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31 de agosto de 2008

El descanso y la pereza



El pasado 20 de agosto, la sección cultural de El País incluyó este brevísimo texto acerca de la pereza, un lujo que nunca me doy con frecuencia. Lo pongo aquí como preludio a un necesario descanso, del que habrá noticias más adelante. Mientras tanto, vuelvo a invitarlos a que colaboren con El Espectador y con vocesfragmentarias a través de los caminos que ustedes ya conocen: sus colaboraciones y sus comentarios. O, por lo menos, la experiencia cotidiana de la cultura, indispensable en un mundo tan agrisado como el nuestro.


Qué pereza

Por Manuel Rodríguez Rivero

Supongo que Carlos Marx se arrepintió toda su vida de haber “entregado” a su hija Laura al apuesto médico mulato Paul Lafargue, más rabelesiano que militante. Y, sin embargo, El derecho a la pereza (1880), la obra por la que su yerno es recordado, es posiblemente el panfleto anticapitalista más corrosivo desde el Manifiesto Comunista (1848). Su objeto es, precisamente, la desacralización del trabajo, que, lejos de ser un derecho de los obreros -sostiene Lafargue- es, más bien, un deber que les imponen sus explotadores; el único derecho verdaderamente revolucionario es el de la pereza, del que gozarán los antiguos esclavos asalariados en un estado colectivista en que podrán dedicarse a hacer “correr las botellas, trotar los jamones y volar los vasos”. En fin, Jauja.

La pereza. Neruda la representa desnuda y prodigiosa:

“Me llevó deslumbrado

y soñoliento,

me descubrió en la arena

pequeños trozos rotos

de sustancias oceánicas,

maderas, algas, piedras

plumas de aves marinas”

Y Georg Simmel señala en su hermoso artículo “Metafísica de la pereza” (Imágenes momentáneas, Gedisa) que “toda actividad no es más que el puente entre dos perezas, y toda cultura se afana para hacerlo cada vez más corto”.

Así lo experimentamos en vacaciones, cuando el relajamiento de la maldición bíblica nos hace sentirnos, durante el tiempo de un suspiro, próximos a otra vida posible. Nos fijamos, como el poeta, en lo que nos había ocultado la arena del trabajo. Y retomamos -también por un instante- aficiones o deseos que la rutina laboral había relegado al olvido. A toda esa beatitud, sin embargo, otros le sacan partido. Por eso la vuelta de las vacaciones es el momento que aprovechan los editores de coleccionables para “lanzamientos” que apuntan a los buenos propósitos que nos habíamos hecho durante el verano: aprender idiomas, pintar al óleo, construir aviones por piezas, hacernos nuestros propios vestidos. Pereza, qué trabajo.



* La imagen, perteneciente a una magnífica serie sobre los siete pecados capitales, puede verse completa aquí.

2 comentarios:

Adán dijo...

Hola Margarita.
Te escribe Adán Echeverría. Quiero hacerte llegar los siete volúmenes en PDF del Mapa Poético de México que reúne a 663 autores.
Este es mi correo:
adanizante@yahoo.com.mx escríbeme

Margarita dijo...

Adán:

Me he puesto en contacto contigo. Estoy esperando tu respuesta, por que me interesa muchísimo.