en otra cosa”–. Esta fascinación por el movimiento y la otredad, sumada a una densa capacidad de simbolización y a un interés casi obsesivo por los detalles, constituye, a través de esmalte, laca, metal recortado, papiro, porcelana y papel de algodón, chino, nepalés o japonés, un arte que sólo se detiene ante las orillas, en una región silenciosa que transgrede los límites y se asocia con varias manifestaciones semejantes. Y éstas –otra vez– conversan con la dispersión integral del universo.

En efecto, la gráfica de Jan Hendrix departe con la literatura, condensación verbal de la que ha aprendido la necesaria economía de los signos; con la arquitectura, suma de volúmenes y espacios de los que proviene su inclinación por los fractales, y con la cinematografía, circulación de historias de la cual surgen sus imágenes en secuencias interrumpidas. En última instancia, el objetivo de Hendrix radica en concretar, mediante el trabajo artístico, su exploración en torno al caos y su orden en el lenguaje: la construcción de “un código vegetal”; es decir, de un alfabeto conformado por “elementos naturales”. No obstante, también supone una lectura del cosmos cada vez más concentrada, críptica y personal; así, implica una visión que se distingue por su particularidad y por la soltura interpretativa que concede a los espectadores. Estas características sugieren –de nuevo– una rama frágil que recita el curso del viento.

III

El lenguaje y sus imágenes desvelan la voz oculta de los lugares cotidianos. Lo mismo ocurre con el Museo de la Estampa –ubicado en Plutarco González 305, en el centro de Toluca–, ese recinto que en algunas tardes lluviosas se afirma gris. Sin embargo, desde el pasado 18 de julio y hasta el próximo 31 de agosto, alberga una exclamación roja, resonancia de las búsquedas y los hallazgos de Jan Hendrix.

Rojo es una extraordinaria exposición que reúne, en 46 estampas, los descubrimientos más recientes de su autor. Organizada en cuatro series, denominadas “After nature”, “Malpaís”, “Lanzarote” y “GGM”, conforma un ciclo multifacético alrededor de un solo discurso: el asombro frente a la naturaleza, reflejado en la intensidad de la luz, la eliminación del color y el empleo del alto contraste.

Sin embargo, cada segmento despliega un conjunto de particularidades, las cuales confieren variedad a la muestra. Para comenzar, “After nature”, compuesta por 20 aguatintas, constituye una especie de glosa gráfica de algunas frases de W. G. Sebald (Baviera, 1944), quien escribió un libro con el mismo título. Alrededor de sentencias como “entonces él descubrió que tenía que dibujar a las plantas en su forma más pura”, Hendrix magnifica los detalles y propone una reflexión sobre la sustancia de la vida y del ser humano.

Por otro lado, “Malpaís” y “Lanzarote” presentan dos rostros procedentes del mismo paisaje. El primer caso agrupa un conglomerado de cuadros en formato panorámico que, a través de la perspectiva tradicional de los viajeros de los siglos XVII y XVIII, configura un recorrido minucioso, limpio y exacto por una zona árida, con reminiscencias volcánicas. En cambio, el segundo encarna una visión satelital, abstracta y personal, sobre el paisaje y sus accidentes geográficos. Finalmente, “GGM” engloba las ilustraciones realizadas para una edición especial de “Vivir para contarla”, volumen que recoge las memorias de Gabriel García Márquez.

De este modo, Jan Hendrix brinda, de manera aparentemente fragmentaria –y, no obstante, secuencial–, un vistazo a su propia conformación del cosmos –que es el caos y su reverso–. Para ello, acude a “una mirada que puede ser diagonal o vertical, que abarca todas las posibilidades y ofrece una serie de herramientas con las que medimos, vemos, calculamos y sentimos el paisaje”; sobre todo, con las que verbalizamos nuestra experiencia en el mundo. Desde su perspectiva, la intención de sus creaciones reside en provocar al espectador, al grado de convertirlo en otro artista capaz de complementar la insinuación que se desarrolla ante sus ojos: lo esencial es que cada uno de nosotros piense “aquí falta algo y lo tengo que descubrir, me tengo que quedar pegado hasta que lo encuentre”. Se trata de sentirnos invitados a escuchar la hoja e intuir el bosque, a atender corales y gustar la sal.

Sin duda, la aparición de Rojo en el Museo de la Estampa es un destacable acierto del Instituto Mexiquense de Cultura. Resulta muy interesante observar en nuestra ciudad, ávida de movimientos y actividades auténticamente culturales, la obra de un artista plástico que –literalmente– ha expuesto en medio mundo: sus estampas han recorrido Alemania, Australia, China, Corea, Cuba, España, Estados Unidos, Holanda, Francia, Inglaterra, Indonesia, Japón, Kenia y Yugoslavia. Y no sólo eso: lo han hecho con propuesta y con coraje, dos virtudes que se agradecen en un artista contemporáneo.




* Texto correspondiente a la plana cultural del mes de agosto