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10 de noviembre de 2008

Tres lecturas sobre Cárcel de árboles, novela de Rodrigo Rey Rosa (segunda parte)




Por Iván Castañeda

(continúa del número anterior)

Segunda lectura: nombrar al mundo para entenderlo

Si (como el griego afirma en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de la rosa está la rosa
y todo el Nilo en la palabra Nilo.
- Jorge Luis Borges

“El río que se llamaba Azul era marrón”. Con frases como ésta, Rodrigo Rey Rosa parece irnos adentrando en un juego donde YU, privado de su capacidad de comunicarse, lisiadas sus áreas cerebrales del lenguaje y la memoria, encuentra papel y lápiz y recuerda poco a poco cómo expresarse mediante signos.

Escondido de los guardias, YU redacta en su diario: “no recuerdo ni cómo ni dónde encontré la linterna”; “una noche la aguja de luz se movió sobre el papel y sin duda trazó las primeras palabras”. Una iluminación, eso es precisamente lo que el lenguaje escrito representa para el prisionero, un acto casi automático el de recordar cómo escribir: “la punta del lápiz, creo, fue la que fue buscando el papel”; “el instante en que mi mano comenzó a formar palabras, yo comencé a comprender”. A medida que YU avanza en su escritura, el mundo le parece más suyo: va logrando nombrarlo y, por lo tanto, se lo apropia. Así, descubre cómo su lenguaje oral nombra todas las cosas del mismo modo: con el sonido yu.

Un lenguaje oral mutilado, inservible. Cómo nombrarlo todo pronunciando yu, cómo nombrar el mundo si la única sílaba posible de emitir es yu, con algunas variantes, inflexiones y, cuando mucho, una inversión de fonemas: uy. Rey Rosa nos coloca ante una posibilidad horrenda: él únicamente dota a sus personajes del lenguaje oral, pero qué pasaría si nuestras capacidades comunicativas se redujeran, o si nunca hubieran existido. ¿Qué camino habríamos seguido para expresarnos? ¿Señas? ¿Dibujos? Y si así fuera, ¿serían esos elementos capaces de lograr una comunicación efectiva, una acertada descripción del mundo?

El segundo YU aprende algo: basta mover ligeramente la muñeca y los dedos –el índice tocando el pulgar– para formar un pensamiento. Aunque él prefiere escribir, quizá porque la riqueza expresiva de las palabras supera cualquier seña. Esto sucede cuando el primer YU escribe: “la piel de una fruta verde con manchas negras y pulpa suave y aceitosa, que fue mi almuerzo, me ha servido para sacarme los grillos”. Sin nombrarlo, el personaje ha dicho aguacate, lo ha descrito en sus características más particulares. Algo similar ocurre cuando el condenado mata a un guardia: vemos de qué manera el léxico pasivo le acude a la mente e, incluso, si no sabe de qué modo emplearlo, no importa, pues ha sabido hacerse entender:

“El cuerpo del guardia era más pequeño que el mío, su piel era más oscura. Tenía grandes ojos negros […] Escribo la palabra niño sin estar seguro de lo que significa”.

En este punto, Rodrigo Rey Rosa abre puertas: la posibilidad de condensar todas las características que describen a una cosa. Si una fruta es verde, aceitosa y de cáscara negra, cuál palabra puede llevar, de ahora en adelante, toda esta información sintetizada. Aguacate, categua, teguaca. Podría inventarse una palabra. Si alguien es más que yo, más joven, tal vez llamarlo niño sea buena opción, entre tantas otras, para hacerlo.

YU escribe en su diario: “no hay nadie en la avenida […] no volvió nadie. He bajado del árbol […] No están ni las cadenas ni los grillos. Esto es la libertad”. Esto es la libertad, o como se convenga llamar a esta situación.

Tercera lectura: la tradición de los arquetipos

Lo que fue, eso será;
lo que se hizo, eso se hará.
Nada nuevo hay bajo el sol.
- Eclesiastés I: 9

Que no hay nada nuevo, que ya todo está escrito. Todo es variación sobre los mismos temas. Quizás. Quizás es cierto, hay un inconsciente colectivo plagado de imágenes comunes para toda la humanidad, imágenes dotadas de significados ocultos que Jung dio en llamar imágenes arquetípicas. Los sueños de todas las culturas se han visto poblados de monstruos y situaciones similares. Los mitos, de cultura en cultura, parecen ser distintas versiones de una misma historia: Orfeo baja a los infiernos lo mismo que Quetzalcóatl; el infierno es un laberinto como el de Teseo; Eva, Prometeo y Caín desconocen las órdenes supremas e inauguran con sus actos la capacidad de elección.

De acuerdo con Joseph Campbell, el mito es la entrada secreta por la cual las inagotables energías del cosmos se vierten en las manifestaciones culturales humanas, consciente o inconscientemente podemos estar recurriendo a arquetipos al momento de crear. Aunque no sea éste el caso, no es difícil encontrar relaciones entre las creaciones artísticas y los mitos antiquísimos. Cárcel de árboles presenta numerosas referencias arquetípicas. YU hace las veces de Adán, de Prometeo, de Caín.

A pesar de que son casos distintos y YU tiene problemas para recobrar las palabras inertes en su mente, los momentos en los que el preso nombra las cosas por sus características y no por su nombre semejarían al primer habitante del Edén descubriendo al mundo, eligiendo las palabras para bautizarlo.

“Oí, en lo alto, un ruido ronco. Vi un objeto oscuro, como una libélula enorme, recortado contra el cielo fragmentado por el follaje de los árboles. Un viento fuerte caía y el objeto se acercaba. Caían las hojas y las ramas se doblaban. Corrí a refugiarme tras el grueso amate que crece al final de la avenida. Estuve allí hasta que volvió el silencio. ¿Helicóptero?”

Helicóptero, o libélula metálica. El pasaje sólo nos recuerda que, como en el mito de Adán, las palabras son, antes que nada, una convención. Si Adán en el Paraíso nombró las cosas a su gusto, YU en el Petén puede hacer lo mismo. Basta entonces un receptor que convenga en llamar aguacate a la fruta de carne verde y aceitosa, para que la comunicación comience a brotar.

Aunque en la historia de Rey Rosa no hay ni Eva ni serpiente, la aprobación del conocimiento –aunque sin manzana de por medio– se da mientras YU recobra su capacidad de escribir y nos recuerda que quienes podemos hacerlo podemos expresar y obedecer órdenes propias. Ni supremas, ni divinas: propias. Con tal descubrimiento, las figuras de Prometeo y Caín saltan a la vista.

Prometeo entregando el fuego a los hombres se refleja en la novela cuando el primer YU da al segundo un lápiz. No en vano lápiz y cuaderno han caído del cielo luego de un accidente aéreo. Los dos prisioneros descubrirán muy pronto el poder de la comunicación, el poder de expresarse y saberse entendido. De aquí saldrán nuevos planes para escapar y, para su ejecución, habrá de cometerse un crimen: el primer YU encuentra una piedra afilada en la excavación donde es forzado a trabajar; en vez de dársela a los guardias como un descubrimiento arqueológico, la guarda para sí. Caín ha encontrado una quijada de burro.

Luego de matar al guardia, YU se lo comunica por escrito al segundo YU. Éste último no lo entiende: “YU no parece comprender que matar al guardia fue un acto voluntario”; “mi mano ya estaba levantada con la piedra”. Matar al guardia, además de servirle al preso para salvar su vida y procurar su libertad, es la confirmación absoluta de las decisiones que ha venido tomando desde que puede escribir. Su capacidad de elección, su libre voluntad, se ha consolidado frente al experimento científico en el cual está obligado a no decidir.

Al final del experimento conductista, la doctora Pelcari llega a una conclusión: no podía ser inhumano, pues no privaba al hombre de su voluntad. La prueba: los dos hombres que se habían fugado. Los dos YU, quienes demostraron lo indomable de su fuerza.

Joseph Campbell (2006), El héroe de las mil caras, FCE, México
Rodrigo Rey Rosa (2005), Cárcel de árboles, Cultura, Guatemala.


* Texto publicado en la página cultural de El Espectador, correspondiente al mes de enero.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Hola:
Resulta que este artículo me ha ayudado mucho en mi tarea de Literatura Guatemalteca y me interesa saber en dónde puedo conseguir la revista, ¿eres la autora? Está excelente, felicidades.
Y gracias por la ayuda :)

Unknown dijo...

ups, ya vi que es Iván Castañeda, de todas formas gracias.

Margarita dijo...

Patylu:

El artículo se publicó en un periódico de circulación local (estamos afincados en Toluca, Mexico). Es difícil que la consigas, por eso publicamos el material, paralelamente, en este blog. Me alegra que te haya servido. No dejes de visitarnos.