Por Jonathan del Carmen
Azares
Entonces jugamos a la moneda, se lo dejamos todo a ella. Este ejercicio tiene unas ventajas notables, por ejemplo, es inapelable el resultado, además de gozar de aceptación y simpatía generalizadas. La moneda no va a aceptar reclamos y ninguno de nosotros está lo suficientemente chiflado como para persuadirla de su decisión equivocada, pero, gran paradoja, sí lo estamos como para cederle decisiones de diversa importancia. Sin embargo, a pesar de notar estos detalles, persistimos. En mi particular caso será: águila, te llamo; sol, pues no. Dos de tres. ¿Resultado? Tres soles, contundentes y luminosos soles de a diez. Es claro que con dos me bastaba para no llamarte, pero te amo tanto que me resisto a suponer que el azar controla mi existencia.
¿Será que por eso tampoco tú me llamas?
Madeixa
“¿Cómo puedes gustar de los gatos y no tener uno?”, preguntó, resentida, la Portuguesa poseedora de dos, así como era, amante de los gatos. Pero entiendo, víctima de las circunstancias incontrolables, y no digo nada. No los comparo a los unos con las otras, sin embargo, no puedo evitar pensar: yo gusto de las mujeres como de pocas cosas… y no tengo una…
* Texto correspondiente a “El pulso y la palabra” del mes de enero.
Azares
Entonces jugamos a la moneda, se lo dejamos todo a ella. Este ejercicio tiene unas ventajas notables, por ejemplo, es inapelable el resultado, además de gozar de aceptación y simpatía generalizadas. La moneda no va a aceptar reclamos y ninguno de nosotros está lo suficientemente chiflado como para persuadirla de su decisión equivocada, pero, gran paradoja, sí lo estamos como para cederle decisiones de diversa importancia. Sin embargo, a pesar de notar estos detalles, persistimos. En mi particular caso será: águila, te llamo; sol, pues no. Dos de tres. ¿Resultado? Tres soles, contundentes y luminosos soles de a diez. Es claro que con dos me bastaba para no llamarte, pero te amo tanto que me resisto a suponer que el azar controla mi existencia.
¿Será que por eso tampoco tú me llamas?
Madeixa
“¿Cómo puedes gustar de los gatos y no tener uno?”, preguntó, resentida, la Portuguesa poseedora de dos, así como era, amante de los gatos. Pero entiendo, víctima de las circunstancias incontrolables, y no digo nada. No los comparo a los unos con las otras, sin embargo, no puedo evitar pensar: yo gusto de las mujeres como de pocas cosas… y no tengo una…
* Texto correspondiente a “El pulso y la palabra” del mes de enero.
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