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19 de septiembre de 2010

Un viaje por la tradición literaria latinoamericana en El dictador latinoamericano en la narrativa, de Luis Ernesto Pi Orozco



Por Margarita Hernández Martínez


Toluca, Estado de México.- A semejanza de toda entidad artística, más allá de su origen y de la evolución de sus propuestas, la tradición literaria latinoamericana se sostiene en un conjunto de arquetipos que incesantemente se transforman. Entre ellos, destacan la noción del buen salvaje, las contradicciones entre civilización y barbarie y las tensiones entre las culturas prehispánicas y la herencia española. Éstos han desembocado en derroteros ricos y diversos, como la discusión entre la historia oficial y los auténticos acontecimientos, de la cual surge, a su vez, la figura de dictadores que, anclados en la naturaleza contrastante del poder, ensombrecen la realidad cotidiana de poblaciones atemorizadas y oprimidas.

En estas fuentes abreva El dictador latinoamericano en la narrativa, un ensayo de Luis Ernesto Pi Orozco que profundiza en la presencia de estos personajes, en un espectro de piezas literarias que van desde los aspectos fundacionales de El matadero, de Esteban Echeverría, hasta su interpretación contemporánea en La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa. En este amplio trayecto, que abarca varias décadas y tendencias, también desmenuza los rasgos centrales de Tirano Banderas, de Ramón del Valle-Inclán; Yo, el Supremo, de Augusto Roa Bastos; El recurso del método, de Alejo Carpentier; El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez; El señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias, y Maten al león, de Jorge Ibargüengoitia.

Publicado por el Instituto Mexiquense de Cultura, este libro –incluido en Raíz del Hombre y la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario– distribuye sus contenidos en dos apartados, los cuales configuran un marco referencial alrededor de una especie de saga que traspasa las fronteras espaciales y temporales para explorar el tema del poder personal y sus vínculos con la sociedad, la política, la economía, la cultura y la mitología nacional que, de manera inevitable, asciende desde la historia oficial. Así, también sondea en la recuperación de la memoria histórica a través de la creación artística, la cual confluye en una consideración particular de la identidad latinoamericana.

De este modo, el autor –quien es especialista en literatura hispanoamericana por la Universidad Nacional Autónoma de México– ofrece dos vías para comprender este vasto cuerpo de narraciones: como una posibilidad de síntesis histórica, particularmente en la recreación y la reinterpretación de los regímenes dictatoriales que han asolado a América Latina, y como obra artística de confluencia regional, puesto que ha determinado fórmulas estilísticas persistentes, vinculadas a la condición esencial el lenguaje: lo que es posible decir y lo que no, lo que es necesario metaforizar para poner al alcance de los ojos de los lectores.

En último término, El dictador latinoamericano en la narrativa despliega una perspectiva muy interesante alrededor de la cohesión de este tipo de textos en diferentes regiones del continente y, al mismo tiempo, invita a reflexionar alrededor de la absurda pretensión del poder absoluto. Con un lenguaje sencillo, pleno de ejemplos y matices, constituye también una excelente puerta de entrada a obras fundamentales de la literatura en nuestro idioma, más allá de la época contemporánea.


Luis Ernesto Pi Orozco, El dictador latinoamericano en la narrativa, Instituto Mexiquense de Cultura (col. Raíz del Hombre / Biblioteca Mexiquense del Bicentenario), Toluca, 2009, 248 pp.


* Reseña originalmente publicada en semanas anteriores en Milenio (Estado de México).

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