Ayer, en la Feria del Libro del Palacio de Minería, dije su nombre varias veces. Vi sus libros así, a la distancia. Con descuento y sin descuento. Con familiaridad y ya sin extrañeza. Hoy, amanezco con la noticia de su muerte. Me pregunto, como en las canciones viejas, a dónde se están yendo los poetas. Y agradezco, Carlos Montemayor, que nos hayas regalado palabras para saludar el alba, para combatir el tiempo, para atesorar la calma que acecha las tormentas.
Memoria
Estoy aquí, en la casa, a solas.
Aquí están los muebles, el aire, los ruidos.
Tengo un sentimiento tan transparente
como el vidrio de una ventana.
Es como la ventana en que miraba la nieve al amanecer,
hace muchos años, cuando era niño
y pegaba la cara contra el cristal y comprendía toda la vida.
Es un deseo en calma, como la tarde.
Es estar como están todas las cosas.
Tener mi sitio como todo lo que está en la casa.
Perdurar el tiempo que sea, como las cosas.
No ser más ni mejor que ellas.
Sólo ser, en medio de mi vida,
parte del silencio de todas las cosas.
Estoy aquí, en la casa, a solas.
Aquí están los muebles, el aire, los ruidos.
Tengo un sentimiento tan transparente
como el vidrio de una ventana.
Es como la ventana en que miraba la nieve al amanecer,
hace muchos años, cuando era niño
y pegaba la cara contra el cristal y comprendía toda la vida.
Es un deseo en calma, como la tarde.
Es estar como están todas las cosas.
Tener mi sitio como todo lo que está en la casa.
Perdurar el tiempo que sea, como las cosas.
No ser más ni mejor que ellas.
Sólo ser, en medio de mi vida,
parte del silencio de todas las cosas.
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