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23 de junio de 2010

Las sucesivas definiciones del amor en Odiseo regresa, de Blanca Álvarez Caballero



Por Margarita Hernández Martínez


Toluca, Estado de México.- Desde la más remota antigüedad, el amor es un viaje y una guerra: así lo describe la literatura, deslumbrada desde la salvaje intimidad de los amantes del Poema de Gilgamesh hasta los clamorosos motivos –y las dolorosas consecuencias– de la Guerra de Troya; desde la enemistad de los Montesco y los Capuleto hasta los largos domingos de las parejas cotidianas. Fugaz y misterioso, territorio de zozobra y claroscuros, tan variable como el mar y sus orillas, aparece, con un aliento renovado e indudablemente contemporáneo, en Odiseo regresa, la más reciente colección de poesía de Blanca Álvarez Caballero.

Publicado por el Instituto Mexiquense de Cultura e incluido en El Corazón y los Confines y la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario, este hermoso volumen abre sus páginas con un epígrafe de José Emilio Pacheco –extraído, a su vez, de Retorno a Sísifo–, que evoca el diálogo constante con las tradiciones literarias y mitológicas de las que emana. Animados por un rotundo aliento narrativo, los poemas que lo constituyen entrelazan una multitud de voces, gracias a la cual Odiseo, Circe y Penélope conviven alternativamente con Morfeo, Sherezada, Polifemo, Polimnia y Calíope.

Al mismo tiempo, los textos se desenvuelven en un paisaje que lo mismo recurre a las latitudes oceánicas –“mar de plomo”, “malecón entristecido”, “ventanas absortas” y “sendas de sal”– que a los territorios urbanos –“asfalto ardiente”, “periódico inmóvil”, “barrotes de plata” y “ojos de rendija”–. De este modo, mientras los rumores de la playa –el oleaje y las tímidas gaviotas– recuerdan el viaje amoroso de Circe y Odiseo, poblado de caricias y de ausencias, los silencios de la ciudad –las noches en los bares y los cuartos desolados– atestiguan las pequeñas guerras, los celos y las esperas de Penélope. En el corazón de estos conflictos, la autora aprovecha para aventurar un conjunto de definiciones poéticas del amor; así, se transforma sucesivamente en “un barco submarino”, “un yate larguísimo”, “urdimbre de lirios pantanosos” y “corazón trenzado por tantas humedades”.

Sin embargo, más allá de su indiscutible fuego amoroso –nacido de contrastes que se hermanan, de contradicciones que se resuelven con un beso–, Odiseo regresa también indaga en “la tímida sombra de las cosas”; es decir, en el universo privado e irrepetible que surge de la convivencia entre dos personas. De esta manera, se detiene en los íntimos rituales que avivan los momentos cotidianos; así, el conjunto de poemas se erige como un canto para prolongar el amor –“tanto los mueve ese silencio de miradas que quieren tomar vuelo”– y para combatir “hasta el hartazgo de los sábados continuos”. Sin duda, destaca como un libro en el que la sensualidad se redescubre desde una óptica moderna, oscilante entre el imaginario de la tradición literaria y la brillante interpretación de Álvarez Caballero.



Blanca Álvarez Caballero, Odiseo regresa, Instituto Mexiquense de Cultura (col. El Corazón y los Confines / Biblioteca Mexiquense del Bicentenario), Toluca, 2008, 79 pp.



* Reseña originalmente publicada en semanas anteriores en Milenio (Estado de México).

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