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15 de diciembre de 2009

Un recorrido por la plástica mexicana en el Museo de Arte Moderno


Forjadora de identidad, la plástica mexicana contemporánea constituye el resultado de un largo recorrido, desde la imitación de las tendencias europeas hasta la interpretación de la realidad nacional a través de una óptica cosmopolita. Así, ha saltado de la visión particular -el paisaje autóctono y concreto- a la aspiración universalista -la representación de conceptos abstractos-. En el camino, se ha aliado con tendencias políticas, creencias religiosas e innovaciones estéticas; de esta manera, se ha desarrollado en un panorama de insospechadas riquezas. La colección permanente del Museo de Arte Moderno del Estado de México recoge algunas de ellas; por ello, reproducimos el siguiente comunicado y los invitamos a conocer este espacio.


Un recorrido por la plástica mexicana
en el Museo de Arte Moderno


Toluca, Estado de México.- El Museo de Arte Moderno del Estado de México, adscrito al Instituto Mexiquense de Cultura, se concibe, ante todo, como un espacio en movimiento. De esta manera, no sólo da cabida a numerosas exposiciones temporales –que expresan, además, los vaivenes del arte contemporáneo–, también renueva periódicamente el contenido de sus salas permanentes. Así, con el montaje alternativo de 80 obras pictóricas en distintas técnicas y formatos, ilustra un conjunto de miradas –plurales, agudas y contrastantes– alrededor del mismo suceso: la interpretación y la crítica de la realidad mexicana, desde la Revolución hasta finales del siglo XX.

Este interesante recorrido abarca las tres primeras salas del citado recinto museográfico y ofrece un espacio de confluencia entre los estilos y las tendencias más representativas de la plástica actual. De este modo, comienza con una serie de piezas naturalistas y románticas, en las cuales se percibe la influencia europea en el arte nacional, específicamente en aquél surgido en la Academia de San Carlos.

Con paisajes, retratos e imágenes costumbristas de pintores tan importantes como Gerardo Murillo, Germán Gedovius, Alfredo Ramos Martínez, Fermín Revueltas y Roberto Montenegro, esta primera sala construye un panorama de óleos religiosos, filosóficos y simbólicos, cuya gran belleza figurativa se acerca más a la exploración de la técnica que a la profundización en los temas.

Sin embargo, el advenimiento de la Revolución motivó a los artistas mexicanos a involucrarse con la difícil realidad circundante. En consecuencia, la plástica nacional entró en un periodo de exploración y confrontación, que se extiende hasta mediados del siglo XX e incluye una variedad de corrientes abstractas y expresionistas.

Así, la segunda sala concentra las aportaciones de Julio Castellanos, José Revueltas, David Alfaro Siqueiros, Manuel Rodríguez Lozano y María Izquierdo. Al fondo de la sala, destacan dos óleos que resumen las oscilaciones entre la tradición y la renovación; entre el apego a los temas folclóricos y el descubrimiento de nuevas manifestaciones plásticas: se trata de Ofrenda, de Francisco Goitia, y Coloquio entre la niña y la Muerte, de Gabriel Fernández Ledesma. Con su óptica renovadora, su empleo del color y su tratamiento temático, ambos desvelan una concepción contemporánea de la identidad mexicana, que se consolida en los trabajos reunidos en la tercera sala del Museo de Arte Moderno.

En ella, las propuestas de Pedro Coronel, Raúl Anguiano, Juan Soriano, Francisco Toledo, Ricardo Martínez, Olga Costa y Guillermo Ceniceros conforman una especie de collage en el que se funden la reflexión y la creatividad; el imaginario artístico más antiguo –signado por la presencia de flora, fauna y habitantes locales– con la transformación inventiva de estos elementos. Paralelamente, las esculturas modifican su volumen para saltar de las figuras realistas a los experimentos abstractos.

Estas innovaciones escultóricas se encuentran, también, en el exterior de las salas, flanqueadas por el llamativo e impresionante Periplo plástico, un mural de Leopoldo Flores que, con una altura de nueve metros y una superficie de 1 100 metros cuadrados, recorre la historia de la humanidad. No obstante, estas obras se encuentran inscritas en el programa Discapacidad y cultura; así, no están destinadas únicamente a la contemplación visual. Se trata de un acervo que se puede palpar; por lo tanto, ofrece diversos tamaños, formas y texturas, los cuales se complementan con cédulas escritas en Sistema Braille.

Con estos rasgos, el Museo de Arte Moderno del Estado de México (ubicado en Boulevard Jesús Reyes Heroles 302, delegación San Buenaventura) plantea los criterios didácticos que rigen su estructura. Mientras el orden cronológico de las salas permanentes permite percibir los cambios en el arte de nuestro país, Periplo plástico los vincula con los orígenes de la humanidad y las áreas tiflológicas posibilitan el acceso a los visitantes con capacidades diferentes. De este modo, aspira a involucrarse con distintas clases de público, desde los jóvenes hasta los historiadores del arte. Así, se ha convertido en un foro excepcional, encaminado a revelar los logros creativos de la experiencia humana.







Vistas de Periplo plástico, de Leopoldo Flores,
en el Museo de Arte Moderno



Una escultura femenina;
al fondo,
Ofrenda, de Francisco Goitia

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