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8 de febrero de 2009

La creación poética: dos talleres, dos visiones


Por Margarita Hernández Martínez

Pese a su naturaleza eminentemente personal, la poesía –entendida, en este caso, como empleo creativo del lenguaje, desde la prosa hasta el verso– no es una labor sencilla. Constituye, por definición, un ejercicio de fortaleza, que implica, además, un intenso debate personal alrededor de la selección de temas, estilos, palabras y tendencias estéticas; un complejo proceso de discernimiento entre distintos criterios, la propia voz y la influencia –consciente– de otros autores. De este modo, el poema representa el resultado de una combinatoria irrepetible, arraigada en la tradición y defendida en las circunstancias contemporáneas, cuya validez se refrenda sólo con el paso del tiempo y las mutaciones de la sensibilidad humana. No en vano Miguel Hernández afirmó –y transcribió metafóricamente, en uno de sus textos más memorables– que los únicos materiales poéticos residen en la vida, la muerte y el amor, contemplados desde ojos infinitos.

Sin embargo, desde hace algunas décadas, la poesía ha experimentado un conjunto de transformaciones perniciosas. Frecuentemente confundida con la expresión libre y desenfadada de las ideas y los sentimientos individuales –producto, al parecer, de la malinterpretación de las vanguardias europeas, que rompieron con la rigidez de las tradiciones clásicas y apostaron por la escritura automática–, ha pasado, en algunos sectores, de un auténtico proyecto estético –provisto de sus propios códigos, reglas y sentidos–, al flujo descontrolado de palabras vacías, versos sin ritmo y lugares comunes que, como mejor fortuna, se reproducen en incontables tarjetas de felicitación. El resultado radica en una poesía poco perdurable, de escaso valor artístico, cuyo destino es formar parte de esos libros fantasma que desaparecen una vez transcurrida la emoción originaria.

Para contrarrestar esta situación –y, de manera marginal, para transmitir y compartir los saberes característicos del oficio literario–, existen, también desde hace décadas, los talleres de creación poética. Y, en este sentido, el Estado de México –que cuenta, indiscutiblemente, con una de las estructuras culturales más sólidas del país– ofrece una gran variedad de espacios: desde aquellos promovidos por instancias oficiales, como el Instituto Mexiquense de Cultura y la Sociedad General de Escritores de México, hasta aquellos sostenidos, entre tropiezos, por organizaciones independientes, como el Centro Toluqueño de Escritores. Dotado de diversos enfoques, definiciones y perspectivas –las cuales repercuten en su calidad–, este espectro de opciones se anuda alrededor de una idea central: desarrollar las herramientas necesarias para construir, de forma individual y colectiva, un repertorio de recursos literarios renovados. Para ello, recurre a diferentes técnicas y cursos de acción, mediante los que se perciben, de manera paralela, múltiples visiones de la poesía. A continuación, reseñamos dos de estas alternativas.


Poesía desde la poesía: El Taller “Joel Piedra”


Fundado por Guillermo Fernández, poeta y traductor jalisciense nacido en 1932, este taller gratuito se encuentra encaminado a desarrollar las capacidades necesarias para elaborar, desde una postura individual, distintos recursos indispensables para la creación poética. Para ello, Fernández propone la lectura, el análisis y la revisión constante de la obra de escritores provenientes de diversas partes del mundo –algunos de ellos relativamente desconocidos–, a través de lo cual es posible identificar algunas herramientas retóricas y lingüísticas, además de comprender el funcionamiento de figuras fundamentales para el poema lírico, como la imagen y la metáfora.

Paralelamente, las sesiones de este taller rescatan el valor de la conversación: mediante el comentario directo de los participantes, promueven la discusión de opiniones y el despliegue de alternativas para el planteamiento de los textos presentados por ellos mismos. De este modo, se establece un franco contraste entre las voces, las personalidades y las preferencias líricas de los escritores. En último término, Fernández procura fomentar y poner en debate los logros y la calidad de los poemas que confluyen en el taller. Y así lo demuestra la relevancia nacional e internacional de sus talleristas, entre los que se cuentan Juan Carlos Barreto, Rocío Franco López, Saúl Ordóñez, Félix Suárez y Sergio Ernesto Ríos. Esta cualidad también se manifiesta en la aparición de varias antologías que funden este trabajo colectivo, entre las cuales destacan Camisa de dieciocho varas, editada en 1997, y Reino de nadie, publicada en 2006.

El Taller “Joel Piedra” se lleva a cabo todos los viernes, de 19:00 a 21:00 horas, en la planta alta del Centro Regional de Cultura de Toluca, ubicado en Pedro Ascencio 103, colonia Centro, a unas cuadras de los Portales. Para obtener más información, es posible comunicarse al (722) 2 14 73 78.


Poesía desde la dispersión: el Taller de Creación Literaria de Tenango del Aire


Coordinado por Enrique Villada, poeta, ensayista y profesor mexiquense nacido en 1964, este taller se distingue mediante dos particularidades: por un lado, admite la discusión de toda clase de géneros literarios; de este modo, facilita la lectura, la comprensión y la escritura de la poesía, el cuento, la novela y el ensayo, además de otras modalidades que se encuentran en proceso de consolidación, como la prosa poética y la minificción. Por otro lado, los ejercicios que propone abarcan el conjunto de la sensibilidad humana; es decir, no se limitan a la lectura, el análisis y la imitación de la obra de otros autores, pues también involucran experiencias visuales, auditivas y gastronómicas.

De este modo, el Taller de Creación Literaria se encuentra asociado al descubrimiento de la belleza y el placer; de la expresividad y el equilibrio; de los recursos meramente literarios y los deseos personales. Por lo tanto, aspira a devolver a la literatura a su estado primigenio: la concibe como una actividad sagrada, de manifestación individual y resonancia colectiva, que permite diversificar las visiones de la vida y del mundo. Así, en resumen, representa una oportunidad para que cada quien encuentre, a través del festejo cotidiano de las palabras, su voz interior.

El Taller de Creación Literaria se lleva a cabo todos los sábados, de 11:00 a 13:00 horas, en la Casa de Cultura de Tenango del Aire, ubicada en Avenida 5 de Mayo s/n, esquina Censos Nacionales, en el mencionado municipio mexiquense. Para obtener más información, es posible comunicarse al (722) 2 74 23 92.


Dos visiones


El Taller “Joel Piedra” y el Taller de Creación Literaria surgen y se desenvuelven desde una óptica distinta. Los contrastes entre ellos resumen, en buena medida, las perspectivas de desarrollo de la poesía mexiquense. Si bien ambos estimulan la reflexión en torno a la escritura y al hecho literario –lo cual les confiere cierto grado de credibilidad estética–, sus materiales y procedimientos resultan radicalmente opuestos y, en último término, evocan algunas preguntas importantes: situada en la periferia de una sociedad cada vez más desinteresada por las artes, ¿para qué sirve la poesía –entendida, nuevamente, como empleo creativo del lenguaje–?, ¿cuál es su contribución al mundo contemporáneo?

En el Taller “Joel Piedra”, el trabajo se sujeta a un concepto cultural eminentemente libresco: la inspiración y los recursos provienen de otros autores y, una vez transformados, retornan a ellos de manera inmediata. Estas características prefiguran el papel que juega la literatura en Toluca: aislada en su propia esfera, ofrece escasos momentos de interacción con el público y con otras manifestaciones artísticas, como la música, la danza, las artes plásticas y –sorprendentemente– el teatro. En consecuencia, los poetas escriben para sí; es decir, para su reducida comunidad, limitada por un lenguaje críptico. Sin embargo, este ensimismamiento no ha disminuido la calidad de su obra: algunos poetas afincados en Toluca han saltado a la escena internacional, no sólo a través de premios y distinciones, también mediante publicaciones y traducciones de excelente factura.

Por otra parte, el Taller de Creación Literaria procede de una especie de conciencia social, que busca entrelazar las modalidades artísticas con la receptividad y el significado de la existencia humana. De este modo, la literatura se concibe como un ejercicio vital, indispensable para formular una visión concreta del mundo. En efecto, los poetas que residen en el oriente de la entidad poseen un vínculo más firme con otras expresiones artísticas; además, han establecido una relación permanente y fructífera con sus lectores. Para muestra, basta recordar que Molino de Letras, la revista literaria independiente más importante del Estado de México, se edita en Texcoco, y que el Centro Regional de Cultura de dicho municipio –administrado por el Instituto Mexiquense de Cultura– organiza el mayor y más variado número de actividades, desde ciclos de cine mexicano hasta conferencias especializadas.

En este marco, el Taller de Creación Literaria sostiene una postura integral, destinada a vislumbrar la sorprendente complejidad de la poesía, no sólo desde los problemas específicos que supone la composición del texto, también desde las estrategias que lo hacen accesible. No obstante, en último término, ambos talleres demuestran dos facetas de la sensibilidad humana: la pasión por la vida –rápida e individual– y la fascinación por el arte –pausado y colectivo–, las cuales se involucran, en esencia, con el rigor intrínseco a la creación literaria. Desde estos panoramas, se trata de una poesía altamente participativa, cuya resonancia debe reflejarse, inevitablemente, en un replanteamiento de los códigos estéticos que la guían.


* Texto publicado en la página cultural de El Espectador, correspondiente al mes de febrero.

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