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14 de agosto de 2007

Los cambiantes rostros del Xinantécatl




Por Margarita Hernández Martínez



Imponente desde sus más de 4 600 metros de altura sobre el nivel del mar, el Xinantécatl ha acompañado a innumerables generaciones de mexiquenses, aún desde antes de la invención de tal gentilicio o, yendo todavía más lejos, la misma fundación del lenguaje. Así, ha compartido nuestras penas y alegrías; los días fríos característicos del Valle de Toluca y los súbitos calores desencadenados por el efecto invernadero; igualmente, ha atestiguado el traslado del paisaje provinciano a las prisas del caos urbano. Y, entre todas esas mutaciones, se ha convertido en un rostro familiar, que reconcilia la belleza con nuestras señas de identidad.

Sin embargo, este semblante cotidiano se encuentra en transición, gracias a los recientes descubrimientos de Víctor Arribalzaga y su equipo de investigadores, conformado por jóvenes estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. En una expedición concluida el pasado 29 de mayo, dicho grupo de científicos descubrió, a 4 300 metros sobre el nivel del mar, sobre la franja conocida como el ombligo del volcán, un conjunto de vestigios prehispánicos, entre los cuales es posible identificar fragmentos de braseros y sahumadores. Estas piezas, considerando la región en la cual se verificó su hallazgo, constituyen pruebas relevantes para demostrar que el culto a los cerros –éste, similar a la devoción por las construcciones piramidales, representa la cercanía, tanto física como espiritual, con las divinidades, a través del sacrificio y la oración– se originó, por lo menos, mil años antes de nuestra era, lo que contradice las ideas sostenidas hasta ahora, según las cuales comenzó con el desarrollo de la cultura teotihuacana, entre los años 300 al 500 d.C. Empero, estas afirmaciones dependen de las pruebas de carbono 14, cuyos resultados aún no se han publicado, mas resultan indispensables para determinar si el equipo comandado por Arribalzaga logró rescatar el material más antiguo perteneciente a este tipo de celebraciones.

Dadas estas razones, diversos grupos de antropólogos se han pronunciado a favor de declarar zona arqueológica el área que rodea al Nevado de Toluca, con el fin de proteger los vestigios que todavía no han sido exhumados e indagar qué clase de ceremonias se desenvolvieron alrededor de las lagunas. De manera paralela, ello facilitaría la preservación de las condiciones que, en tanto reserva ecológica, se requieren para mantener al volcán como principal fuente de agua y oxígeno del Valle de Toluca. En consecuencia, más allá de la cotidianidad, el Xinantécatl representa, con estas exploraciones, el vínculo que enlaza el pasado con el presente: el rostro que contiene todas las caras desconocidas de nuestra personalidad y nos invita a conocer más, a re-conocer vivamente nuestro entorno.




* Texto aparecido originalmente en la plana cultural correspondiente al mes de julio.

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