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14 de agosto de 2007

Papá Gobierno leerá por nosotros


por José Antonio Romero Reyes

España en 1975; Francia en 1981; Portugal en 1996; Grecia en 1997 y, un poquito rezagada, Italia en 2001. México no tiene para cuando: estaba a un paso, pero no se atrevió al triunfo ¿Estamos hablando del Mundial? No, señor, hablamos de la Ley del libro.

–¡Eso es cosa de los diputados! A mí la política no me interesa. Total, ¡siempre roban!– me cuenta don René Gon-sales. Y tal vez usted, apresurado lector, opine exactamente lo mismo: ¿En qué nos beneficia?, ¿en qué nos afecta, si yo ni libros compro?

¿Y se ha preguntado por qué no compra libros?, ¿o qué tipo de libros compra?, ¿o por qué no hay una oferta editorial interesante?, ¿o por qué no hay autores jóvenes que causen furor en nuestra anodina ciudad? ¿No habrá talento? ¿Es que los jóvenes de ahora son muy flojos y no estudian? ¿Por qué en nuestra ciudad se sigue teniendo una mentalidad de ranchito (con perdón de los animales que habitan el citado lugar)? Le ruego, don René, no se ofenda, ría conmigo.

Dicha ley, entre otras cosas (como democratizar el acceso a las librerías y fortalecer el sistema editorial), propone un control sobre los precios del libro. Eso implica que pueden venir a nuestra ciudad las grandes editoriales, que las librerías tendrán algo más por ofrecer que best sellers o libros de texto, que habrá mayores puntos de venta y de lectura y, por ende, en condiciones ideales, mayores lugares de socialización y reunión, mayor felicidad general y mejores conversaciones. En resumen, don René, tendremos una oferta literaria variada, cercana y amable en cuanto a precios; además, combatiremos el monopolio de ciertos sectores libreros. Leer será uno de los coqueteos mas finos que pueda ofrecernos Toluca.

Por poner un ejemplo, en Suecia se retiró la propuesta del precio único o precio controlado. Resultados: las instancias gubernamentales tienen que subvencionar gran parte de esa producción y muchos recursos se van a la industria editorial; claro, de un modo similar, suena muy bonito y conmovedor escuchar en boca de nuestros gobernantes los esfuerzos y sacrificios que se hacen en favor de la lectura. Sin embargo, la cultura sigue siendo vista como oropel prescindible y actividad burocrática, nunca se experimenta ni aprecia en los avatares de la vida diaria; por eso, no es extraño que la población piense que no importa demasiado leer: Papá Gobierno leerá por nosotros.

En cuanto a la distribución de los libros en Suecia, la mayor parte de ella se va a abastecer el rico acervo de las bibliotecas públicas. En México no esperemos semejante milagro: las bibliotecas se alimentan de las sobras de las herencias y los trebejos juzgados inútiles.

Como puede ver, don René, dar marcha atrás a la Ley del libro se traduce en negarnos posibilidades de cultura y felicidad. Gracias al afán protector y controlador del Estado, seguiremos en la eterna infancia. Y aquello de que la cultura no es negocio, seguirá como verdad innegable; en consecuencia, lo que se haga por ella será siempre un gran favor. Lástima.



* Para conocer más detalles sobre la Ley del libro (y hasta cooperar con la causa), visite www.leydellibro.org.mx.

** Texto aparecido originalmente en la plana cultural correspondiente al mes de junio.

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