Por Luis Alberto García Sánchez
Viernes 26, octubre 1938
Hoy desembarcamos en una isla al oeste de las Canarias, donde la gente es regida por niños que no rebasan los 8 años, y se adora un cerdo negro de proporciones descomunales. Varios de mis hombres, escogidos al azar, fueron sacrificados; al final del día ofrecimos tesoros y piedras preciosas para salvar la vida. Después nos enteramos que el viernes es el único día en que aquellos miserables pueden mentir.
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