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13 de agosto de 2010

Una estética renovada en “Frida Kahlo. La agonía en la pintura”, de Araceli Rico




Por Margarita Hernández Martínez


Toluca, Estado de México.- La pintura de Frida Kahlo provoca e intriga. La recurrencia de sus autorretratos invita a sus contempladores a adentrarse en un espíritu tan sensual como atormentado, cuyas íntimas propuestas plásticas –que aspiran a resignificar su visión de la vida, la muerte, el amor y la feminidad– contrastan con el monumental nacionalismo de su época –que pretende representar los tumultuosos vaivenes de la historia de México–. Esta realidad de múltiples aristas se ha diseminado en ríos de tinta, desde ensayos en revistas especializadas hasta minuciosos volúmenes dedicados a esta artista. Sin embargo, pocos poseen el aliento comprensivo y riguroso que puebla Frida Kahlo. La agonía en la pintura, de Araceli Rico.

Publicado por el Instituto Mexiquense de Cultura e incluido en La Letra en la Ventana y la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario, este libro parte de una consideración general para aterrizar en las particularidades de la obra de Kahlo. Así, comienza adentrándose en una noción de fatalidad que impregna el arte de las mujeres latinoamericanas. A semejanza de Alfonsina Storni, Delmira Agustini, Julia Burgos y Violeta Parra, el trabajo de esta pintora revela “una urgencia total por expresar la complejidad de su mundo exterior”, derivada de “un camino de intensidades en el cual el universo de la mujer lleva siempre la primera voz”.

Así, el sentido de la esencia femenina se despliega en los primeros apartados del libro, destinados a la exploración del cuerpo y su transfiguración en la pintura. Con un lenguaje tan preciso como evocativo, Rico puntualiza que el cuerpo, visto como centro del espacio, encarna el punto en el que se concentran la identidad y la subjetividad de la autora, quien emprende, entonces, un intenso relato plástico alrededor de la fatalidad y la desolación, pero también de la luz y la fascinación vital. Al mismo tiempo, establece una aguda estética de la enfermedad, la cual se desarrolla como un diálogo entre la forma y la sensación; la persistencia del dolor y la fugacidad de la metamorfosis.

De esta manera, según detalla Rico –quien también se ha desempeñado como bailarina y coreógrafa, además de historiadora de arte–, cuerpo y pintura se funden como el arma, la rebelión y la palabra figurativa de Kahlo, quien, además, decanta la impactante iconografía mexicana de su tiempo en la influencia de ex votos –pequeñas ofrendas pictóricas para agradecer una curación casi milagrosa–, salpimentados con fantasía, colores folclóricos y un humor negro que, en ocasiones, ilustra contradictoriamente su vigor y su fragilidad.

Sobre todo, apunta Rico, el bagaje global de la obra de Kahlo se relaciona profundamente con la plenitud de sus sentimientos y la violenta ruptura con las convenciones sociales de su tiempo; por estas razones, resulta lo suficientemente poderosa y auténtica como para trascender su carácter personal y encaminarse al ámbito universal que ocupa en nuestros días. Así, este libro, bellamente ilustrado y editado con una gran calidad, permite observar las numerosas caras de un conjunto artístico que “como un espejo dobla y desdobla a su autora en un continuo y maravilloso diálogo con su biografía”.


Araceli Rico, Frida Kahlo. La agonía en la pintura, Instituto Mexiquense de Cultura (col. La Letra en la Ventana / Biblioteca Mexiquense del Bicentenario), Toluca, 2009, 125 pp.


* Reseña originalmente publicada en semanas anteriores en Milenio (Estado de México).

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