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27 de noviembre de 2009

Museo de Bellas Artes del Estado de México


Aunque se levanta en una zona muy concurrida -para mayores señas, entre una iglesia y una secundaria-, el Museo de Bellas Artes del Estado de México es prácticamente desconocido entre el público toluqueño. Sin embargo, vale la pena sumergirse en sus antiguas paredes y experimentar los contrastes entre la antiguedad del edificio y la novedad de sus exposiciones temporales, que han conseguido cautivar la atención de los espectadores del centro del país y de los artistas plásticos del extranjero. A continuación, un comunicado de prensa bastante completo, con la invitación de que asistan a conocerlo.



Tres siglos de arte y cultura
en el Museo de Bellas Artes del Estado de México




Toluca, Estado de México.- Ubicado en el centro de Toluca, el Museo de Bellas Artes del Estado de México atestigua tres largos siglos de historia. De la época virreinal a la Guerra de Reforma, su exquisito edificio neoclásico albergó al Convento de la Purísima Concepción de los Carmelitas Descalzos. Después, funcionó alternativamente como asilo para huérfanos, escuela de artes y oficios para señoritas, escuela normal para profesoras, escuela primaria anexa, hospital civil y –de forma temporal– cuartel militar. A lo largo de este periodo, fue integrante de una compleja unidad religiosa, que en nuestros días se fragmenta entre la Escuela Secundaria no. 1, el Templo del Carmen y el propio recinto museográfico.

Actualmente administrado por el Instituto Mexiquense de Cultura (IMC), este espacio se unió a la vida museística el 7 de septiembre de 1945, tras un interesante proceso de expropiación y adecuación. Éste comenzó a iniciativa de Mariano Riva Palacio, entonces gobernador de nuestra entidad; no obstante, concluyó hasta la administración de Isidro Fabela, alrededor de 1943. De este modo, abrió sus puertas al público como un foro único en su tipo, el primero en el Estado de México dedicado a conservar y difundir distintas colecciones representativas del arte de los siglos XVII al XIX.

Sin embargo, la variedad y la abundancia de su acervo, sumada al surgimiento de nuevos museos –también coordinados por el IMC–, lo motivó a replantear su guión museográfico. Así, entre 1999 y 2001, pasó por una profunda remodelación, destinada a rescatar su valor y a formular un concepto diferente del arte religioso, aplicado y decorativo. Este meticuloso trabajo arrojó un resultado más flexible y cercano a las preferencias del público: por un lado, ofrece un recorrido alrededor de las expresiones artísticas de los siglos XVII, XVIII y XIX; por otra parte, muestra un interés vivificante por el amplio espectro de la plástica contemporánea, desde las artes conceptuales hasta las instalaciones.

En consecuencia, el Museo de Bellas Artes abraza una nueva dinámica, en la cual ambas tendencias –la historia y la modernidad– se hallan hermanadas por un peculiar sentido de la estética. En el primer aspecto, sus siete salas de exhibición permanente despliegan, en orden cronológico, 130 piezas que condensan la vivencia espiritual del mestizaje. Éstas abarcan óleos de pintores tan importantes como Miguel Cabrera y Cristóbal de Villalpando; esculturas de madera estofada y policromada; candelabros, vasijas, custodias y crucifijos de metales preciosos; además de casullas y mantos elaborados con fibras naturales y bordados con materiales de la época.

De manera más pormenorizada, la primera sala se enfoca al arte aplicado y decorativo con temas religiosos, que incluyen el sector más memorable de su acervo. Así, en este espacio destaca el túmulo funerario, una impactante pirámide de cuatro niveles y tres metros de altura, adornada con 16 paneles pintados al óleo, en los que se entrelazan la iconografía mortuoria tradicional con la poesía satírica. También sorprenden el manto plumario, hecho con plumón de ganso e hilo de algodón, y la hermosa escultura de San Francisco de Asís, elaborada en madera tallada, estofada y policromada.

Las siguientes salas conjugan el encanto práctico y artesanal de los objetos –entonces– cotidianos con el aire evangélico y reverencial del arte religioso. Dedicadas a la exposición de temas marianos, angélicos y cristológicos, también exploran la presencia de los santos en pinturas alegóricas de gran formato, entre las que sobresalen “Capítulos carmelitanos”, “Visión apocalíptica de San Juan” y “Triunfo de la fe”. Por su parte, el amplio descanso de las escaleras alberga una secuencia de pequeñas escenas de la vida, pasión y muerte de Jesucristo, acompañadas por “La Piedad”, de Matilde Zúñiga, y “El descendimiento”, de Leonardo Sánchez Montaño.

Por último, la colección permanente delinea la trascendencia de estas corrientes artísticas con un espacio dedicado a litografías de diferentes autores del siglo XIX. Así, deja lugar para las 3 salas de exposiciones temporales, en las cuales las columnas robustas y las bóvedas de cañón contrastan con las inclinaciones del arte contemporáneo, oscilante entre el minimalismo y las posibilidades de la producción digital.

Vale la pena recordar que estas salas resultan más adecuadas para exposiciones grandes, compuestas por unas 80 piezas, razón por la cual –según menciona Leonel Sánchez Maldonado, director del Museo de Bellas Artes– es necesario recurrir a una extraordinaria museografía, tanto en los detalles estéticos del montaje como en los aspectos técnicos.

Así, la iluminación y la distribución de las obras contribuyen a concretar una exposición armónica y atractiva, en la que la obra es capaz de expresarse por sí misma y de llamar la atención y la sensibilidad de los espectadores. Al respecto –enfatizó Sánchez Maldonado–, el Museo cuenta ya con un público cautivo que viaja desde la Ciudad de México para participar en esta clase de actividades, que se renuevan, aproximadamente, cada dos meses.

Con esta rica tradición y estas nuevas perspectivas, el Museo de Bellas Artes abarca un concepto muy vasto, que, en los últimos años, le ha permitido organizar desde muestras de instrumentos de tortura hasta auténticas antologías gráficas, en las que el sentido de lo colectivo se aglomera alrededor de las propuestas artísticas más recientes. En este marco, se prepara para festejar sus 65 años con una serie de exposiciones especiales, que, quizás, tomarán su inspiración de las celebraciones del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana.

Mientras llega esta fecha, el Museo de Bellas Artes del Estado de México (localizado en Santos Degollado 201, colonia Centro, a unos pasos del Palacio de Gobierno) abre sus puertas de martes a sábado, de 10:00 a 18:00 horas, y los domingos, de 10:00 a 15:00 horas. De manera paralela, ofrece talleres de artes plásticas y visitas guiadas para todo tipo de público.



La gran escalinata del
Museo de Bellas Artes del Estado de México



Vista general de las primeras salas del
Museo de Bellas Artes del Estado de México



Vista general de una de las salas de exposiciones temporales del
Museo de Bellas Artes del Estado de México



La fachada del Museo de Bellas Artes del Estado de México.
A un costado, la Escuela Secundaria no. 1



* Las fotografías que acompañan a esta entrada son cortesía del Instituto Mexiquense de Cultura

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