Hace un par de años, Heber Quijano, recién egresado de la licenciatura en letras latinoamericanas por la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de México, recogió el Premio Internacional de Poesía "Gilberto Owen". Apenas enterada y con el tiempo encima, tuve la oportunidad de presentar el libro galardonado, Derroteros del alba (variaciones sobre el deseo), con un texto titubeante que, si les da mucha curiosidad, pueden leer aquí, en el número julio-septiembre de 2007. A la vuelta de los años, Heber y yo hemos coincidido otra vez con Antes del polvo. Fue la primera persona (conocida) que compró el libro, y ahora ha publicado una brevísima reseña en su columna Mantaraya, que aparece en Impulso. La reproduzco aquí, con una nueva invitación para leer dicho librito, de venta en el Centro Toluqueño de Escritores y las librerías universitarias dependientes de la UAEM.
Por Heber Quijano
En los grandes mercados literarios y editoriales, las editoriales independientes han tenido gran éxito, incluso hay algunas que han generado un círculo alternativo de “lectores” mediante la publicación de autores “alternativos” de gran valía literaria y con una visión verdaderamente sensible en cuanto a la labor del “editor”, Sexto Piso y Almadía entre las más importantes. A pesar de que los círculos literarios toluqueños adolecen de nepotismo, compadrazgo y una holgada autocomplacencia, a pesar incluso de que el esfuerzo (encomiable, claro) de publicar un libro está cerca del nirvana ascético, hay todavía quienes apuestan por editar poesía en Toluca. La editorial Cosmoción es apenas una naciente oportunidad, que publicó Antes del polvo, de nuestra colega Margarita Hernández.
El primer libro de Margarita nos habla, “entre el polvo y la pólvora”, de la pasión estremecida y lúbrica que vive de sus propias brasas y condenada a la extinción y a la muerte de los amantes envueltos en su fragor: “antes del polvo, el amor […] un grano de arena / cae sobre la muerte”. Así, el tiempo con su guillotina inevitable afila a cada instante su filo: “El tiempo nos asalta”, “El tiempo nos corroe. / El saludo es principio de extinción. / Vamos un día más cerca de la muerte”. La poesía de Margarita se convierte entonces en la bitácora de una pasión ventral que se humedece con tinta en la página en la remembranza del vacío: “Por un instante sólo / en la memoria: nada quedará de este deseo”. La sentencia es inequívoca, la pasión sólo tiene una afluente: “Y no vendrás a iluminarme / –caléndula o candil del ansia– / a horadar la tarde entre caderas. / No vendrá tampoco ya el consuelo”.
Si bien llega a percibirse su escritura más cerebral de la esencia intempestiva que narra, queda claro que la madurez poética de esta periodista cultural pronto habrá de recoger frutos de gran intensidad. En Antes del polvo se leen algunos versos certeros como dardos, que conmueven y estremecen (como un humilde servidor entiende la poesía): “perra equivocada, / ladro ante la sed”, “Mi lecho es una interrogación”, “¿En donde perdí el gozo? // […] // Tu mirada se desgaja / en mi útero sombrío”, quizá los más penetrantes del libro. En otros, se percibe la ansiedad por la posesión, con un erotismo tan femenino en su apremio: “Déjame viajar al sur, / gorjear en su íntimo lenguaje, / triscar los frágiles veneros / en que se queman tus arterias”, “Asciendo curvaturas en tu vientre / se encabritan las orquídeas seminales”.
El gozo erótico se liba entre la desolación y la brevedad propia del apetito sexual: “Arroja mi ceniza por tus venas, / túrbate de mí, / incéndiate conmigo. // No quiero pasar por tu cuerpo como por los aires”. Esa misma intensidad con la que quiere dejar “huella” es la misma que llevará a la pasión a su despilfarro y término: “También sé tu muerte, / el cuerpo despojado de señales, / hijo de la tierra rumorosa, / vuelto hacia el murmullo y la sequía. // Y yo, todavía / […] / diré tu nombre / y será el del frío”. La entrega amorosa con todas sus desoladoras consecuencias, para Margarita, sólo puede ocurrir antes del polvo y de la ceniza.
Margarita Hernández, Antes del polvo, Toluca, Cosmoción, 2008.
Margarita Hernández, Antes del polvo
Por Heber Quijano
En los grandes mercados literarios y editoriales, las editoriales independientes han tenido gran éxito, incluso hay algunas que han generado un círculo alternativo de “lectores” mediante la publicación de autores “alternativos” de gran valía literaria y con una visión verdaderamente sensible en cuanto a la labor del “editor”, Sexto Piso y Almadía entre las más importantes. A pesar de que los círculos literarios toluqueños adolecen de nepotismo, compadrazgo y una holgada autocomplacencia, a pesar incluso de que el esfuerzo (encomiable, claro) de publicar un libro está cerca del nirvana ascético, hay todavía quienes apuestan por editar poesía en Toluca. La editorial Cosmoción es apenas una naciente oportunidad, que publicó Antes del polvo, de nuestra colega Margarita Hernández.
El primer libro de Margarita nos habla, “entre el polvo y la pólvora”, de la pasión estremecida y lúbrica que vive de sus propias brasas y condenada a la extinción y a la muerte de los amantes envueltos en su fragor: “antes del polvo, el amor […] un grano de arena / cae sobre la muerte”. Así, el tiempo con su guillotina inevitable afila a cada instante su filo: “El tiempo nos asalta”, “El tiempo nos corroe. / El saludo es principio de extinción. / Vamos un día más cerca de la muerte”. La poesía de Margarita se convierte entonces en la bitácora de una pasión ventral que se humedece con tinta en la página en la remembranza del vacío: “Por un instante sólo / en la memoria: nada quedará de este deseo”. La sentencia es inequívoca, la pasión sólo tiene una afluente: “Y no vendrás a iluminarme / –caléndula o candil del ansia– / a horadar la tarde entre caderas. / No vendrá tampoco ya el consuelo”.
Si bien llega a percibirse su escritura más cerebral de la esencia intempestiva que narra, queda claro que la madurez poética de esta periodista cultural pronto habrá de recoger frutos de gran intensidad. En Antes del polvo se leen algunos versos certeros como dardos, que conmueven y estremecen (como un humilde servidor entiende la poesía): “perra equivocada, / ladro ante la sed”, “Mi lecho es una interrogación”, “¿En donde perdí el gozo? // […] // Tu mirada se desgaja / en mi útero sombrío”, quizá los más penetrantes del libro. En otros, se percibe la ansiedad por la posesión, con un erotismo tan femenino en su apremio: “Déjame viajar al sur, / gorjear en su íntimo lenguaje, / triscar los frágiles veneros / en que se queman tus arterias”, “Asciendo curvaturas en tu vientre / se encabritan las orquídeas seminales”.
El gozo erótico se liba entre la desolación y la brevedad propia del apetito sexual: “Arroja mi ceniza por tus venas, / túrbate de mí, / incéndiate conmigo. // No quiero pasar por tu cuerpo como por los aires”. Esa misma intensidad con la que quiere dejar “huella” es la misma que llevará a la pasión a su despilfarro y término: “También sé tu muerte, / el cuerpo despojado de señales, / hijo de la tierra rumorosa, / vuelto hacia el murmullo y la sequía. // Y yo, todavía / […] / diré tu nombre / y será el del frío”. La entrega amorosa con todas sus desoladoras consecuencias, para Margarita, sólo puede ocurrir antes del polvo y de la ceniza.
Margarita Hernández, Antes del polvo, Toluca, Cosmoción, 2008.
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