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4 de enero de 2010

Ecos fragmentarios (parte 3)



El camino del té: placer a la japonesa



Por Margarita Hernández Martínez



Concluye lo que has comenzado, dibújame por dentro

- Tiam, en El camino del té



Oriente se ha caracterizado desde que Occidente tiene memoria como una región de misteriosas armonías y delicados contrastes, que despiertan la memoria de nuestros sentidos embotados y la liberan de sus tradicionales ataduras. Por ello, resulta complicado leer su exquisita literatura y, sobre todo, imitarla. De modo que constituye una agradable sorpresa hallar textos como El camino del té, del multipremiado mexicano Diego José.

La historia es simple: un samurai retirado, dueño de una preciosa esclava, Tiam, es atraído por su poderosa belleza hacia un viaje a la tentación del arte y de la carne, en el que reconoce que la humanidad, en su sentido más esencial, no puede ser indiferente a la hermosura. Su improvisado itinerario está salpicado de sugerentes imágenes que funden a Tiam con la naturaleza y el universo, de palabras en voz baja ante la estupefacción de encuentro y coincidencia, de silencios contenidos ante lo indecible de la gracia y el horror de la pasión. Precisamente, debido a la sensibilidad humana, el hombre sucumbe al arrebato que le inspira la mujer, frágil por temporal y terrible por inasible.

Sin embargo, la notoriedad de El camino del té se erige en la muestra del deseo como un poder creador y destructor a la vez, una suerte de dios Jano evanescente, que lo mismo conduce al arte que a la cópula, ofreciendo a la vista lo que resulta evidente y nos negamos a encarar: la vejez y la muerte son ineludibles y desvanecen la belleza, único fin de los cinco sentidos, la razón y el corazón. Es un mapa interior del cuerpo exterior.

Delineado cuidadosamente con pequeñas pinceladas y enriquecido con la presencia del hai-ku y la magia de la ceremonia del té, la obra de Diego José rezuma un grato erotismo, casi espiritual, un suave descanso en medio de un mundo que manipula al sexo como un instante de posesión fálica, un hálito de vitalidad para reintegrar el cuerpo y el alma entre tazas de té y jardines perfumados.



Diego José, El camino del té, Random House Mondadori (De Bolsillo), 2005.

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