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17 de junio de 2009

El sabor de las palabras (reportaje robado)


Mis días empiezan con un tour entre papeles y periódicos; así, transcurren entre la constatación de que no soy periodista y amo otro tipo de lecturas, inevitablemente más lentas. Por eso, no dejó de sorprenderme ver esta nota en el El Universal, más cercana a la crónica intelectual de un aspecto cotidiano en un escritor que, desde hace años, me acosa con sus sabias sombras, con su condición de lectura que me debo.


"Una mala comida no se recobra nunca"


Por Adriana Durán Ávila

Por goloso y glotón, Alfonso Reyes, todo un hombre de letras, escribió poemas, obras de teatro y textos alusivos a la gastronomía, un tema que lo marcó desde su nacimiento –el 17 de mayo de 1889–, ya que ese día se festeja a San Pascual Bailón, el patrono de los cocineros.

Desde niño, este regiomontano disfrutaba los platillos cocinados por su nana Emilia, Lili. Una de sus comidas favoritas eran los chiles rellenos de queso –nunca le gustaron los de carne–, así como los huevos rancheros y la carne estilo Monterrey.

A Reyes le fascinaban las toronjas, manzanas y mangos, tanto como las torrejas, las crepas, los huevos reales, las natillas y las cocadas. Tenía un gran amor por las tortillas de harina y el mole de guajolote.

"El sentido suntuario y colorista del mexicano tenía que dar con ese lujoso platillo bizantino, digno de los lienzos del Veronés o, mejor, de los frescos de Rivera; ese plato gigantesco por la intención, enorme por la trascendencia digestiva, que es abultado hasta por el nombre: mole de guajolote. ¡Grandes palabras que sugieren fieros banquetes! Es la pieza de resistencia en nuestra cocina, la piedra de toque del guisar y el comer, y negarse al mole casi puede considerarse como una traición a la Patria", dijo Reyes, quien prefería las cocinas española, francesa, argentina y brasileña.


Un andar entre restaurantes


Reyes era verdadera y orgullosamente gourmet. En uno de sus viajes a París hizo un registro de todos los restaurantes que visitó, con su respectiva crónica y crítica. En las tarjetas aparecen La Tour d’Argent y los patos a la criolla de Chez Beaugé, entre otros.

La nieta del escritor, Alicia Reyes, recuerda que su abuelo frecuentaba los restaurantes Prendes, Embajador y San Ángel Inn, en los que comía o cenaba en compañía de Manuel Sandoval Vallarta, José Gaos y Carlos Fuentes, uno de sus amigos más allegados.

Alicia comenta que a su abuelo también le gustaba ir al Sanborns de los Azulejos, para desayunar con sus amigos, o al Normandie en Paseo de la Reforma.

Y, para acompañar la comida, Reyes prefería el vino tinto de Santo Tomas. Siempre fue reconocido como un buen catador.

"Cuando se nos canse Dios de leyes, normas y sinos, hará de los vinos panes, hará de los panes vinos", escribió.

Reyes también lamentó en sus textos que las costumbres culinarias se alteraran por cuestiones de dietas, la cuenta de las calorías y los motivos estéticos.

"¿Quién no se ha detenido a considerar un instante, con tanto respecto como pavor, aquel régimen gigantesco y propiamente rebela sano de las abuelas? Medio lechoncillo por barba y una botella por cabeza, eran cosas que a nadie espantaba antes de la era del automóvil. Nadie resistiría hoy una tamalada mexicana en toda su tradicional opulencia", señaló el escritor.


Sabores que inspiran


Fundador del Ateneo de la Juventud, junto con los escritores Antonio Caso, José Vasconcelos y Pedro Henríquez Ureña, Reyes realizó notables trabajos como Cuestiones gongorinas (1927), Capítulos de literatura española (1939-1945) y Discurso por Virgilio (1931).

Su texto más conocido en el mundo culinario es Memorias de cocina y bodega, obra en la que se disfruta de un juego literario en torno a una cena.

Este literato, quien fue uno de los primeros en resucitar a Sor Juana Inés de la Cruz, formó un club gastronómico llamado La Cucaña. De acuerdo con la historiadora Ana Benítez Muro, a las reuniones asistían intelectuales, escritores, políticos y gastrónomos invitados en exclusiva.

Inspirado en estas reuniones, años después, el director de teatro Luis de Tavira montó la obra La conspiración de La Cucaña. Al final de la función, los actores ,vestidos de meseros, repartían bocadillos y copas de vino entre el público.

Reyes también inspiró el libro En defensa de la envidia, donde Sealtiel Alatriste relata la disputa entre Alfonso Reyes y Salvador Novo por la mejor cocinera, en una lucha ganada por Novo.

"Una buena comida da tanto placer como la más seductora de las lecturas", aseguraba Reyes –fallecido en diciembre de 1959–. Estaba convencido de que "una mala comida no se recobra nunca".

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