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19 de abril de 2009

En el Día Internacional del Libro, una lectura gozosa


El próximo 23 de abril, el mundo festeja el Día Internacional del Libro y los Derechos de Autor. Establecida por iniciativa de la Unión Internacional de Editores de la Unesco, esta jornada recuerda –reajustes calendáricos aparte– las coincidencias entre los aniversarios luctuosos de Miguel de Cervantes, William Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega; al mismo tiempo, representa la ocasión para proponer, enriquecer y evaluar las actividades destinadas a difundir la lectura y a reforzar la protección de los derechos intelectuales.

En este marco, Enrique Villada (San Miguel Almaya, 1964), poeta y ensayista egresado de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de México, sugiere volver a los orígenes de la lectura: a su capacidad para evocar otros universos, a sus hondas raíces en el gozo, en la sensibilidad que nos liga, por un lado, a los matices de la materia; por otro, a la intensidad espiritual que nos remite, de manera inevitable, a la naturaleza humana. Reproducimos la introducción a uno de sus libros más emblemáticos, Ensayo de mi dulce gozo, cuya primera edición corrió a cargo del Instituto Mexiquense de Cultura, en la colección El corazón y los confines, en 2001.


Ensayo de mi dulce gozo
Introducción


Leer es un placer. No estaría mal que lo combináramos con algún otro: con estar en la cama, con tomar chocolate, con estar en la terraza de cara al horizonte.

Leer es embarcarse en aventuras desconocidas, ser hombres de nuevo, sentarnos a escuchar al compañero de la tribu que, en su expedición, hizo hallazgos insospechados, se encontró con otros seres como nosotros, o diferentes, o mejores.

Leer hace posible la vida en otros tiempos y otros pueblos, multiplica nuestras vidas, nos hace ubicuos aunque sigamos siendo mortales, comunes.

Leer es conversar. Escuchar. Saber. Es aprender la voz del otro, ponernos en su lugar, ser otro. Dialogar con nosotros mismos en una atmósfera especial, en un clima de silencio.

Es como si actuáramos en distintos papeles siempre con la posibilidad de volver a nuestra personalidad, pero con el caudal de cosas vistas.

Quien lee busca un contacto porque se sabe solo. Es vulnerable pero quiere ser fuerte y su fuerza le es dada a través de las palabras. ¿Qué clase de fuerza es entonces? Tan ilusoria, castillo de arena, torreón de palabras.

Sí, pero es siempre más que eso, porque las palabras son ideas, nuestra justificación como seres que piensan, que sienten. Cómo viviríamos sin la conmoción que produce la naturaleza, la mínima brizna de hierba, el clima. Legamos constantemente nuestro trabajo de pensar a personas extrañas, queremos que los demás sientan por nosotros, que vivan por nosotros, pero estamos solos frente a la vida que es una novela, un cuento cuyo final desconocemos en sus detalles. Ojalá que fuera como un poema, glorioso, donde todo está justificado.



* Texto y fragmento originalmente publicados en la Agenda Cultural AcéRcaTE de abril, emitida por el Instituto Mexiquense de Cultura

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