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29 de junio de 2008

Periodismo epistolar (y robado)



El pasado 27 de junio, nuestro ocasional colaborador, José Luis Herrera Arciniega, publicó en la edición electrónica de Portal esta hermosa carta-columna, que representa una manera distinta de recordar uno de los mayores íconos de la historia latinoamericana del siglo XX.

Cien años de Salvador Allende: Carta a Santiago

Por José Luis Herrera Arciniega

Querida, entrañable Paula:

Dentro de dos semanas tendremos fiesta en mi pueblo, Tasquillo, Hidalgo. El motivo será el cumpleaños 100 de mi abuela Margarita. Mira que ella ha sobrevivido ya 24 años a su esposo Efraín, mi abuelo, a quien sigo recordando. El nació en 1910; mi abuela, como es obvio, en 1908. Mira, Paula, que hasta ahora noto este detalle: Margarita es coetánea de Salvador. Salvador Allende, por supuesto. Ella es mexiquense: nació hace cien años en Papalotla, el municipio más pequeño del Estado de México. Salvador Allende nació en Valparaíso, hace cien años. También. A Margarita le haremos su fiesta dentro de dos fines de semana –estoy obligado a ir–. A Salvador Allende le estamos haciendo su fiesta ahora, que es jueves 26 de junio. Igualmente lo recuerdo. Buenas viñas tuvo la raza humana en ese en apariencia distante inicio del siglo XX. Vieras, Paula Calderón, que si se tratara de poner en el recuerdo íconos latinoamericanos, yo no elegiría al típico del Che Guevara y, en contraste, colocaría en primer término la imagen de Salvador Allende. Hace casi seis años tuve el privilegio de apostarme frente a su sólida estatua ahí frente al palacio de La Moneda. Momento, para mí, mágico; ajuste de cuentas luego de los cruentos episodios de septiembre de 1973. Miles de kilómetros recorridos y casi tres décadas para que yo pudiera rendir mi homenaje particular hacia su figura, pues saliendo de mi niñez alcancé a captar que Allende, su trayectoria, tenía un significado peculiar dentro de la historia de lo que, tal vez, yo no sabía aún que existía bajo los términos de la América Latina. Pero que ahora, mediando además los seis años que tú y yo llevamos carteándonos electrónicamente, sé que existe. No era un guerrero. Era un médico y fue alguien que inventó un nuevo camino para la humanidad: el arribo de una propuesta socialista al poder a través de medios democráticos. ¿Te he contado, Paula, que una vez me expulsaron de una clase de matemáticas en la secundaria, porque me atraparon leyendo un panfleto sobre la vía chilena al socialismo? Creo que no, pero la anécdota no importa, sino lo que se concluía en el panfletillo: que la experiencia allendista era la mejor prueba de que la única vía para que el socialismo llegara al poder, era la vía armada. Sigue siendo asunto para teóricos, que en la práctica, creería que aun con lo difícil y costosa que es, la mejor vía para que eso suceda –a contracorriente de la derechización que continúa dándose en diversas partes del mundo, empezando por México–, lo continúa siendo la democrática y vilipendiada experiencia electoral. Con todos sus defectos, y con todo lo que podamos reclamar a los partidos de izquierda que, barro humano, suelen también cometer grandes errores. Estén finalmente en el poder o en plan de oposicionistas. En fin. Con esta carta te comparto que estoy a punto de tener una abuela centenaria, del mismo modo en que tengo ya una figura centenaria a la que admiro y respeto, en ese médico Salvador Allende que es de tu tierra, y en muchos sentidos, de nuestra tierra. Un abrazo, Paula. Que vengan otros centenarios, en esta coetaneidad entre Margarita y Salvador. Un beso y un abrazo, otra vez, nuevamente. En las Alamedas –o la Alameda– de Santiago de Chile… y en Tasquillo, Hidalgo. Vale.

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